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EDITORIAL: La comunidad debe soportar de nuevo la tragedia de un tiroteo masivo

Los habitantes de Las Vegas se lamentan una vez más tras un tiroteo múltiple sin sentido. ¿Parará algún día esta locura?

Seis años después de que una comunidad devastada sufriera la matanza del 1º de octubre en el Strip, un hombre armado abrió fuego el miércoles en el Beam Hall de la UNLV, sede de la escuela de negocios. Hubo informes de disparos en el centro de estudiantes. Tres personas resultaron muertas. Al menos otra resultó gravemente herida.

La violencia comenzó alrededor de las 11:45 a.m. El campus bullía mientras los estudiantes se preparaban para los exámenes semestrales de la próxima semana. Pero la anticipación de las vacaciones pronto se vio truncada por la horrible escena que se desató.

Estudiantes reportaron que habían oído disparos y describieron cómo habían atrincherado las puertas con mesas para protegerse. Es una triste señal de los tiempos que corren que muchos de estos jóvenes adultos hayan llegado a la mayoría de edad en una época de simulacros de agresor activo destinados a enseñar los procedimientos de bloqueo durante un evento de este tipo. Pero esto no era un simulacro. Un texto de la policía universitaria instaba a los estudiantes a “CORRER-ESCONDERSE-COMBATIR”.

Allister Dias, editor del Scarlet &Gray Free Press, el periódico estudiantil de la UNLV, declaró al Review-Journal: “Estaba trabajando en mi mesa y oí como una serie de sirenas afuera. Creo que eran uno o dos vehículos policiales, me asomé a la ventana para ver qué era y vi a unos chicos corriendo por el estacionamiento. Pensé, espera, ¿qué está pasando?”. Entonces oyó “disparos muy audibles, como pop, pop, pop, pop”.

Alrededor de la 1 p.m., la policía informó que “no había más amenazas”. Los agentes se habían “enfrentado” al sospechoso, dijo el alguacil Kevin McMahill. Sin embargo, muchos estudiantes y profesores seguían escondidos en las aulas, sin saber si era seguro salir. La policía empezó a ir de puerta en puerta por el campus para tranquilizar a los que seguían escondidos.

Las fuerzas del orden –el Departamento de Policía Metropolitana y la policía del campus de la UNLV– actuaron con decisión para asegurar la zona del campus y hacer frente a la amenaza. Esto probablemente salvó muchas vidas.

Ya comenzaron las viejas discusiones entre armas y salud mental que inevitablemente siguen a estos terribles sucesos. Pero, independientemente de la posición que se adopte en ese debate, una sociedad que produce tantas almas perdidas y delirantes que creen que su salvación pasa por el homicidio en masa padece enfermedades más profundas y arraigadas. En los próximos días se conocerán más detalles. Por ahora, nuestros pensamientos están con las víctimas y sus seres queridos y con los miembros de la familia de la UNLV –padres, estudiantes, personal, profesores– obligados a sufrir un trauma impensable.

Las Vegas respondió al tiroteo del 7 de octubre con compasión, fuerza, resiliencia y una mayor sensación de comunidad que surge de la tragedia compartida. Es imperativo que nos unamos una vez más.

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