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EDITORIAL: Biden quiere construir un gran y hermoso muro

Han tenido que pasar casi tres años, pero la realidad por fin ha irrumpido en las fantasías fronterizas de la administración Biden. Hay que dar las gracias a dos gobernadores republicanos por este llamado de atención.

El jueves, la Casa Blanca anunció que planea suspender casi dos docenas de leyes y reglamentos para acelerar la construcción de barreras adicionales en nuestra frontera sur. Se trata de un revés de proporciones épicas.

Cuando el presidente Joe Biden asumió el cargo en enero de 2021, una de sus primeras medidas fue rescindir una orden ejecutiva de la era Trump que promovía la visión del expresidente de un “muro grande y hermoso” para frenar las entradas ilegales en Estados Unidos. El señor Biden y la mayoría de los demócratas se habían opuesto vociferantemente a tales esfuerzos. “Construir un enorme muro que abarque toda la frontera sur no es una solución política seria”, afirmó.

Sin embargo, resulta que ninguno de los dos está impulsando una política de fronteras abiertas de facto que sirva de imán para los inmigrantes y los anime a entrar ilegalmente en Estados Unidos. Se registraron más de dos millones de “entradas de inmigrantes en cada uno de los dos últimos años”, reportó The New York Times.

La administración trató de pasar desapercibida. El secretario de Seguridad Nacional, Alejandro Mayorkas, enterró el razonamiento, según el Times, en un aviso publicado esta semana en el Registro Federal en el que se indica que la Casa Blanca quiere ponerse en marcha para reforzar la frontera en el Condado Starr, Texas.

“En la actualidad existe una necesidad aguda e inmediata de construir barreras físicas y carreteras en las inmediaciones de la frontera de Estados Unidos para impedir las entradas ilegales en Estados Unidos”, señaló Mayorkas.

Recordemos que los gobernadores republicanos. Ron DeSantis de Florida y Greg Abbott de Texas fueron puestos en evidencia por los progresistas por enviar a los migrantes que entraban ilegalmente en sus estados a las llamadas “ciudades santuario”, como Chicago y Nueva York. Pero pocas maniobras políticas a lo largo de los años han demostrado ser más eficaces y hábiles. Cuando los inmigrantes desbordaron la capacidad de los servicios sociales de estos grandes municipios, los alcaldes demócratas de la Gran Manzana y de la Ciudad de los Vientos aullaron de indignación y señalaron con el dedo a la Casa Blanca. Punto cumplido. Misión cumplida.

Queda por ver si el cambio de opinión de Biden es simplemente una estratagema diseñada para minimizar el daño político derivado del fracaso de su administración a la hora de controlar la frontera. Si no es así, esperemos que esta epifanía de Biden ayude al Congreso a emprender un camino de compromiso de sentido común sobre la reforma que haga hincapié en la importancia de la seguridad fronteriza, al tiempo que reconozca el valor económico y cultural de la inmigración legal.

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