Aquella noche del 29 de agosto en la esquina de Bermont e Imperial, en el sur-centro de Los Ángeles, en un pequeño apartamento que solo contaba con un colchón tirado en el piso, la familia Chavarría y sus dos pequeños hijos, sufrían como pocos la decisión de haber emigrado a Estados Unidos. Dejando atrás aquel pueblito llamado Iguala, en el Estado de Guerrero, a las 10 de la noche de aquel tórrido verano californiano, María comenzó a sentir dolores de parto y contracciones, signos inequívocos que su tercer hijo estaba por nacer. Sola y desprotegida, tomo un taxi que la llevó hasta el Memorial Hospital, ya que Heriberto se quedó al cuidado de los otros dos niños. A las 11 de la noche, luego de ingresar por la sala de emergencia, nació un hermoso varoncito al que llamaron John, y que sería (un poco más adelante) el protagonista principal de nuestra historia.
