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Imagine Dragons dará su mayor concierto en Las Vegas

Imagina repasar cada palabra de tu diario con un compañero de trabajo.

Piensa en poner cada emoción bajo un microscopio, para poder examinar tus pensamientos y sentimientos más íntimos hasta el nivel molecular.

Y luego, explicarlo todo con todo detalle, diagramar el dolor, tomar todo ese dolor privado y hacerlo público.

Eso es lo que le ocurrió a Dan Reynolds.

Solo las canciones del líder de Imagine Dragons son las entradas de su diario, y las escribe a diario desde que tenía 12 años.

“Me cuesta mucho expresarme sin melodía”, explica. “Por alguna razón, cuando hay un paisaje sonoro y una melodía de por medio soy capaz de decir cosas que no puedo expresar de otra manera”.

Para el nuevo álbum doble de la banda, “Mercury: Acts 1 & 2”, contó con el superproductor Rick Rubin, que ha supervisado discos clásicos que van desde Slayer a los Beastie Boys o Johnny Cash, y que adoptó un enfoque de la composición decididamente diferente al que Reynolds había experimentado hasta entonces.

“Fue la primera vez que tuve que sentarme con un productor y repasar cada letra”, dice. “Pero Rick insistió mucho en ello. Y eso fue muy duro para mí porque, en primer lugar, es Rick Rubin, y, en segundo lugar, es difícil sentarse con alguien y repasar cada palabra que has escrito y que se cuestione, y el significado que hay detrás, y tener que explicarlo. Es algo muy vulnerable”.

Esta vulnerabilidad se encuentra en el corazón (a menudo roto) de “Mercury”, que fue escrito durante una etapa especialmente traumática para Reynolds, en la que fallecieron su mejor amigo de la infancia, una exnovia, su cuñada y su representante de negocios por 10 años.

“Fue uno tras otro”, dice Reynolds, de 35 años. “La pérdida era un tema muy recurrente. Mirar y comprender la inmediatez de la pérdida y cómo se siente y suena. Creo que había mucho que aprender para mí”.

“Está bien estar fuera sí”

“Dime, ¿Cómo se supone que voy a avanzar?”, se pregunta con una voz tan frágil como su sensación de bienestar.

Por encima de todo, Reynolds persigue con más ahínco la respuesta a esa pregunta en “Mercury”.

Hay un hilo de arrepentimiento a lo largo de los álbumes, sentimientos de culpa por no haber estado ahí para los seres queridos en sus momentos de necesidad.

“¿Dónde estaba yo? / Cuando se quitó la vida / Oh, estaba cantando en la flor de mi vida”, comenta Reynolds sobre su amigo de la infancia en la conmovedora “Waves”.

“Ojalá hubiera estado allí al final / Ojalá hubiera sido un mejor amigo”, confiesa en la poderosa balada “I Wish”, ofreciendo una de sus interpretaciones vocales más potentes en una canción sobre su cuñada.

Hay momentos de duda, que a menudo se transforman en autolaceración (“No quiero este cuerpo, no quiero esta voz / No quiero estar aquí”; “Una navaja afilada de realidad / A veces, quiero hacerme daño”).

Pero también hay una sensación de resolución en medio de todo, de encontrar una manera de atravesar la tormenta, empapado, pero con el espíritu intacto.

“Respira hondo, solo un día a la vez”, instruye Reynolds en “It’s OK”. “Porque está bien estar fuera de sí”.

Sonoramente, la banda sigue el camino de Reynolds, brillando a través de la oscuridad, con el guitarrista Wayne Sermon entregando algunos de sus más apasionados y expresivos solos, el bajista Ben McKee sirviendo como la fuerza motriz detrás de algunos de los ritmos más asertivos del álbum, y el baterista Daniel Platzman trayendo el trueno por todo el disco.

“Hay algunos agujeros que nunca puedes llenar, ciertamente cuando pierdes a alguien, deja un gran vacío dentro de tu corazón”, reconoce Reynolds. “Pero al pasar por un proceso de duelo, es realmente importante comunicar lo que sientes a alguien, ya sea un terapeuta o un amigo o lo que sea. Para mí, fue a través de la música y de este disco. Eso fue algo así como mi terapeuta”.

‘La vida es solo perspectiva’

“Es hora de empezar, ¿no?”, cantaba hace una década.

Y entonces empezó -sin aliento-.

Hace casi 10 años del día en que Imagine Dragons es titular del cartel en Allegiant Stadium el sábado, la banda lanzó su debut en 2012, “Night Visions”, que se convirtió en un éxito mundial, vendiendo más de siete millones de copias, lanzado por el acertado título del primer single “It’s Time to Begin”.

El éxito no fue una cosa de la noche a la mañana para esta banda -el grupo autoeditó cuatro EPs entre 2008 y 2011- y tampoco fue algo que Reynolds pudiera entender por completo al principio.

“Lo curioso es que me lo cuestionaba constantemente -y mi madre también-, algo como: ‘A lo mejor, se acaba mañana; más vale que me guste de verdad hoy’”, recuerda. “Recuerdo que incluso cuando nuestro primer sencillo sonó en la radio pensé: ‘Esto es increíble: tengo que escuchar una canción que escribí en la radio -la escuché en Mix 94.1-FM, de hecho- y luego pensé: Ok, pero puede que no la vuelva a escuchar, así que disfruta de verdad este momento’.

“Y eso fue una narrativa durante mucho tiempo para mí”, continúa, “pensando: ‘Ahora estamos agotando las entradas de los clubes. Esto es una locura, pero puede que no vuelva a suceder. Puede que sea algo fugaz’. Creo que hay algo de eso que me sigue impulsando, a querer ser mejor, a trabajar más duro, a darlo todo en cada concierto, así que, si era el último, al menos lo había dado todo. Al día de hoy, es como, ‘OK, nuestra primera vez haciéndolo en estadios, esta podría ser la última vez’”.

Y así, estar realmente vivo en el momento es de lo que trata “Mercury” -y por extensión, esta banda-.

“Sí, la vida es solo una perspectiva / Reír cuando lo arruinaste / Sonreír cuando estás aguantando / Has resistido la tormenta”, dice Reynolds en “Symphony”, alejando esas nubes mientras canta.

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