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A medida que el nuevo plan para el edificio médico de la UNLV va tomando forma, comienzan a surgir preguntas

A medida que el plan de construcción de la facultad de medicina de la UNLV finalmente toma forma, también han empezado a surgir preguntas sobre cómo podrían interactuar la universidad y su círculo de benefactores.

El Gobernador Steve Sisolak anunció este mes que un grupo de donantes se encargaría de la construcción y el diseño del nuevo edificio.

Entre los donantes se encuentran la Fundación Engelstad, la Fundación Lincy y otros que prefieren mantenerse ocultos de la mirada pública, según el fideicomisario de la Fundación Engelstad, Kris Engelstad McGarry.

“Ha pasado mucho tiempo”, anunció McGarry. “¿Por qué querrías crear un vínculo, hacer obras públicas y que los contribuyentes lo paguen cuando tienes un grupo que puede hacerlo de forma privada y también de forma más rentable?”.

Antecedentes de la facultad de medicina

Después de retirar una donación de 14 millones de dólares del edificio tras la tensa salida del ex presidente de la UNLV, Len Jessup, en abril de 2018, McGarry dijo que se tomó un tiempo para reflexionar sobre la mejor manera de proceder. Al ver que los planes de la universidad para financiar el edificio comenzaban a desmoronarse (lo que llevó a una propuesta para financiar el edificio por medio de la venta de 125 millones de dólares en bonos), McGarry indicó que se acercó a otros donantes con un plan en mente para construir la escuela de forma privada.

“Ni uno solo dudó”, relató McGarry. “Vimos una necesidad y pudimos reunir nuestros recursos para cubrirla”.

Pocos detalles sobre el nuevo edificio están listos para ser compartidos, según McGarry. Se ha propuesto un nombre, pero se mantendrá en silencio hasta que el grupo esté listo para revelarlo. El grupo planea dejar la tarea del diseño a los profesionales, que lo basarán en otras facultades de medicina del país, ya que los planos del edificio han pasado por varias revisiones.

McGarry dijo que, en su opinión, los representantes de la UNLV no tendrían necesariamente que hacer aportaciones sobre el diseño o la planificación de la nueva facultad. Sin embargo, destacó que la decisión final sobre estos asuntos recaería en los donantes.

“No sé si nos interesa mucho su opinión. Por supuesto, quienquiera que sea el próximo presidente de la universidad, nos gustaría ser inclusivos y escuchar lo que tiene que decir”, afirmó McGarry. “Pero se agradece una donación. Espero que no se digan todas las cosas que no están conformes”.

Arena de hockey en UND

Este no es el primer rodeo de la Fundación Englestad cuando se trata de edificios del campus.

La fundación también es parte de una corporación de desarrollo que posee y opera la Ralph Engelstad Hockey Arena en la Universidad de Dakota del Norte (UND).

McGarry dijo que la fundación donó 110 millones de dólares para construir la instalación y se encarga del mantenimiento y la conservación como parte de un contrato de arrendamiento de 30 años con la universidad.

Las dos entidades celebran un acuerdo de participación en los ingresos, que concluirá cuando el estadio se entregue a la universidad al final del periodo. Todavía no se han anunciado los términos exactos del acuerdo del grupo de donantes con la UNLV.

Un contrato de esa duración significa una relación más amplia con una universidad, a través de los mandatos de varios presidentes y, en el caso del Nevada System of Higher Education (NSHE, por su sigla en inglés), a través de una posible reorganización importante el año próximo, a medida que los votantes decidan si eliminan la Junta de Regentes de la Constitución del Estado.

No es raro que los nuevos líderes quieran agitar las cosas, según McGarry, lo cual puede provocar fricciones en la relación con los donantes.

“Cada vez que hay un cambio, quieren renegociar el acuerdo”, anunció McGarry, refiriéndose a la situación en la UND.

A principios de este año, McGarry describió la relación de su fundación con el presidente de la UND, Mark Kennedy, como “hostil”, en una entrevista editorial del Grand Forks Herald. McGarry le indicó a ese periódico que Kennedy había insinuado un litigio sobre los términos del actual sistema de reparto de ingresos, que otorgaba el 52 por ciento de los ingresos a la corporación de desarrollo y el 48 por ciento a la escuela.

Desde entonces, Kennedy dejó la escuela y rechazó una solicitud de comentarios del Review-Journal.

Engelstad no se refirió a Kennedy por su nombre en una charla con el Review-Journal, pero dijo que creía que un acuerdo es un acuerdo.

“Al comportarse de esa manera, han enviado un horrible mensaje de ‘Gracias, tomaremos tu dinero ahora’”, criticó Engelstad.

La escuela y la Fundación Engelstad también se han enfrentado por el apodo y el logotipo de los Fighting Sioux de la universidad. La escuela cambió oficialmente su apodo a los Fighting Hawks en 2015 después de una batalla con la NCAA, pero el logo Fighting Sioux sigue siendo prominente en toda la arena a petición expresa de Ralph Engelstad, quien hizo que se colocaran dos mil 500 instancias del logo para desalentar un futuro cambio de nombre, según el New York Times.

Abogado afirma que la cooperación es clave

La abogada de California, Justine Kastan, quien se especializa en asociaciones público-privadas (o P3), señaló que la clave para una cooperación exitosa entre entidades públicas y privadas es que todas las partes definan lo que es importante para ellas y acuerden los parámetros desde el principio.

“Mi experiencia ha sido que, como cualquier acuerdo, se reduce a las partes involucradas”, detalló Kastan. “El diablo está en los detalles, en los términos exactos del acuerdo que terminan celebrando”.

Kastan dijo que no hay una plantilla para estos acuerdos: Pueden adoptar todo tipo de modelos, desde un arrendamiento más tradicional, hasta un modelo de pago por disponibilidad o participación en los ingresos y más. Especifica qué parte controla lo que se puede escribir en el acuerdo para evitar confusiones más adelante, advirtió Kasten.

Kastan añadió que los P3 no son un acuerdo común cuando se consideran todos los proyectos de construcción de instalaciones, pero que tienden a tener algunas características que los definen: son típicamente proyectos de alto costo de 100 millones de dólares o más y probablemente tienen muchas partes móviles.

“Algo complejo, como por ejemplo una facultad de medicina, con equipos de última generación, o algo con muchas piezas para coordinar, el lado del gobierno podría decir, ‘Esta no es nuestra especialidad, así que vamos a buscar a alguien que tenga experiencia en esa área’”, puntualizó Kastan.

Kastan agregó que no está familiarizada con las empresas de desarrollo que financian las instalaciones de la UNLV o de la UND, pero que en general, la comunicación y la colaboración ayudan a que el proceso se lleve a cabo sin problemas.

“Hay más oportunidades de integración en la fase de diseño y construcción, por lo que es importante que la gente se siente alrededor de una mesa y hable desde el principio”, concluyó Kastan. “Considerando que este es un acuerdo que durará mucho tiempo, todas las partes deben estar involucradas”.

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