‘¿Por qué?’: Indagan en la masacre de Route 91 Harvest en la nueva docuserie ‘11 minutes’
septiembre 27, 2022 - 9:15 am
Después de caerse tres veces, se dio cuenta de que las botas vaqueras tenían que irse.
Su vida dependía de ello.
Es difícil correr en busca de seguridad con tacones, especialmente cuando el suelo se ha vuelto peligrosamente resbaladizo por todas las Bud Lights y Cocas derramadas.
“Era como una pista de patinaje sobre hielo”, recuerda Ashley Hoff, “una vez que todo el mundo dejó caer sus bebidas y comida y todas esas cosas”.
Hoff estaba de pie en del lado derecho del escenario, cuatro filas más atrás, cuando un hombre armado abrió fuego en el festival de música country Route 91 Harvest, en Las Vegas Village, el 1º de octubre de 2017.
Huyó al Strip sin zapatos, donde esa misma noche volvió a casa en “autostop” hacia al sur de California con un par de completos desconocidos.
Tras el peor tiroteo masivo de la historia de Estados Unidos, esas botas le pesan en la mente a Hoff, una veterana productora.
Al principio, no sabía por qué, por qué un calzado abandonado le pesaba tanto en el corazón.
Ocho meses más tarde, cuando un agente del FBI se las entregó en su casa después de que Hoff las identificara en un catálogo de objetos encontrados en el recinto del concierto, por fin comprendió por qué.
“Eran el último trozo de mí que había en el campo”, explica.
Sin embargo, incluso después de que el agente se marchara, siguió examinando el catálogo.
“Mientras observaba todos esos artículos, me di cuenta -lo llamo “la picazón del narrador”, recuerda- de que se te revuelve el estómago y sientes esa presión en el corazón, y sabes que algo te molestará hasta que lo resuelvas.
“Miré esos objetos, y no eran solo objetos”, continúa. “Por primera vez, sentí que había otras personas ahí fuera que se sentían como yo, que sabían lo que era quitarse los zapatos para correr literalmente por su vida. Todos esos objetos eran simplemente una representación de una increíble historia humana de aquella noche. Me sentí muy atraída por explorar eso”.
Cuatro años después llega el fruto de esa exploración: “11 Minutes”, una docuserie de cuatro partes que Hoff produjo ejecutivamente y que se estrena en Paramount+ el martes 27 de septiembre.
A veces, es tan difícil de ver como es difícil de comprender la insensatez de la noche en cuestión, horas y horas de grabaciones de teléfonos y cámaras corporales destiladas en una narración desgarradora que te lleva al lugar de la matanza con un detalle inquietante.
Pero la serie, cuyo título hace referencia al tiempo que duró el tiroteo, pretende ser algo más que una espeluznante remembranza de una horrible tragedia: se centra en presentar una crónica intensamente personal de extraños que ayudan a extraños.
Y por eso Hoff dice que se sintió obligada a indagar en la peor noche de su vida: Con cada aniversario del 1º de octubre, le parecía que la tragedia se desvanecía cada vez más de la conciencia pública.
“Me encontré de verdad decepcionada”, reconoce. “Sentí que cada vez menos gente se tomaba el tiempo para recordar la noche que 22 mil de nosotros nunca olvidaremos, además de la gente que quiere a esas 22 mil personas”.
Esta narradora tenía una historia diferente que contar.
Comienza una pesadilla
“Alguien está aquí acribillando a la gente. Están por todas partes”.
Parker Marx se aprieta sobre su novia Gianna Baca, rodeándola con sus brazos todo lo que puede en un abrazo de oso protector mientras ella está tumbada en el suelo.
Intenta protegerla de las balas.
Los disparos les envuelven, y parecen venir de todas las direcciones, hasta el punto de que Marx piensa inicialmente que debe haber varios tiradores en el lugar.
“Están por todas partes”.
De repente, Marx siente que el cuerpo de Baca se sacude con fuerza bajo él.
Al principio no supo que fue impactado, y más tarde compara la sensación con la de un balón de metal que se golpeó contra su cadera,
Entonces se da cuenta de que la luna se refleja en el charco de sangre que se encharca bajo ella.
“Te quiero, te quiero, te quiero”, le repite Marx una y otra vez.
Son más de las 10:06 p.m. del 1º de octubre de 2017.
Storme Warren está en el escenario cuando comienzan los disparos.
El artista, Jason Aldean, acaba de lanzarse con la balada borracha “Any Ol’ Barstool”.
Warren, que presenta “The Storme Warren Show” en el canal SiriusXM “The Highway” y que es el presentador del festival, está flanqueado por las estrellas del country Luke Combs y Jake Owen y el entonces manager de la gira de este último, Greg Fowler.
Escucha un sonido extraño, como el de unas tuberías golpeando entre sí.
“Miré a Greg, que lleva toda la vida en el negocio, y le dije: ‘¿Era un altavoz fundido o una pirotecnia? recuerda Warren. “Y me dijo: ‘Bueno, no hay nada de pirotecnia ahí, y seguro que eso no sonaba como un altavoz’. Al instante vi la preocupación en su cara”.
Entonces llegó la segunda andanada de disparos.
Vieron cómo las balas destrozaban el escenario.
Se dieron cuenta de que les estaban disparando.
Warren y Fowler saltaron del escenario y se escondieron detrás de una corta barrera de concreto que se estaba usando para balancear el escenario.
“Era lo único que nos separaba a Greg y a mí de las balas”, dice Warren. “Solo tenía unos dos pies y medio de altura, y estábamos agachados detrás de ella con las balas golpeando al otro lado de este muro de concreto”.
Desde allí, fueron testigos de la devastación.
“Vimos caer a la gente entre la multitud”, recuerda Warren en “11 minutes”. “Fue como, boom, boom, boom, boom, boom, boom, boom. Eran demasiados. La gente caía a gran velocidad”.
En algún lugar, Marx cubre a Baca, una estudiante de preparatoria en ese momento.
Su hermana gemela, Natalia, también está entre el público.
Baca no tiene ni idea de que a ella también le han disparado.
“En ese momento, me dije: ‘Ok, aquí es’”, recuerda Marx en el primer episodio de la serie. “Aquí es donde voy a morir, justo aquí”.
‘¿Por qué?’
Al principio, Storme Warren no quería saber nada de esto.
“Mi reacción inicial fue ‘no’”, dice sobre el hecho de que se le propusiera aparecer en “11 minutes”, “porque incluso cinco años después, las emociones son crudas, las imágenes siguen siendo muy claras, los sonidos siguen siendo muy claros”.
“Habiendo vivido con ello durante cinco años”, continúa, “junto con otras 22 mil personas, y las conexiones con toda esa gente -hay tanta gente afectada- mi primera reacción fue: “¿Por qué?” ¿Por qué estamos haciendo esto?”
Y entonces un amigo lo convenció para que atendiera una llamada de la productora Sara Blakely, que lo llamó mientras estaba en uno de sus restaurantes favoritos en su Nashville natal.
Warren fue al guardarropa para hablar en privado.
Lo que creía que iba a ser una conversación de 10 minutos duró dos horas y media.
Warren fue claro con Blakely sobre la dirección que creía que debía tomar la serie.
“Tiene que ser la verdad sobre los que estaban allí y cómo se ayudaron mutuamente y cómo la gente se unió”, recuerda que le dijo. “Tienen que ser historias de dolor, historias de alegría. Tiene que mostrar todas las facetas emocionales de ese acontecimiento. No se trata del tipo de la ventana”.
“Hablé con mi esposa y luego con algunos amigos queridos que hice desde aquel tiroteo -continúa-, y nos dimos cuenta de que ahora es el momento de recordar a la gente este suceso, y de recordarles que había algo más que un tipo en una ventana”.
Con este fin, en la serie nunca se nombra deliberadamente al pistolero.
Fue este énfasis en las personas por encima del autor, en los supervivientes por encima del asesino, lo que finalmente convenció a Susan Zirinsky, presidenta de See It Now Productions y antigua directora de CBS News, para que diera luz verde al proyecto.
“Cuando decides -como tuve que hacer- hacer esto o no, lo que acabó abriéndose paso, y lo que fue realmente mi motivación para hacerlo, fue la humanidad en tantos niveles diferentes, de la gente normal, de los primeros auxilios, de los sobrevivientes”, explica.
“Estás inmerso en estos 11 minutos de miedo”, continúa, “pero está tan contrarrestado por el heroísmo de la gente normal que ayuda a la gente normal, y la resistencia de las personas que resultaron heridas que dijeron: ‘Voy a seguir adelante. Voy a seguir adelante’”.
‘Nunca se detiene’
Las pausas solo aumentan el pandemónium.
Cuando las balas vuelan, todo parece suceder a cámara lenta, el tiempo se prolonga por el terror.
Pero cuando el pistolero se detiene para recargar, ocurre lo contrario, las cosas se aceleran hasta convertirse en un frenesí, una loca carrera hacia la seguridad.
“¡Levántate y corre!”
10:12 p.m., ráfaga 10.
Las pausas son misericordiosas y crueles a la vez, una oportunidad para escapar que hace nacer la falsa esperanza de que el tiroteo ha terminado por fin.
“¡Agáchate! Manténganse agachados!”
10:14 p.m., ráfaga 11.
“Hubo un momento en el que me dije: ‘Esto no va a parar nunca’”, dice Jenni Lynn Zaretki, técnico de emergencias médicas que estaba en el concierto y que aparece en “11 minutes”. “Ese tiroteo, realmente sonaba como si, fueras donde fueras, estuviera justo ahí detrás de ti. La gente pensaba de verdad que los estaba siguiendo”.
En “11 Minutes” también se ve a un compañero de los primeros auxilios fuera de servicio, el bombero de Seattle Dean McCauley, ayudando a las víctimas.
“Todo el mundo aquí está muerto, ¿ok?”, le dice un hombre sin camiseta mientras se abre paso entre la frenética multitud.
El caos se capta en videos de teléfonos y cámaras corporales que te convierten en testigo presencial del caos, los heridos apiñados en ambulancias, la gente golpeando con sus puños dichos vehículos con gritos desesperados de ayuda: “¡Está muy malherida! ¡Ha perdido mucha sangre!”.
Y luego está el horrible sonido de los teléfonos de los fallecidos sonando.
Tú, el espectador, sabes que los que están al otro lado de la línea están llamando para ver si sus amigos y seres queridos están bien.
Y también sabes que esas llamadas nunca serán respondidas.
Es desgarrador.
El director Jeff Zimbalist revisó cientos de horas de este material para montar la narración de “11 minutos”.
“Por un lado, es devastador y desgarrador, y hay momentos en los que tienes que apagar todo, porque estás demasiado metido en él, sientes demasiado, es demasiado oscuro y pesado”, dice sobre ver tanta carnicería.
“Y entonces tienes que encontrar el equilibrio”, continúa, “y cómo comunicar estas cosas de forma visceral e intensa a un público sin llevarlo tan abajo, porque ese no es el deseo, traumatizar a la gente”.
Aun así, hay una catarsis emocional en el núcleo de “11 minutes”, tanto para los espectadores como para los que participaron en él. A lo largo de la serie hay numerosas entrevistas con agentes de la ley, por ejemplo, en las que los vemos al borde de las lágrimas, esos hombres de acero que se permiten un raro momento de vulnerabilidad.
No fueron los únicos en hacerlo.
“Llevo más de 20 años haciendo esto, y se me saltaron las lágrimas haciendo entrevistas en esta serie”, dice Zimbalist. “Eso no me había pasado nunca. Es simplemente inevitable”.
‘Sospechoso abatido’
“Tengo que encontrar a este tipo, y matarlo”.
Billy Marx habla por teléfono con su hijo, Parker Marx.
Este último se puso a salvo en Excalibur, su novia fue llevada al hospital por un agente de policía.
El mayor de los Marx, un francotirador de SWAT, habla con su hijo mientras se acerca a la habitación del pistolero en el piso 32 del Mandalay Bay con un grupo de compañeros.
“Necesito que mantengas la calma”, le dice, mientras intenta hacer lo mismo.
No es fácil.
“Esta situación fue probablemente el mayor nivel de intensidad en el que he estado jamás”, dice Billy Marx en “11 minutes”. “Si observas a los tiradores activos tradicionalmente, la mayoría no se rinde”.
Está preparado para un tiroteo.
“Rompe, rompe, rompe”.
La puerta del hotel del pistolero salta por los aires, la explosión hace saltar las alarmas de humo que suenan de fondo mientras el olor a pólvora llena el vestíbulo.
La habitación está a oscuras; el asesino -o los asesinos- podrían estar en cualquier parte.
Y entonces se encuentra un cuerpo.
“Sospechoso abatido, 4-19”, dice Marx por su radio policial. “Herida de bala autoinfligida”.
Sin embargo, hay tantos rifles de asalto esparcidos por todas partes, que la idea inicial es que pudieron haber participado varios tiradores.
Así que se entra en otra habitación adyacente.
Está vacía.
El pistolero actuó solo.
El capitán del Departamento de Policía Metropolitana de Las Vegas, Joshua Bitsko, que era uno de los agentes que se encontraban en el lugar de los hechos, recuerda en “11 Minutos” que miró por la ventana que el asesino usó para apuntar a miles de personas que estaban abajo.
Lo que vio le impactó.
“No había ningún lugar donde la gente pudiera esconderse”.
Sangre, por todas partes
Su reencuentro se produce en una sala de la UCI.
Parker Marx ve a su novia Gianna Baca por primera vez desde que escapó de la escena de la masacre en el hospital donde se recupera junto a su hermana, Natalia.
“El alivio es lo que llegó”, dice en “11 minutes”. “Me dije: ‘Gracias a Dios que seguimos aquí’”.
El tiroteo ha terminado, pero no con el saldo de más de 800 heridos.
Las salas de urgencias locales se ven rápidamente desbordadas de pacientes; es una avalancha de miseria.
Como señala el doctor Christopher Fisher, cirujano general del Hospital Sunrise, en “11 minutos”, la mayoría de los centros de traumatología más concurridos reciben un promedio de dos a 10 visitantes por noche.
El suyo recibió 240 en dos horas.
Vemos cómo invade la angustia: médicos que corren hacia los recién llegados de una forma que evita la calma normal de los profesionales de la medicina, pisos manchados de sangre, una carrera de camillas y morfina, la misma súplica gritada por diferentes personas una y otra vez.
¡Necesitamos ayuda! ¡Necesitamos ayuda! ¡Por favor!
“Esto es lo real”, dice el paramédico Glen Simpson en el tercer episodio. “Esto es la pesadilla que cobra vida. Ahora vamos a vivirla”.
Aun así, hay una luz que brilla a través de la devastación.
Uno de los componentes más poderosos de “11 Minutes” es cómo traza los lazos que se forman durante la crisis, desde el bombero de Seattle Dean McCauley que acude al rescate de Natalia Baca, hasta un agente de policía de San Diego fuera de servicio que ayuda a un asistente al concierto afroamericano de Los Ángeles que recibió una bala y que vuelve a entrar en el festival para ayudar a los demás, pasando por Gianna Baca que es consolada por un superviviente de cáncer con la mandíbula destrozada.
Cinco años después, estos vínculos perduran en lo que se ha convertido en una comunidad de supervivientes muy unida. Vemos a McCauley, por ejemplo, haciendo una aparición sorpresa en la ceremonia de graduación de Natalia Baca en la preparatoria Faith Lutheran.
“Nos apoyamos unos a otros”, dice Warren. “Hay una comodidad en la comunidad. Y esto también se refleja en los festivales de música country de todo el país. Siempre hay un grupo de Route 91, una reunión de Route 91, ya sea de forma orgánica o planificada.
“La gente se encuentra con los que estaban allí esa noche”, continúa. “Me he encontrado con sobrevivientes de Route 91 en casi todos los festivales a los que voy. Es un abrazo instantáneo. No hay extraños cuando se trata de los que formaron parte de esto”.
‘Es difícil no sentirse un poco culpable’
Es la imagen de la chica de los shorts rojos la que más lo persigue.
Estaba acurrucada en el suelo; Storme Warren solo vio su parte trasera.
“Iba hacia ella, y alguien me jaló en otra dirección”, recuerda en “11 minutes”. “Nunca pude ir a ver cómo estaba. Quizá pude haberla salvado, ¿sabes?”.
Nos enteramos de su destino por McCauley, que cuenta que se encontró con ella en la serie.
“Esta chica de los shorts rojos, estaba intentando respirar y nos miramos a los ojos y le dije: ‘Te tengo, relájate’”, recuerda McCauley en el cuarto episodio. “Y la perdí”.
McCauley, que conoció a Warren el día antes del tiroteo, le llamó después para informarle de la muerte de la chica.
“Fue un sentimiento de cierre de un poco de esa culpa de sobreviviente”, dice Warren, “porque sentí que pude haber hecho más”.
Sin embargo, los sentimientos de los que habla Warren -¿Pude haber hecho más? ¿Por qué yo estoy aquí y ellos no? - son palpables entre muchos de los sobrevivientes de aquella noche.
“Piensas: “¿Qué pude haber hecho diferente?”, dice el sargento de la Policía Metropolitana Stephen Balonek en “11 minutes”. “Hacer un papel mucho más grande que el que teníamos”.
Jason Aldean, que concedió su primera entrevista en profundidad el 1º de octubre para esta serie, se debate con los mismos duros pensamientos.
“Es difícil no sentirse un poco culpable”, reconoce en el cuarto episodio. “Quiero decir que esa gente estaba allí para ver nuestro show. No estarían en esa situación si no hubieran estado allí apoyándonos”.
Muchos de los entrevistados para la serie todavía están procesando un dolor que saben que probablemente nunca podrán procesar del todo, y ver cómo intentan hacerlo ante la cámara intercalando imágenes de la carnicería de aquella noche puede ser algo doloroso de presenciar.
Hoff lo entiende, y comprende que “11 minutes” será demasiado para algunos.
“No todos van a estar en un lugar en el que puedan o quieran ver una obra como esta”, dice. “Simplemente quiero que sepan que está disponible si les resulta curativa”.
“Contar esta historia formó parte de mi viaje de curación”, continúa. “Pero comprendo que otros sobrevivientes o supervivientes de otros actos de violencia masiva o de violencia con armas de fuego quizá no estén en condiciones de ver esto”.
Sin embargo, para los que sí pueden, quiere que el énfasis se ponga en ellos.
“De verdad quería trabajar para intentar dar un giro a la narrativa hacia la de los supervivientes, hacia la resistencia, el heroísmo, las conexiones establecidas, la familia que se formó entre todos nosotros aquella noche”, dice, “porque cuando alguien lea sobre esto dentro de 20 años, quiero que lea sobre esas personas, no sobre lo que ese hombre hizo o por qué lo hizo o las formas en que lo hizo”.
Por tanto, “11 minutes” pretende ser, por encima de todo, su historia.
Uno de los objetivos que se repitió una y otra vez entre los entrevistados -ya fueran supervivientes, o agentes de la ley, o músicos, o primeros auxilios en el campo de la medicina- fue que sentían que las personas que lo habían vivido lo entendían”, dice Zimbalist, “hasta que no te toca, no lo entiendes”.
“Hay una gran coherencia entre las personas que entrevistamos, en el sentido de que quieren que otros experimenten lo que es, lo que te hace a ti y a tu familia, sin que nadie corra peligro, por supuesto”, explica Zimbalist. “Una vez que la gente siente que ha pasado por ello y puede ponerse en la piel de un sobreviviente en ese momento, entonces no puede desecharlo como una noticia de ayer y seguir. Entonces sí que nos activa”.
La forma que adopte o no esa activación depende del espectador: aunque en “11 Minutes” se alude al problema más amplio de la violencia con armas de fuego en Estados Unidos, la serie no expresa un mensaje político específico ni defiende un punto de vista sobre otro.
En su lugar, la serie culmina con una lista de los nombres y edades de las personas asesinadas el 1º de octubre de 2017.
Luego, hace lo mismo con todas las víctimas de los tiroteos masivos en Estados Unidos desde entonces.
Esa parte final dura seis minutos.