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Trump: antiinmigracion, antiecología y ahora antiinnovación

A juzgar por la anunciada intención del presidente Trump de eliminar un programa para permitir que los fundadores de empresas recién nacidas –o startups– exitosas puedan quedarse en Estados Unidos, hay que sumarle un nuevo rótulo al presidente estadounidense: además de ser antiinmigración y anti medio ambiente, también es antiinnovación.

El Departamento de Seguridad Nacional del gobierno de Trump anunció el 10 de julio que pospondrá hasta el 14 de marzo de 2018, y que “en última instancia podría eliminar” el así llamado programa de “visas para startups”.

El programa, cuyo nombre oficial es Regla Internacional para Emprendedores, debía comenzar este mes. Fue lanzado por el ex presidente Obama hacia el final de su mandato, y el gobierno de Obama había estimado en su momento en que podría otorgar 2,940 visas temporales por año.

Para ser elegibles para estas visas, los innovadores extranjeros tenían que demostrar que habían recaudado por lo menos $250,000 de inversionistas estadounidenses establecidos, o más de $100,000 en subsidios del gobierno de los Estados Unidos.

Los empresarios extranjeros tenían además que ser dueños del 10 por ciento de sus startups, y estar involucrados activamente en sus operaciones. Si recibían la visa, podían quedarse en el país por 30 meses, que podían extenderse si sus empresas eran exitosas.

Cuando leí por primera vez sobre esta decisión del gobierno de Trump, me costó creerlo. Cualquiera que haya visitado Silicon Valley u otros centros emergentes de innovación como Austin o Miami, sabe que una buena parte de los fundadores de startups son inmigrantes.

Algunos de los innovadores más conocidos de Estados Unidos nacieron en el extranjero, incluyendo Elon Musk, el fundador de Tesla y Space X, Sergey Brin, de Google, y Garrett Camp, de Uber. Si la compañía Space X de Musk, que ya emplea a unas 6,000 personas, logra su objetivo de enviar la primera misión tripulada de Estados Unidos a Marte, será gracias a un inmigrante.

Los inmigrantes han fundado el 51 por ciento de la actual cosecha de startups estadounidenses valoradas en más de mil millones de dólares, según un estudio reciente de la Fundación Nacional para la Política de Estados Unidos. El estudio mostró que 44 compañías fundadas por inmigrantes tienen un valor de mercado colectivo de $168 mil millones.

Para Miami, recientemente clasificada por el Índice de Startups 2017 de la Fundación Kauffman como la ciudad con mayor tasa de emprendedores que abren nuevos negocios en el país, la nueva decisión de Trump es –junto a su decisión de retirarse del Acuerdo de París sobre el cambio climático– un balde de agua fría.

Vivek Wadhwa, profesor de la Universidad Carnegie Mellon en Silicon Valley y autor de un nuevo libro sobre innovación titulado El conductor en el automóvil sin conductor, no escatimó palabras cuando le pregunté sobre la decisión de Trump de postergar –y quizás eliminar– las visas para fundadores de startups.

“La visa para startups era una ganancia neta para Estados Unidos”, me dijo Wadhwa. “Habría permitido a empresarios de todo el mundo traer sus ideas, invenciones y dinero aquí para crear empleos. No se eliminaban trabajos. Por el contrario, solo se creaban nuevos trabajos”.

Wadhwa agregó que “la decisión de la administración Trump sólo afectará la competitividad de Estados Unidos y ayudará a sus competidores. Es el colmo de la estupidez y la xenofobia, la más absurda de todas las decisiones políticas de Trump”.

Mi opinión: La postergación y posible eliminación del programa de visas de inicio es una idea idiota, incluso bajo los estándares de medidas populistas contraproducentes a las que nos tiene acostumbrado Trump. Mientras que Canadá, Francia, Singapur, Chile y otros países están ofreciendo visas e incentivos financieros a empresarios extranjeros, Estados Unidos los está ahuyentando.

Trump sigue hablando de crear empleos de mineros de carbón, como si esa industria decadente –y contaminante– representara el futuro de Estados Unidos. Por el contrario, representa el pasado de Estados Unidos, y la ignorancia de Trump sobre la nueva economía del conocimiento que está impulsando el futuro pondrá en riesgo la economía estadounidense. Trump se está convirtiendo rápidamente en el “presidente antiinnovación”.

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