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Roque, “la cara nueva”

Cuando peor está la imagen del gobierno y necesitan renovarla con caras nuevas que infundan credibilidad, sacaron de la chistera del jurásico priista a Humberto Roque Villanueva para hacerlo subsecretario de Gobernación.

¿Qué señal se manda con ese nombramiento? Que no tienen nuevos cuadros ni les interesa la opinión pública. El efecto positivo de la incorporación de personajes jóvenes en puestos clave del gabinete, se ensombrece con la llegada de Humberto Roque a una posición de esa relevancia.

La migración es el tema de hoy en el mundo, y el gobierno no encontró mejor personaje para conducirlo que Humberto Roque.

Roque Villanueva se hizo célebre por aquel gesto obsceno en marzo de 1995 cuando la mayoría priista aprobó en San Lázaro aumentar 50 por ciento el IVA.

Hay quienes dicen –él mismo– que no, que solamente gritaba ¡Zedillo!, ¡Zedillo! Al aprobar el alza del IVA a 15 por ciento, se mandaba al hambre a millones de personas y él era el líder de la mayoría priista en la Cámara de Diputados.

Si alguien se encargó de destruir al PRI con la satanización de un sector de ese partido y una agresividad insensata contra el PAN, fue Roque Villanueva al llegar de relevo en la dirigencia nacional priista.

Lo mandaron desde Los Pinos a presidir al PRI cuando desde la casa presidencial quitaron a Santiago Oñate Laborde, porque en la Asamblea nacional que éste presidió se aprobaron los candados para los candidatos presidenciales.

Roque no pudo quitar los candados. Y con su insistencia en golpear más a otros priistas y a sus aliados naturales (el PAN) que en defenderse de la oposición perredista, llevó a su partido a la derrota histórica de 1997, cuando el PRI perdió la mayoría en la Cámara de Diputados.

No fue una estrategia para abrir el sistema y dotarlo de equilibrios, pues el entonces presidente Zedillo fue a la sede nacional del PRI a pedirles a los candidatos y dirigentes priistas “necesito mi mayoría” para gobernar.

Roque se enfrascó en una guerra absurda contra el PAN y contra los propios priistas. Le abrió camino al entonces partido del “no”, el PRD, que ganó abrumadoramente el Distrito Federal y se convirtió en la segunda fuerza política del país.

Cuando perdió la elección intermedia, Roque Villanueva fue despedido de la presidencia del PRI por el mismo que lo puso. Fue relevado por Mariano Palacios Alcocer. Luego éste fue cambiado por José Antonio González Fernández y después éste, a su vez, fue relevado por Dulce María Sauri. Eran los tiempos de la “sana distancia” entre el PRI y Los Pinos. Otra de las mascaradas a las que se prestó Roque Villanueva fue a la elección para nombrar al candidato presidencial del PRI en 1999.

Se armaron de tal forma las elecciones que Madrazo, Bartlett y Roque no ganaron ningún distrito, y vimos el robo de urnas a punta de pistola (fotografía de portada en Proceso).

El ganador por unanimidad de distritos fue Francisco Labastida, luego derrotado por Vicente Fox en una elección de verdad.

Con toda seguridad Roque tiene sus virtudes, pero no son las que se necesitan cuando el gobierno requiere credibilidad y caras nuevas.

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