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No podemos sobrevivir sin esperanza

Estos últimos años no han sido fáciles por los problemas ocasionados a la salud física y emocional de los humanos. Las estadísticas sobre depresión, divorcios, pérdidas, duelos no resueltos —y un triste etcétera— lo confirman.

Como si fuera poco, vivir está resultando imposible. Tuve que mudarme y hablé en mis redes sobre lo difícil que es ahora pagar una renta, pues han subido un 60% en los últimos meses, junto a la comida, los carros y, en general, todo. Pensé que era solo en Miami. ¡Qué ingenua! Un millón de personas han visto mi post. En los comentarios, hay gente escribiendo desde el mundo entero, contando lo mismo en sus ciudades o países.

Viendo al periodista Óscar Haza tratar el tema, sí que perdí la esperanza. Su invitado “experto” aseguró lo siguiente: “Las casas no van a bajar, hay que trabajar más y buscar dinero”. También aseguró que en Miami hay personas que han comprado casas millonarias “en efectivo”. Insistió en que “hay que ganar más, la vida no bajará”. Y yo pensaba: ¿en qué “trabajan” esos millonarios que tenían millones en efectivo? Seguramente, no trabajan más que yo cada día.

Por lo general, los expertos que bregan con estadísticas y números son analfabetos emocionales. Quería meterme en la televisión y decirle: “¿Usted sabe lo que significa la palabra esperanza? ¿Ha leído que es lo primero que pierden las personas cuando sufren una depresión profunda y con ideas suicidas? Señor analfabeto emocional, ellos han perdido la esperanza. Se sienten atrapados y sin salida, en un túnel oscuro. No ven nada bueno al final y usted se lo está reforzando”.

El mundo necesita esperanza, poder soñar que un día acabará este maldito virus, que solo nos ha enseñado lo terrible que es estar solo en un hospital, quizás en cuidados intensivos entubado, sin poder decir adiós a los seres amados, anémicos de amor y enfrentados al terror de morir sin volver a verlos.

Nuestro sistema inmunológico no puede ayudarnos a salir de este caos, porque para ello necesitamos entender, de una vez por todas, que los seres humanos no pueden sobrevivir sin esperanza. Tampoco sin apoyo emocional, y mucho menos sin contacto con los seres amados, sin relaciones significativas.

Creo que no solo el señor de la televisión es un analfabeto emocional. Sé, porque que he luchado más de 40 años contra esta sociedad constituida por millones de analfabetos emocionales, que lo psicológico, las relaciones humanas y la educación para la vida, pocos la toman en cuenta.

La mayoría de los terráqueos solo quisieran tener millones de dólares en efectivo, sin importar su procedencia, para “vivir bien”. Y lo que les pase a los demás, no les incumbe. Ante tanta injusticia e ignorancia, solo me queda repetir lo que dice mi admirada Mafalda: “Paren el mundo, me quiero bajar”.

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