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Muchos en declive, pero otros mejor y mejor

Los estudiantes de casi todos los estados mostraron un declive en su rendimiento académico, según The National Assessment of Educational Progress (NAEP), conocido más comúnmente como “The Nacional Report Card” (Boletín Nacional de Calificaciones).

Al compararse los resultados de 2017 con los de 2019, se encontró que en 31 estados el 70% de los alumnos no está leyendo adecuadamente. Esa es la mala noticia.

La buena es que cuando se trata de estudiantes de bajo nivel socio-económico, Florida, Mississippi, Nevada, Indiana, Georgia, Nueva Jersey y Arizona se destacaron entre aquellos estados donde se ha registrado una mejoría significativa entre 2003 y 2019. ¿Qué tienen en común? Variedad de opciones escolares.

Hace dos décadas y media, en Arizona solo el 10% de los estudiantes hispanos estaba leyendo a nivel. Hoy día, Arizona ha doblado esas cifras y figura en la lista de los diez estados con mayor crecimiento estudiantil del país, lo cual constituye un salto significativo.

De acuerdo a la doctora Lindsey Burke, una escritora y experta en políticas educativas, el crecimiento en Arizona es el resultado de prácticas copiadas de Florida, donde se adoptaron una seria de medidas que catapultaron los resultados.

Ideas como incentivos a los maestros y pluralidad de modelos educativos: escuelas charters, virtuales, magnets, becas para pagar la colegiatura de una escuela privada a través de reembolsos sobre contribuciones generadas por entidades privadas (tax credit scholarships), entre otros modelos, contribuyeron a cambiar la trayectoria de ambos estados.

Aunque Arizona se atrevió a mucho más. En 2011, fue el primer estado en implementar una Empowerment Education Accounts, o ESAs. Las ESAs permiten que los padres eludan escuelas gubernamentales mediocres y puedan mover a sus hijos a cualquier modelo educativo de su elección -incluyendo escuelas privadas, tutorías, terapias y servicios educativos especiales en caso de discapacidad-, sin que la falta de recursos económicos les impida tomar tal decisión.

La ESA, como instrumento de pago, equivale al 90% del monto total que le cuesta al estado educar cada pupilo. “Cuando los padres toman las riendas de la educación de sus hijos, la inversión monetaria se maximiza”, explicó la doctora Burke. “Hay cuatro maneras de gastar el dinero: se gasta el dinero propio en uno mismo, se gasta el dinero propio en alguien más, se gasta el dinero de otros en algo propio, o se gasta el dinero de otros en alguien más”, señaló.

Así, las ESAs toman el dinero que la familia contribuye a través de sus impuestos y se lo da de regreso, a fin de que lo invierta en el mejor vehículo/modelo para educar a sus hijos. De ahí que la administración de dichos fondos sea muy intencional y bien pensada.

Lo opuesto es que se tomen los fondos de otros (nuestros impuestos) y se los destine en alguien más (los niños). Esta última premisa supone que quien está a cargo de manejar los fondos no tiene su piel en el juego: no es su dinero ni son sus hijos.

“Lo que empezó como un pequeño departamento de educación, pasó a ser con el lanzamiento de The Great Society, una inversión que se ha cuadruplicado en tamaño y costo desde entonces”, agregó Burke. Pero, a pesar de la masiva inyección de capitales, la calidad de la educación no ha crecido en proporción a la inversión. Y ahí tenemos los resultados de 31 estados y sus dos tercios de población estudiantil para recordárnoslo.

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