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La industria de la tecnología y la diversidad de pensamiento

WASHINGTON — Cuando la Asociación de Tecnología de Consumo (CTA, por su sigla en inglés) anunció que Ivanka Trump (hija mayor y asesora del presidente Donald Trump) sería una de las oradoras principales de CES 2020, algunas de las personas que habían estado presionando para que hubiera más oradoras y más diversidad en general en la principal conferencia tecnológica del país protestaron.

Algunos, como Carolina Milanesi de Forbes, argumentaron que Trump era una mala elección porque carecía de conocimiento de la tecnología. “Hay muchas más mujeres que se dedican a la tecnología y son empresarias que podrían dar vueltas alrededor de Trump para ver cómo la tecnología afectará el futuro del trabajo”, escribió Milanesi.

En los medios sociales otros fueron más honestos: sostuvieron que la primera hija no debería tener un lugar en el escenario porque, bueno, es una Trump, y una Trump mujer, lo que le hizo ganarse algunos apodos bastante crudos y misóginos escritos por usuarios anónimos.

Sí, como señalan los críticos, Ivanka Trump no estaría en el escenario si no fuera la hija del presidente, su trabajo existe debido al nepotismo.

Pero Ivanka Trump trabaja sin cobrar un cheque. (Apuesto a que el ex vice presidente Joe Biden desearía poder decir lo mismo sobre el puesto de su hijo Hunter en la compañía energética ucraniana Burisma).

Y en lugar de diseñar un portafolio que comienza con accesorios o marcas (donde se cortó los dientes en el sector privado) Ivanka Trump se ha metido en algunos de los rincones menos glamorosos de la política gubernamental y a menudo aparece en eventos con el miembro más soporífero del gabinete de Trump, el Secretario de Comercio, Wilbur Ross.

En el escenario el martes con Gary Shapiro, jefe de la CTA, que pone en escena la convención de Las Vegas, Ivanka Trump no habló como la fashionista cabeza hueca que ven sus detractores.

Por el contrario, la mujer de 38 años habló de su falta de simpatía por los empleadores que despiden a los trabajadores y luego se quejan de que no tienen suficientes trabajadores calificados. Deberían haberse tomado el tiempo para “volver a capacitar” a esos trabajadores, argumentó. También abogó por las oportunidades de empleo para los ex presos y la necesidad de no abusar de la universidad de cuatro años como el boleto para el éxito profesional.

Su portafolio de fuerza laboral también la pone hombro a hombro con personas como el co-director general de Salesforce, Marc Benioff (a quien ella le mandó saludos el martes) y el director general de Apple, Tim Cook, cuyas empresas han firmado la Promesa de la Casa Blanca de los Trabajadores Estadounidenses. No es un mal aspecto para la campaña de reelección de Trump, aunque este conservador echa de menos los días en que la derecha se burlaba del “capitalismo de amigos”.

Hay otro ángulo de 2020 aquí. El Presidente de EU frecuentemente afirma que es un hombre que apoya a los trabajadores “olvidados” de Estados Unidos, y ahí está su hija criada en Manhattan defendiendo a los que no tienen educación universitaria.

Creo que enloquece a los que odian a Trump que Ivanka haya apoyado la fuerza laboral tradicional y haya hablado con la jerga torcida que rodea a los temas de capacitación, en lugar de mostrarse como una “Barbie” que ellos quieren que sea.

Por eso no quisieron que hablara en CES 2020, no querían que otras personas lo vieran.

Esta charla sobre la falta de conocimiento en la industria de Ivanka Trump, es un perfume barato para ocultar el hedor de la intolerancia izquierdista en la industria tecnológica. Solo pregúntenle a Brendan Eich, el ex director ejecutivo de Mozilla quien fue obligado a renunciar en 2014 después de que se supo que había donado mil dólares a una medida electoral en California en 2008 para limitar el matrimonio a un hombre y una mujer. Por cierto, los californianos votaron a favor de la medida, pero seis años más tarde el mundo de la tecnología encontró que la pasada oposición de Eich al matrimonio entre personas del mismo sexo era una ofensa capital corporativa.

El mundo de la tecnología hace mucho ruido sobre la promoción de la diversidad, pero no se aplica a la diversidad de pensamiento.

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