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Elección en la UNAM: uno (a) de tres

Hasta ahora el rector Graue ha sido eficiente en evitar que haya huelgas en la UNAM, y eso es muy poco para el potencial de nuestra máxima casa de estudios. Da tristeza que en nuestra alma máter la principal demanda al nuevo rector sea que haya seguridad en las instalaciones.

Graue en cuatro años no ha resuelto lo básico en cualquier plantel educativo: que a su comunidad no la asalten o sus miembros no estén expuestos a la violencia de vendedores de droga o supuestos anarquistas. Lo que hay en la Universidad, en ese terreno, no es “respeto a la pluralidad”, sino tolerancia a la delincuencia dentro de sus espacios.

Una verdadera tragedia que la mitad de los universitarios tengan como principal preocupación la seguridad, mientras sólo el 22 por ciento diga que el máximo reto del próximo rector o rectora es mejorar la calidad educativa (encuesta de Reforma, publicada el domingo 3 de este mes).

La importancia de la Universidad Nacional estriba en ser un motor de la movilidad social en el país, y en su capacidad de poner a una potencia media como México en el lugar que le corresponde en el concierto del conocimiento y la innovación.

Demanda general de la comunidad universitaria –y ofrecimiento de los aspirantes a rector–, debería ser la puesta al día con nuevas carreras y programas en el ámbito científico, pero resulta que no. Que el problema es la violencia y la delincuencia. Enrique Graue no ha solucionado todavía la apropiación del auditorio Justo Sierra por una mafia narcopolítica. El jurista Pedro Salazar, aspirante a rector, hizo un alegato en defensa de la autonomía, durante una entrevista con nuestro compañero Héctor Jiménez Landín. Eso tampoco debería ser materia de discusión.

Lástima por la comunidad universitaria, preocupada por la inseguridad y la autonomía. Quiere decir que son dos amenazas latentes.

Para la socióloga Angélica Cuéllar, directora de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, aspirante también a la rectoría, lo principal es llevar a cabo una política de equidad de género y actuar contra el acoso y el hostigamiento.

-Fuera de eso, dame dos o tres ideas de lo que quieres hacer como rectora-, le preguntó Pascal Beltrán del Río, en Imagen. Angélica Cuéllar apuntó, en primer lugar, dar seguridad a través de nuevas estrategias no punitivas, y construir una política preventiva en el entorno de los espacios universitarios.

Luego, la preocupa el problema del consumo de alcohol y otras sustancias, para lo cual también ofrece diagnósticos.

Enrique Graue, actual rector y aspirante a repetir en el cargo, dice como parte medular de su discurso –en entrevista con Jiménez Landín– que “hay que tener confianza en el transatlántico de AMLO”. Busca, pues, afianzarse como el candidato del oficialismo a la rectoría de la UNAM. A partir del lunes la Junta de Gobierno conocerá los programas de trabajo de los candidatos, en los que seguramente habrá énfasis en el aspecto académico. Los tres son brillantes en su campo, aunque Graue tiene en contra estar ofreciendo soluciones a lo que él debería haber resuelto en estos cuatro años, y no lo ha hecho.

Su apuesta se finca en ese tipo de mensajes, como el publicado por Jiménez Landín aquí en El Financiero: reiterar que él es tripulante esencial del “transatlántico” del Presidente. La apariencia importa para impresionar a la Junta de Gobierno. O no. Es su carta.

La doctora Cuéllar, favorita de la comunidad universitaria, también es cercana a Morena, lo cual no debe ser obstáculo en su postulación. Tiene, indudablemente, cercanía con personas de peso en el gobierno federal, como Zoé Robledo, a quien se le augura una prometedora carrera dentro de la 4T.

Pedro Salazar, director del Instituto de Investigaciones Jurídicas, salió como un aspirante poco conocido según la encuesta de Reforma, lo que no demerita su sólida formación académica, independencia de criterio y capacidad para salvaguardar la autonomía universitaria, sin confrontaciones estériles. Como lo dijo en la entrevista, se compromete a generar seguridad en la UNAM sin olvidar su quehacer medular, que es netamente académico. De entre ellos tres saldrá el rector o rectora de nuestra Universidad Nacional para los siguientes cuatro años. La Junta de Gobierno tendrá que evaluar, más allá de los apoyos políticos que traen los aspirantes, su visión de futuro.

Esperemos que se elija a alguien que proyecte a nuestra UNAM hacia el mundo nuevo en que vivimos, con un mercado laboral distinto, y que mejore la calidad académica de facultades que han venido a menos. Que presente un programa académico moderno y ambicioso, y no se opte por un administrador inercial cuyo único mérito sea tener al alumnado en calma.

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