Aquí entre nos
junio 27, 2014 - 4:07 pm
A parte de enseñarnos algunos de los hábitos exóticos y no tan exóticos del proceso de cortejo y reproducción de los animales salvajes, el Discovery channel también ha servido para familiarizarnos con las estrategias de cacería de los depredadores más efectivos que habitan las selvas de este planeta.
Una de ellas, que ha probado su infalibilidad tanto entre cazadores solitarios como los que atacan en manada, es seleccionar como presa a un ejemplar que por cansancio, enfermedad o inexperiencia se ha separado del grupo y se encuentra aislado de los miembros del clan y no están en capacidad de defenderlo.
Para el cazador, este estado de distanciamiento e incomunicación es la primera ventaja que él tiene sobre su presa. En nuestra sociedad, al igual que entre las bestias silvestres, ocurre lo mismo. Según reportó Forbes, en Miami al Medicare y Medicad le facturaron fraudulentamente cerca de $237 millones de dólares durante el año 2011.
Las facturas provenían de compañías, en su mayoría fantasmas, cuyo blanco principal eran personas de la tercera edad. Los ancianos resultaban ser la clientela ideal pues sufrían de una salud debilitada, una mente –a veces- distraída y vivían muy frecuentemente en soledad. En otras palabras, eran carne presta para la rapiña. Esta rapacidad se extiende a otros ámbitos y a otras víctimas.
Tan pronto demostramos un poco de solvencia económica o cierta “independencia” financiera, al inmigrante, al estudiante universitario, a todos nosotros nos bombardean con promociones producidas por compañías de tarjetas de crédito.
Aprovechándose de la falta de educación financiera, la terrible desinformación imperante dentro de la comunidad hispana, abusando de la ausencia potencial de una red familiar y/o social que nos de soporte.
Los dueños del dinero plástico nos acorralan con un sencillo argumento que parece inofensivo, compre ahora y pague después. Las reglas de ese juego siempre están escritas en mini letritas usando un lenguaje lleno de siglas y acrónimos: APR, DPR (annual percentage rate, daily periodic rate), etcétera.
Así mismo, la explicación de la oferta y sus penalidades suele estar ubicada, y no por casualidad, en la parte trasera de una página tan visualmente saturada que da dolor de cabeza el leerla. ¡Por eso casi nadie la lee! Y eso, of course, es lo que busca el acreedor.
Los grandes capitales elijen un diseño gráfico sumamente intrincado, no por salvar un árbol al ahorrase la tirada de una segunda página donde aparezcan las letras en tamaño legible, sino para que uno pierda el interés por leer los diminutos términos presentados en una hoja de papel atiborrada.
Cualquier diseñador o especialista en mercadotecnia le puede confirmar esto, ya que está probado y más que comprobado que la densidad de la página afecta la motivación del lector.
Este viejo truco no pasa de moda. Los prestamistas hipotecarios y vendedores de bienes raíces que engatusaron a medio mundo cuando Las Vegas gozaba de su gran boom inmobiliario se lo saben de memoria.
Aquí entre nos, en esta jungla de concreto, hasta las pólizas de las aseguradoras tienen más rayas que un tigre, gracias a su arsenal de condiciones tan intrincadas como el diseño arriba mencionado.
Éstas últimas, menos inocentes que depredadoras, acumulan millones defraudando al consumidor. Así, pues, ¡mucho ojo! No se aparte de la manada y manténgase conectado e informado.