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Ahí viene la bola

Está revuelto el río nacional y los pescadores tiran sus redes para ver qué sacan, sin importar que de por medio vaya la estabilidad de México. O lo revuelven precisamente para eso: para descomponer y quedarse con los pedazos del país.

De parte del gobierno no se ve todavía una respuesta contundente frente al salvajismo de autoridades coludidas con el narcotráfico, ni se percibe una reacción política ante la bola de nieve que se nos viene encima.

La huelga del Politécnico, más el paro en 29 planteles universitarios del Distrito Federal (DF), van a confluir con las manifestaciones que desde distintos puntos del país vienen a la capital a fines de la próxima semana, a protestar por las desapariciones de normalistas en Iguala.

Se trata de una bomba preparada para estallar, y si no se actúa con prontitud y precisión, la explosión nos va a costar la estabilidad política y económica que nos ha dado la democracia.

Ya lo dijo López Obrador esta semana en Nueva York: lo que se necesita es derrocar al gobierno, “pacíficamente”, añadió. Y eso se logra con manifestaciones como las que se preparan para desarrollarse en el DF a partir del domingo 26.

Todos los actores políticos estarán a prueba en las siguientes semanas, empezando por el presidente y el secretario de Gobernación.

¿Cómo van a desactivar el movimiento de protesta por los hechos de Iguala, sumado a los universitarios del DF, sin que se incendie la pradera?

Tanto Peña Nieto como Osorio Chong tienen experiencia y oficio político. Más nos vale que les alcance.

Es que no se trata únicamente de que conozcamos qué pasó con los normalistas de Ayotzinapa en Iguala, sino cómo se va a castigar a los responsables y qué medidas eficaces, a la vista de todos, se van a tomar para evitar que ese tipo de sucesos se repitan.

La intervención del gobierno federal debe ser contundente, ejemplar y desde luego legal. No se ha visto mayor acción hasta ahora, y queda poco tiempo.

Ante la bola de nieve que se está armando y que nos puede caer encima, los gobernadores deberían jugar un papel fundamental y, salvo excepciones, no tienen el talento que se requiere.

Necesitan frenar en sus estados los actos de protesta que se gestan. Que no lleguen al DF. Pero Guerrero no puede, Oaxaca menos y Michoacán tampoco. Suficiente con esos tres para armar una trifulca en la capital del país, unidos a los estudiantes en paro.

Es evidente que los pescadores en el río revuelto, y expertos en revolver ríos, quieren que el conflicto universitario en el DF vaya en aumento y van a descalificar cualquier respuesta del gobierno ante la crisis.

Si no pueden tirar al gobierno, como es el deseo manifiesto del líder de Morena, sí les podría alcanzar para destruir la carrera política del principal adversario de López Obrador en la izquierda, Miguel Ángel Mancera.

¿Qué va a hacer Mancera, jefe de Gobierno de la capital, ante una multitud que intente replicar “pacíficamente” en las calles del DF lo que ha hecho en Chilpancingo?

Más nos vale que no lleguemos a esa situación, y que los dirigentes del gobierno pongan en práctica la virtud que los llevó de regreso a Los Pinos: el oficio político.

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