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A solas con Miguel Díaz – PARTE II

En la primera parte de nuestra entrevista, Miguel contó sus inicios en el mundo del boxeo, de su inconclusa carrera sobre el ring, de sus intentos por ser abogado, y de su salto al mundo de los mayores, donde hizo de todo en busca del peso que le diera de comer. Un tiempo después, ya casado con Felicia Noemí, y siendo padre de Patricia y Miguel de 4 y 5 años, sigue la interesante historia

En esta charla informal me contó, “aterrizamos en Los Ángeles, California, donde comencé de lavaplatos en un restaurante y de ahí fui creciendo”, dijo. El teléfono vuelve a interrumpir su relato. Alguien lo llama de Puerto Rico, “vos seguí preparando al pibe, que si no es en esta velada, será en la próxima”, le dice a su interlocutor, de quien se despide para retomar la conversación. “En esa época, cuando salía del laburo, me iba a jugar al fútbol con un equipo de argentinos. En 1972, escapando a un terremoto fuertísimo que había ocurrido en Los Ángeles, llegamos a Las Vegas”, recuerda, mientras hace memoria de lo difícil que le fue conseguir trabajo en su profesión de Maitre D, en algún restaurante gourmet.

“Por aquellos días, esta ciudad tenía 150 mil personas, casi todo era casinos, y los habitantes comíamos en los restaurantes y buffets”, termina diciendo, mientras el mesero nos sirve otro café. “Un día, fuimos a comer con la familia a Viva Zapata, un restaurante mexicano muy famoso en la ciudad, y observé moverse al Chui, un mesero que corría como boxeador”, recuerda Miguel, al que le ofrece ayudar a entrenarse en el gimnasio de Johnny Tocco, que (por esos días) era el único que existía en nuestra ciudad, con quien entabla una relación profesional. “Así fue mi incursión como entrenador de boxeo, y lo que desembocaría años después en mi actual profesión”, continúa diciendo Miguel Díaz.

Un tiempo después, Miguel consigue que Pedro Décima (uno de sus discípulos) consiga su primer campeonato del mundo. Desde ese momento, la carrera profesional de Miguel no se detuvo. Después vinieron las grandes historia que pocos conocen como cuando Tito Lecture (empresario y promotor del boxeo argentino), vino con Víctor Galíndez a pelear la revancha con Rossman”, y el día del pesaje estaba 7 libras por encima del límite. Esa noche anterior a la pelea, hicimos abrir el sauna del Caesar’s Palace, para que al día siguiente diera el peso, con las terribles consecuencias que esto provocaría en su cuerpo. Esa misma tarde, un par de horas antes de la pelea, Lecture recibió un telegrama de Mandri Galíndez, quien le decía que: Si las autoridades no eran de la WBA, la pelea no se hacía” dice Miguel Díaz, quien no para de recordar anécdotas de los campeones de aquella época.

“La noche anterior a su operación de corazón, “El intocable” Nicolino Locche, (como se lo conocía en el mundo entero, por su habilidad de esquivar los golpes del rival), consiguió que un amigo le trajera un cigarrillo que lo escondió debajo de la almohada. Cuando entró la monjita que estaba de guardia, le preguntó a Nicolino que buscaba encender el cigarrillo “Que hace Locche con ese encendedor en la mano?”, a lo que éste le respondió “Es que quiero encenderle una vela a la virgencita”, le dijo, lo que nos provocó una risa, con mezcla de picardía y nostalgia.

Como no podía ser de otra manera, la conversación nos llevó a querer saber detalles íntimos de su profesión como Cut Man, y esto fue lo que nos dijo: “Yo he trabajado con 36 campeones mundiales, de los cuales tengo 9 que yo entrené. A algunos los he vendado y a otros les he trabajado los cortes”. “Lo que se debe lograr por todos los medios, es que la inflamación del ojo, después de recibido un golpe no se agrande. Hay que aplicar hielo para desinflamar antes que el ojo se cierre. Yo voy a la pelea como si el tipo ya se cortó, en mi rincón tengo mi ácido bórico, dos anticoagulantes llamados Trombin y Avatine, adrenalina al 1 x 1000, porque si uso al 1x 500, esta puede entrar en el torrente sanguíneo y producir un paro cardíaco”. Estos son los productos que están legalmente permitidos para tratar boxeadores a nivel mundial. Para terminar, me dijo, “Te tengo que dejar nene. Te veo el Sábado en la entrega de los premios en El Salón de La Fama”. Me dio un abrazo y un beso en la mejilla, y se fue con sus 70 y pico de años, saltando la soga y haciéndole sombras a la vida, a la que ha sabido pelear en cada round.

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