La amarga carrera de Messi en la selección argentina
julio 1, 2016 - 11:55 am
Hay un viejo dicho que escenifica una cantidad de situaciones: lo que empieza mal, termina mal. La carrera de Messi con la selección absoluta de su país, tristemente, le podría dar más razón a eso.
Corría el año 2005, y el joven Lionel Messi, recién cumplidos 18 años, se paraba de la banca de suplentes, se quitaba el peto y oía atento las indicaciones de José Néstor Pékerman. El rosarino haría su debut en la Argentina de mayores –pues ya se había fogueado en el suramericano sub-20 de ese año– a los 63 minutos en un duelo amistoso contra Hungría. Salió al campo en reemplazo Lisandro López, pero no duró ni un minuto en la cancha. A los 47 segundos, después de un agarrón con un rival, Messi vio la tarjeta roja.
Fue un terrible debut para el que unos cuantos años más tarde sería el mejor jugador del planeta, el que ganaría cinco Balones de Oro, gritaría más de 500 veces gol y levantaría 30 trofeos. Pero a pesar de esa treintena envidiable para cualquier jugador, a Messi aún le faltaba añadir un título grande para la Argentina.
En 12 años, sólo pudo ganar un mundial sub-20 y unos Juegos Olímpicos. Un idilio para muchos, pero no para Messi. No bastaron 113 apariciones con la selección para que gritara victoria en un torneo internacional de alto calibre, como una Copa América o un Mundial. Y ahora, cuando no pudo sobrellevar más ese palmarés internacional exiguo, el mundo se lamenta de que quizás no juegue su partido 114.
Porque Messi renunció a su país luego de cuatro descalabros en finales, tres de ellos seguidos, luego de las críticas recibidas por no ser el mismo del Camp Nou, de la presión que lo reclamaba como el responsable de volver a llevar a Argentina a la cumbre futbolística. Todo resultó siendo demasiado.
Y es que ese desfogue de sentimientos que medio mundo vio cuando rompió a llorar en la final de la Copa América Centenario no se había visto en Messi ni siquiera cuando perdió el Mundial del 2014.
Primer mundial, primera final perdida
Entonces llegó el accidentado debut de Messi en la selección de mayores. Un suceso que seguro lo marcó a él, pero que no representó mucho en su momento. Esto porque Argentina tenía un avezado plantel con el que reclamaba favoritismo para el Mundial del 2006.
Con Riquelme a la cabeza, Argentina empezó con un aplastante 6-0 frente a Serbia y Montenegro. Messi marcó el sexto. Pero en los cuartos de final, sería doblegada en los penales por el anfitrión, Alemania. Messi no jugó ni un minuto ese partido por disposición del técnico Pékerman.
Pero la primera frustración no fue aquella derrota. Llegó un año después, en la Copa América celebrada en Venezuela.
Después, llegó la Copa América del 2011, precisamente llevada a cabo en Argentina, donde Messi pudo tener otro chance para la reivindicación. Pero el funcionamiento del equipo nunca cuajó con el nuevo entrenador, Sergio Batista, y Argentina fue humillada en cuartos de final contra Uruguay, que se coronó campeona en esa edición.
Brasil 2014: la reivindicación definitiva
Pasaron tres años y dos Balones de Oro más hasta llegar al próximo gran reto del rosarino: el mundial de Brasil. En una madurez plena, no sólo de él sino de ese mismo plantel que lo acompañó desde el suramericano del 2005, Argentina llegaba con la carga del favoritismo. Había llegado como la mejor selección de Suramérica según la clasificación previa, y Messi estaba en un estado de forma inigualable.
De hecho, en los primeros juegos, el rosarino salvó a su equipo con sendas jugadas y un par de anotaciones. Argentina dejó atrás a Suiza, Bélgica y con sufrimiento a Holanda, para llegar a una final continental luego de 24 años de sequía. Frente a ella tenía a la Alemania que vapuleó a los anfitriones 7-1 en semifinales.
Pero el fantasma de la tragedia volvió a aparecer y de nuevo Messi nada pudo hacer para evitar una segunda conmoción. Alemania se coronó campeona con un gol en tiempo añadido de Mario Götze. Segunda final perdida para la Pulga.
Chile primero. Chile después. La estocada
Pero la revancha llegó en el 2015, cuando se disputó la Copa América de Chile. Argentina no empezó muy sólida, pero fue de menos a más y en semifinales le metió 6 a Paraguay. Su rival para la gran final, Chile, había ganado con lo justo a una aguerrida Perú.
Así que correrá por cuenta de los historiadores y coleccionistas de datos relatar que después de 113 partidos, tres mundiales, cuatro Copas América, 55 goles, de los superlativos del Messias y del Pechofrío, de las críticas, de los elogios, de la presión y de todo, el mejor jugador de su tiempo abandonó el intentar de nuevo conseguir la gloria para su país. Quizá ya padeció lo suficiente.