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¿Puede un análisis de sangre anual detectar el cáncer mientras es curable?

Actualizado February 22, 2023 - 3:05 pm

A pesar de los esfuerzos realizados durante décadas en la lucha contra el cáncer, solo se dispone de pruebas de detección para cinco tipos de esta enfermedad, lo que representa menos de un tercio de todos los casos.

¿Qué pasaría si una prueba pudiera detectar docenas de tipos de cáncer usando una sola muestra de sangre?

Las innovaciones en genética y computación, que permiten detectar minúsculos fragmentos de material genético desprendidos por las células cancerosas con una “biopsia líquida”, o extracción de sangre, están abriendo un nuevo frente en la batalla.

“Las técnicas de vanguardia sirven de ventana para detectar a tiempo el cáncer y hacerse una idea de su procedencia”, afirma el doctor Ash Alizadeh, que dirige el Programa de Genómica del Cáncer del Stanford Cancer Institute.

La prueba es prometedora, pero también peligrosa. Por ejemplo, según Alizadeh y otros expertos presentes en la reciente Precision Medicine World Conference hecha en Santa Clara, California, aún no hay pruebas de que descubrir a tiempo las malas noticias vaya a prolongar la vida. Y la prueba podría ser perjudicial, añaden, si las personas reciben tratamiento para cánceres que de otro modo nunca les habrían afectado.

Una empresa ya está comercializando su análisis de sangre, y hay otras pruebas en proyecto. En el marco del programa Cancer Moonshot del presidente Joe Biden, National Cancer Institute tiene previsto evaluar el valor de estas pruebas. Llevará a cabo un estudio de cuatro años y 75 millones de dólares con 24 mil personas. En función de los resultados, podría ampliar el ensayo a 225 mil voluntarios.

Biopsias líquidas

Actualmente no existen pruebas de cribado para los cánceres letales de páncreas, ovarios, estómago y otros órganos. Solo existen pruebas de cribado para los cánceres de mama, cuello uterino, colorrectal y pulmón, y el de próstata se recomienda de forma individualizada. Se necesita una prueba distinta para cada tipo de cáncer.

Las formas actuales de cribado del cáncer buscan células anormales o bultos de tejido sólido. Por ejemplo, los cánceres de mama y pulmón se detectan usando radiografías. El cáncer de cuello de útero se detecta tomando muestras de células. El cribado del cáncer de colon usa una colonoscopia o un análisis de heces para buscar pólipos. Para detectar el cáncer de próstata, los médicos buscan bultos o niveles elevados de proteínas.

El objetivo de las biopsias líquidas, un campo llamado detección precoz multicáncer, es detectar simultáneamente varios tipos de cáncer en fases tempranas, cuando hay más posibilidades de éxito en el tratamiento, e integrar esta prueba en la atención médica habitual.

El concepto se basa en un descubrimiento que los científicos hicieron en la década de 1940: Cuando las células envejecen y mueren, vierten su material genético al torrente sanguíneo. Las células cancerosas se comportan del mismo modo.

Obtener una muestra de sangre es fácil, barato y no invasivo, sobre todo si se compara con pruebas de cribado como mamografías, colonoscopias o tomografías computarizadas. Pero, hasta hace poco, había un obstáculo técnico: era casi imposible distinguir el minúsculo número de indicios de cáncer del ADN sano, más abundante, que también circula por la sangre.

“Es el problema de la aguja en el pajar”, afirma Alizadeh.

En busca de biomarcadores

Dos avances tecnológicos están cambiando el panorama. El primero es la genómica. Unas herramientas de secuenciación genética más económicas, rápidas y eficaces pueden revelar las características moleculares únicas del ADN vertido en la sangre por las células tumorales.

Un método llamado secuenciación génica de alto rendimiento “puede secuenciar millones y miles de millones de moléculas de ADN en una sola muestra para buscar moléculas mutantes”, explica el doctor Maximilian Diehn, oncólogo radioterapeuta de Stanford Medicine especializado en el tratamiento de cánceres de pulmón.

El segundo son los avances en informática, llamados bioinformática. Cuando se dispone de millones y miles de millones de datos”, explica Diehn, “hay que averiguar cómo hacerlo: ¿Cómo interpretarlos?”.

No es necesario encontrar una célula cancerosa real. En lugar de eso, los científicos buscan señales llamadas “biomarcadores”. El biomarcador más común se llama metilación, una señal de que el ADN fue alterado. También pueden buscar mutaciones específicas o signos de cromosomas de más o de menos, lo que se llama aneuploidía. O pueden buscar proteínas ominosas. Un nuevo estudio del ingeniero biomolecular Daniel Kim, de la Universidad de Santa Cruz, muestra que ciertos tipos de ARN también podrían indicar la presencia de cáncer.

Detectar indicios de cáncer a partir de un análisis de sangre es solo un primer paso. Lo ideal sería que el análisis genético revelara también el órgano que es la fuente del cáncer.

Aunque se calcula que unas 20 empresas y laboratorios académicos trabajan en esta nueva forma de detección del cáncer, dos empresas han llamado la atención por la enorme cantidad de dinero que han recaudado y los pesos pesados de la ciencia que dirigen sus investigaciones o forman parte de sus concejos asesores.

La líder es la empresa biotecnológica GRAIL, con sede en Menlo Park, que ya ofrece su prueba de 949 dólares, disponible con receta médica, a personas mayores de 50 años y otras con un riesgo elevado de cáncer. Su tecnología fue impulsada por el doctor Richard Klausner, exdirector de National Cancer Institute.

Una empresa llamada Exact Sciences, con sede en Wisconsin, está terminando el desarrollo de una prueba que busca no solo uno, sino cuatro biomarcadores diferentes. Su herramienta para detectar el cáncer de hígado, diseñada por un equipo de élite de científicos afiliados al Johns Hopkins Medical Center, ya ha obtenido el estatus federal de “dispositivo innovador”, consiguiendo un proceso de revisión acelerado.

Un sinfín de retos

Las biopsias líquidas ya se usan para guiar el tratamiento de personas con cáncer confirmado. Ayudan a monitorear la propagación del cáncer a otras partes del cuerpo, identificar los cambios genéticos o mutaciones de un tumor, determinar qué tratamientos farmacológicos pueden ser más eficaces para pacientes concretos y revelar si los tratamientos están funcionando.

Pero usar esta prueba para el cribado del cáncer plantea problemas éticos, prácticos y económicos. Esto se debe a que aún no se ha demostrado que la prueba mejore los resultados de los pacientes. A los expertos les preocupa que a algunas personas se les diga que tienen una “señal de cáncer” -lo que desencadenaría ansiedad y más pruebas- solo para que luego se les diga que era una falsa alarma.

“El problema es que se pueden medir en exceso cosas que nunca afectarán a la salud de la persona”, afirma Kathryn Philliips, catedrática de Economía de la Salud e Investigación de Servicios de Salud de la Universidad de California en San Francisco. “Muchas veces repercute en la calidad de vida”.

Con estas preocupaciones, las pruebas aún no han pasado el filtro de los responsables que establecen la política de pagos de Medicare y otras aseguradoras.

Según un análisis de H. Gilbert Welch, de Brigham and Women’s Hospital de Boston, si se ofrecieran anualmente a los 60 millones de beneficiarios de Medicare del país, las pruebas costarían unos 60 mil millones de dólares al año. Esto supondría un aumento del siete por ciento en los gastos de Medicare, que se trasladaría a los contribuyentes en forma de primas más elevadas.

“Tenemos que ser buenos administradores de esos dólares y no dar luz verde de inmediato a la aprobación de estas pruebas de un modo que podría llevar a Medicare a la bancarrota”, dijo Alizadeh. “Las herramientas deben ser más precisas y los resultados más concretos para que podamos extenderlos a cientos de millones de estadounidenses”.

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