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Economía: la desconfianza es el enemigo

Afortunadamente tenemos un Banco de México autónomo que asume su papel y pide que se programe un ajuste al gasto público para hacer frente a la volatilidad cambiaria y a la caída de los precios del petróleo.

Tranquiliza que Carstens alce la voz ante los barruntos de zozobra derivados de un peso casi a 20 por dólar y con la baja vertiginosa de los ingresos petroleros.

Pero hay que agregar preocupaciones que, sin ser economistas, tienen la mayoría de los ciudadanos de a pie. Antes que rescatar a Pemex con recursos de los contribuyentes, el gobierno nos debe una explicación sobre lo que ha pasado con la economía en estos tres años, en que la deuda sube y el gasto en inversión baja.

Son cosas distintas, obviamente, pero la esencia es la misma: ¿por qué se gasta en lo que se gasta? Que nos lo digan.

Seguramente hay una razón por la cual nos endeudamos más y se invierte menos, pero no ha sido suficientemente explicada. Y de ser necesario, corregida.

Ayer mismo se dio a conocer que en 2015 el gobierno gastó 156 mil millones más de lo presupuestado por el Congreso. La pregunta es, ¿en qué? Ese “desliz” es superior a lo que arrojaría una reforma fiscal que ponga IVA a medicinas.

Hay que sumar a lo anterior que la deuda ha crecido más de diez puntos porcentuales con respecto al PIB en tan sólo tres años.

En el sexenio anterior la deuda equivalía a cerca de 34 puntos del PIB y ahora es igual a 45 puntos del PIB.

¿Dónde está esa deuda? No se ven los aeropuertos, los puertos, carreteras, grandes obras hidráulicas, trenes, universidades, y sin embargo nos hemos endeudado en un trienio por encima de los diez puntos del PIB.

En los sucesivos informes de gobierno se ha reiterado que todas las obras de la administración se harían sin deuda. Incluso se llegó a ofrecer que creceríamos con déficit fiscal de cero.

Tenemos un déficit fiscal del 4.1 por ciento del PIB y el crecimiento es insuficiente, sin crisis como en 2013, y con crisis global en 2014 y 2015.

El manejo de la economía y las reformas han sido eficaces si nos comparamos con potencias similares o mayores, como Brasil y Rusia, y desde luego también estamos mejor que Argentina, Chile y hasta Sudáfrica.

Pero lo anterior no borra la preocupación acerca de la deuda y de los excesos en los gastos del gobierno.

Además, las finanzas públicas siguen petrolizadas, pues el gasto gubernamental depende en 32 por ciento de las exportaciones petroleras. Teníamos el barril a 80 dólares y ahora lo tenemos en 20.

Se tienen que tomar medidas. Anunciarlas desde ya, como pide el Banco de México, porque no se necesita ser economista para entender que un dólar a 19 pega en inflación, que la deuda es mala si va a gasto corriente, y que la caída en los ingresos petroleros desestabiliza las finanzas públicas.

Y si ante eso no hacemos nada convincente, la desconfianza ganará terreno.

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