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El COVID-19 en Venezuela, una bomba de tiempor

Según las estadísticas oficiales de Venezuela, el país tiene una de las tasas de mortalidad de COVID-19 más bajas del mundo. Sin embargo, la realidad es que la pandemia del coronavirus en Venezuela es una bomba de tiempo a punto de explotar.

A juzgar por lo que me dijo en una entrevista el presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela, Juan Guaidó, quien es reconocido por Estados Unidos y más de 50 países como el presidente legítimo de su país, Venezuela “está a las puertas de una catástrofe”. Gran parte de la población carece de jabón para lavarse las manos, y muchos hospitales no tienen ni siquiera agua corriente, me dijo.

Según el régimen del presidente Nicolás Maduro, Venezuela tenía solo 10 muertes por coronavirus el 27 de abril. En comparación, Brasil tenía 4,205 muertes por COVID-19 para esa fecha, México 1,351, Perú 728, Ecuador 576, Colombia 243, Chile 198, Argentina 186, según el sitio de internet Ourworldindata.org de la Universidad de Oxford.

En relación a su población, el régimen venezolano afirma tener solo 0.35 muertes por COVID-19 por cada millón de habitantes. En comparación, Brasil tiene 21 muertes por COVID-19 por millón de habitantes, México 11 y Argentina 4.3, según Ourworldindata.org.

Cuando le pregunté a Guaidó sobre las cifras de muertes de COVID-19 del régimen venezolano, respondió que “no tienen ninguna credibilidad”.

Guaidó admitió que, al igual que Corea del Norte o Cuba, Venezuela tenía la ventaja relativa de estar prácticamente aislada del resto del mundo cuando comenzó la pandemia. Ya antes de la pandemia, los vuelos internacionales a Venezuela ya se habían desplomado a un 10% de los que habían hace dos o tres años, me dijo.

Asimismo, la escasez generalizada de gasolina en Venezuela ha detenido casi por completo los viajes dentro del país, lo que podría haber ralentizado la transmisión del virus. Increíblemente, Venezuela tiene las mayores reservas de petróleo del mundo, pero tras dos décadas de populismo radical se ha destruido la industria petrolera, y ya no hay ni gasolina en el país.

Pero, cualesquiera que sean las cifras reales de muertes de COVID-19, existen razones poderosas para temer un gran desastre humanitario, me dijo Guaidó.

Primero, la mayoría de los venezolanos carece de agua corriente y jabón, los ingredientes básicos para lavarse las manos que son esenciales para detener la propagación del virus. Según una encuesta de la Asamblea Nacional del 26 de abril, el 78% de los venezolanos no recibe agua de manera regular.

En segundo lugar, los hospitales están semidestruídos. Un 47% de los hospitales de Venezuela no tienen agua corriente continua, y casi el 80% de los hospitales no tienen suficiente jabón, me dijo Guaidó.

“El J.M. de los Ríos, que es el principal hospital pediátrico de Venezuela, ubicado en Caracas, estuvo nueve horas sin luz”, me dijo Guaidó. “Las enfermeras no tienen cómo llegar a sus puestos de trabajo porque no hay gasolina ni transporte público”.

Tercero, Venezuela realiza solo 100 pruebas de coronavirus por día, lo cual es casi nada, señaló Guaidó. Y en todo el país hay solo alrededor de 300 ventiladores, de los cuales solo 83 están en hospitales estatales, dijo.

Si el COVID-19 se extiende en Venezuela, saturará casi de inmediato el sistema de salud, me dijo Guaidó.

Ahora, más que nunca, Venezuela necesita un gobierno de transición para restaurar la democracia y abrir las puertas a la ayuda internacional, porque la mayoría de los principales países no querrán enviar dinero a una dictadura corrupta, agregó.

Mi conclusión después de hablar con Guaidó y otros venezolanos es que la dictadura de Maduro probablemente no cuenta muchas muertes por COVID-19, y las clasifica como causadas por neumonía u otras enfermedades. También es probable que COVID-19 haya sido más lento en llegar a Venezuela debido a su aislamiento externo e interno.

Pero lo cierto es que la Organización Panamericana de la Salud estima que América Latina está actualmente seis semanas por detrás de Europa en la propagación de COVID-19. Si ese es el caso, el desastre del sistema de salud en Venezuela hará que pronto se convierta en la mayor catástrofe de COVID-19 en el hemisferio occidental.

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