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¿Hacia dónde debe mirar la educación en EEUU?

En el sector educativo de Estados Unidos se ha levantado mucho viento, debido a la publicación de los resultados del Programa Internacional para la Evaluación del Estudiante o Programme for International Student Assessment (PISA, por sus siglas en inglés). Este mide el conocimiento en matemáticas, lectura y ciencias, en alumnos de quince años provenientes de todas partes del mundo.

Según Lauren Camera, escritora especializada en educación, los estudiantes de Estados Unidos no demostraron ninguna mejoría: “U.S. Students Show No Improvement in Math, Reading, Science on International Exam”. Y lo que es peor, la brecha entre estudiantes pobres y ricos ha ido creciendo.

En Finlandia, un país con población estudiantil diversa (20%), los resultados de PISA fueron acogidos con indiferencia. Cuando de PISA se trata, Finlandia ha sido líder, junto con Estonia, Singapur, Japón y Taipéi. Hoy día, China es el número uno, pero al igual que en los países asiáticos aquí citados, logra su estatus gracias a la imposición de horarios largos y cargantes. Por el contrario, en el país nórdico, las clases empiezan a las diez y terminan a la una, según el diario “El País”.

En Finlandia, la educación se basa en el aprendizaje por proyectos, cuyo pilar es el maestro. Este goza de una preparación profesional muy por encima del promedio universitario, a lo que se suma una gran reputación y la confianza de los padres. Esto se traduce en una autonomía didáctica sin precedentes, si se le compara con la tibia libertad otorgada a los maestros en Estados Unidos. Aun así, los docentes escandinavos no escapan a la supervisión regular de sus compañeros.

¿Qué más hacen los finlandeses de forma diferente? Pues, cada diez años se revisan los currículos (para seguir avanzando en la innovación), no se toman exámenes, no se ponen notas hasta el noveno grado y no se asignan tareas. Tampoco se encierra al niño entre cuatro paredes, pues el 95% de los proyectos se realizan afuera: ayuntamiento, parques, museos, etcétera. Es allí, en los espacios abiertos, donde se aprende.

No hay una clase de matemáticas de tal a tal hora, seguida por otra de ciencias ofrecida por separado. ¡No! Se aprende colectiva y colaborativamente, entrelazando en un proyecto todo el saber al mismo tiempo. Se aplican las ciencias, las matemáticas, la historia —y cuanto tema multidisciplinario sea necesario—, a fin de que el estudiante sea protagonista de su propio progreso y encuentre soluciones a los problemas por sí mismo.

Este modelo se parece al practicado en las escuelas Montessori, que existen en Estados Unidos y Puerto Rico, pero no es el modelo de ley. Si lo fuera, todas las escuelas tendrían que adoptarlo, como es el caso de Finlandia. ¿Y por qué no? Al parecer, la idea está dando excelentes resultados.

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