El coronavirus está fuera de control en el país y el encargado de contenerlo se encuentra absolutamente extraviado.
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Aquí hay una noticia que pasó casi desapercibida en medio de la pandemia de COVID-19 y las protestas raciales en Estados Unidos, pero que merece atención: señala que el presidente Donald Trump habría usado fondos incautados a la dictadura de Venezuela para pagar su inútil muro fronterizo.
El 18 de junio la Corte Suprema de Estados Unidos bloqueo el cruel e innecesario intento del presidente Trump de poner fin a las protecciones otorgadas a los “Dreamers” incluyendo a miles que residen en Nevada.
Las tres últimas palabras de George Floyd antes de morir estrangulado por un policía en Minnesota serán icónicas para toda una generación, marcada por el COVID-19 y la angustia económica. Más o menos así lo describió hace unos días Vanessa Rubio, en una reflexión llena de dolorosa exactitud.
El gran argumento del Presidente es que, comparado con otros países, no hay tantos muertos.
No me malinterpreten, la pandemia de COVID-19 es la peor crisis mundial en muchas décadas, y las cosas pueden ponerse aún peor. Pero, contrariamente a lo que muchos creen, es probable que esta crisis sea mucho menos devastadora, en vidas humanas y destrucción económica que otras grandes pandemias del pasado.
Trump, López Obrador y Jair Bolsonaro se llaman las tres grandes desgracias de América en tiempos de coronavirus, porque gobiernan tal como son, populistas que desprecian la ciencia y el conocimiento.
Ante los estragos causados por la pandemia de COVID-19 en los destinos turísticos de Florida, el Caribe, México y América del Sur, es hora de empezar a pensar en crear “burbujas de viajes” entre los países de la región. Eso es lo que acaban de hacer Australia y Nueva Zelanda, y debería hacerse en todas partes.