Soplan nuevos aires

Bien dicen que todo cambio es positivo. No importa de dónde surja ni por qué, un cambio siempre representará la nueva oportunidad de empezar, de replantear, de evaluar.

Por primera vez en décadas, se produjo uno en la Iglesia Católica que realmente representa algo nuevo, algo diferente. La llegada del Papa Francisco, de hecho, más que un cambio ha sido como un revolcón completo que ha simbrado la tradicional y anticuada institución desde sus cimientos más profundos.

Desde su elección, Francisco nos mostró su lado más humano, ese que dista mucho del lujo y la ostentación. El líder de la iglesia Católica dejó entrever desde el primer momento que lo suyo, es la sencillez.

Eso afectó a muchos de los más tradicionales católicos que siguen pensando que el Sumo Pontífice es y debe seguir siendo intocable. Francisco, por su parte, es cada vez más accesible y cercano al pueblo, a ese mismo que diezma, que entra de rodillas a un templo o que se inca ante un Cristo.

Pero eso definitivamente no fue nada. Como a cuentagotas, y casi con inocencia absoluta el Papa ha ido cambiando posturas que por siglos han sido bandera del catolicismo.

“Si un homosexual se acerca a Dios con buena voluntad, quién soy yo para juzgar” dijo Francisco en una improvisada conferencia de prensa que dio en el avión en el que viajaba de regreso a Roma desde Brasil. Esa sencilla frase ya empezó a mover el piso de la Iglesia.

Desde sus inicios el catolicismo ha rechazado cualquier conducta homosexual, aunque no a los gays como personas, según aclaran sus prelados. Por eso hablar de perdón y de no juzgar, para muchos resultó como un baldado de agua fría.

Mientras hay sacerdotes que siguen perplejos por las palabras de Francisco, otros aseguran que se trata del comienzo de un nuevo camino, de una renovación para la que la Iglesia necesitará de la colaboración de cada uno de sus miembros.

Los activistas que defienden los derechos de igualdad de la comunidad homosexual, transexual y travesti aseguran que si bien es un buen comienzo para el cambio, a lo que dijo el Papa debería sumársele algo aún más importante: erradicar el concepto de que las personas homosexuales están enfermas o deben intentar “corregir” su forma de vida.

Eso, en pocas palabras, significa aceptación y en todo el sentido de la palabra. ¿Llegaremos a eso? Quién sabe! Pero por ahora el simple hecho de ver que el máximo representante del catolicismo da un ejemplo de tolerancia nunca antes visto, es un gran paso. Soplan nuevos aires, y no hay razón para no recibirlos con optimismo.

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