Los opositores al populismo en Argentina y Venezuela, que triunfaron en las elecciones de las semanas recientes, en realidad ganaron una manzana envenenada.
Es que ser sucesor de la izquierda en el gobierno es la tarea más difícil del mundo.
Se reciben países en ruinas y las medicinas siempre son amargas. En esta ocasión le corresponde a Mauricio Macri y a la Mesa de Unidad de Venezuela aplicar los correctivos. Si no explican bien el panorama existente, heredado de los gobiernos de Maduro y Cristina Fernández, y emprenden acciones legales contra los que se enriquecieron con la catástrofe, van a terminar mal.
Venezuela y Argentina tienen las dos inflaciones más altas del mundo. Bajar eso cuesta e implica sacrificios.
Ambos países tendrán que devaluar, porque la paridad oficial y el valor del dólar en el mercado paralelo tienen un diferencial enorme (cercano al mil por ciento en el caso venezolano).
El déficit fiscal que heredan de Maduro y Fernández es de dos dígitos.
Todo lo anterior se supera con sacrificios. Ya vimos que no hay fiestas gratis, y los pueblos argentino y el venezolano tendrán que pagar con restricciones los años de populismo y baja productividad.
¿Quién va a devaluar? ¿Quién va a ajustar el presupuesto a lo que se tiene? ¿Quién va a dejar de regalar dinero? ¿Quién va a tener que empezar a pagar la deuda contraída?
La respuesta a esas preguntas es una sola: la oposición democrática que derrotó al populismo en las elecciones.
Además de la ruina económica, Maduro y Fernández de Kirchner dejaron países polarizados en lo político. Hay odio entre venezolanos y entre argentinos, porque esa fue la forma de ganar adeptos de esos gobiernos.
Les dijeron a unos venezolanos que eran pobres por culpa de otros venezolanos, a los que caricaturizaron como hambreadores y coyotes por el simple hecho de tener un negocio.
¿Cómo se supera ese rencor entre paisanos, cuando además de todo hay que devaluar, ajustar el presupuesto y pagar la deuda heredada del populismo?
La tarea es tremendamente complicada para los ganadores de las elecciones en Venezuela y en Argentina.
El país conosureño descendió a la segunda división del ranking mundial, y para recuperar el terreno perdido a manos del populismo, deberá hacer sacrificios cuya factura política van a pagar las corrientes democráticas que ganaron las elecciones.
Argentina tiene apenas 40 millones de habitantes en un territorio más grande que el de México, y produce comida para alimentar a 400 millones de personas cada año. ¿Cómo fue que se desplomó?
La causa de su desgracia estuvo en las dictaduras militares que manejaron mal la política y la economía, y el populismo que desbarató y enfrentó a una nación llamada a ser tan grande como sus individualidades: Borges, Troilo, Sábato, Baremboin, Messi, Bergoglio, Piazzola…
Y Venezuela dilapidó el hecho de ser el país más rico en el mundo en reservas de petróleo, hasta quedar convertido en una nación que no produce nada, importa todo, tiene una inflación de 194 por ciento al año y es el país occidental más violento del mundo, después de Honduras.
Todo eso hay que reconstruir, y las reconstrucciones cuestan sudor y lágrimas. Y votos.