Las llamas en el Congreso de Chilpancingo –provocadas al estilo del nazismo–, más las tomas de carreteras y vandalismo en las calles, han servido para hacernos olvidar el origen del problema: el secuestro y asesinato de normalistas de Ayotzinapa a manos de la izquierda.
No hay que cansarse de repetirlo, porque es la verdad: el gobierno del PRD-PT-MC en Iguala ordenó detener a los normalistas para entregarlos a sicarios del narcotráfico.
Esos sicarios eran de la agrupación criminal Guerreros Unidos, cuya jefa política era la esposa del alcalde de Iguala, José Luis Abarca.
Ya casi nadie habla de Abarca y su esposa, preso y arraigada, respectivamente, porque se busca desviar la atención del hecho fundamental: ese crimen lo cometió un gobierno de izquierda.
En las redes sociales y en las manifestaciones promovidas por la izquierda, se acusa a Peña Nieto de la barbarie cometida por ellos.
También se le acusa de no frenar la violencia que ellos mismos promueven y protagonizan en Guerrero y otros estados.
Desde luego que ha pasado demasiado tiempo sin que la autoridad actúe con firmeza contra los violentos que dañan los derechos de terceros y al país mismo. Pero eso no puede durar demasiado.
Esa es la razón por la cual no debemos olvidar que la masacre de normalistas fue obra de la izquierda, en un municipio y en un estado gobernado por ellos.
Renunció el gobernador Aguirre Rivero y pusieron a otro, también de izquierda, exmilitante del PRD y surgido de las filas de la insurgencia. ¿De qué sirvió?
Darle más oportunidades y condescender con esa izquierda es pérdida de tiempo. Y en las circunstancias actuales el tiempo es vital porque la paciencia de la ciudadanía se agota y llega a su límite.
No se puede olvidar que fueron ellos los que pusieron a Abarca. Que fue López Obrador, en la ciudad de Iguala, quien le dio el apoyo para que fuera candidato.
No se puede olvidar que el padrino político de Abarca es Lázaro Mazón, con quien le unía una relación entrañable. Y que Lázaro Mazón fue destapado por López Obrador como el candidato de Morena a gobernar Guerrero.
Ahora llenan las redes sociales de chistes y agresiones al gobierno de Peña Nieto porque no ha castigado a los responsables de la muerte o desaparición de los normalistas, y resulta que fueron ellos los autores del crimen.
Llenan de inconformidad a la sociedad porque el gobierno no les pone un alto a los que incendian palacios de gobierno o congresos, toman carreteras y dejan a Acapulco sin turistas, y son ellos mismos los que hacen todas esas trapacerías.
La revuelta contra el gobierno y contra el país, protagonizada por los que pusieron a Abarca y Aguirre, está en marcha. Y no vemos que el gobierno castigue a los responsables políticos de la masacre de Iguala, que son los mismos que toman esa bandera para dañar al país y desestabilizar.
Estelas
Urge que se cree la tan prometida fiscalía o comisión anticorrupción, porque estamos viendo casos grotescos, como el de Chihuahua. El gobernador Duarte se compró un banco. Tiene un porcentaje alto de acciones, y en la dirección del banco puso a su secretario de Finanzas. Un exceso y una ofensa a los ciudadanos y al sentido común.