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Propaganda macabra

Si la idea es poner al Ejército bajo sospecha de haber desaparecido a los normalistas de Ayotzinapa en Iguala, lo van a lograr. La agenda de quienes hablan en representación de los padres de los 46 muertos o desaparecidos, y de los que manejan el movimiento, no es encontrar a los normalistas, sino trasladar la culpa al Ejército mexicano.

Las fotos de los padres de los normalistas –y de quienes manejan su movimiento– en los cuarteles, le va a dar la vuelta al mundo y se quedará en el imaginario colectivo como la prueba de que fue el Ejército quien los secuestró y mató.

Entristece, duele, indigna ver a encapuchados agredir instalaciones del instituto armado y salirse con la suya de revisar los cuarteles porque, dice su propaganda, ahí podrían estar detenidos los normalistas. Luego van a pedir hacer excavaciones en las instalaciones militares, para ahondar en la idea de que ellos los mataron. ¿De veras alguien en su sano juicio puede creer que los 43 normalistas están encerrados en un calabozo del 27 Batallón de Infantería?

Se trata de propaganda. Propaganda macabra, pues de por medio están 43 estudiantes desaparecidos y asesinados por grupos de narcotraficantes aliados al poder político de Iguala, encabezado por el conglomerado PRD–PT–MC.

Paralelamente a ello, un contingente de maestros de la CETEG y policías comunitarios van a realizar una caravana por el estado de Guerrero en busca de los desaparecidos. Más propaganda.

Con ello se legitima a los grupos paramilitares que irán con los maestros y padres de los desaparecidos, como una “fuerza armada popular”, que es la que “tiene la confianza de la población”.

Más perverso, imposible. Mientras integrantes del movimiento de Ayotzinapa catean cuarteles del Ejército mexicano, fuerzas armadas irregulares recorrerán Guerrero con fusiles, pistolas, escopetas y rifles.

¿Así van a aparecer los 43 normalistas? Desde luego que no. Lo que hay de por medio es el interés por desprestigiar al Ejército, legitimar a fuerzas armadas irregulares ligadas al narco y a la guerrilla, y culpar ante el mundo a nuestro instituto armado de un crimen que no cometió.

Se entiende la idea de dejar entrar a los líderes del movimiento de Ayotzinapa a los cuarteles, pues no hay nada que ocultar. Pero la verdad es que no buscan a los desaparecidos, sino seguir una estrategia de propaganda elaborada con fines políticos, no humanistas.

Es que mientras estemos en el show de la CNDH y los dirigentes de los padres de los normalistas cateando cuarteles, nadie hablará de José Luis Abarca, el alcalde que mandó frenar a los normalistas a como diera lugar.

La red de conexiones políticas que llevaron al poder a Abarca permanecerán intocadas ante la opinión pública, porque todo estará concentrado en la búsqueda de normalistas en los cuarteles del Ejército. Los que le dieron poder a un asesino, como Abarca, no serán tocados ni con el pétalo de la duda.

De igual manera van a salir bien librados los dirigentes de la normal de Ayotzinapa, que mandaron a los jóvenes de primer ingreso a robar camiones y lanzarse a Iguala, a más de dos horas de distancia, a sucumbir bajo las balas y la crueldad del narco aliado con el poder político local.

Lamentable, pero al Ejército mexicano se le va a exhibir como un posible asesino de normalistas que, en realidad, murieron por el complejo político y criminal que gobernaba Iguala bajo las siglas del PRD–PT y MC.

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