Las ocurrencias de los funcionarios de esta administración no conocen límites a la hora de dar rienda suelta a verdaderas imaginerías. No tienen los pies en el piso. Unos levitaron y otros no han comprendido que están, desde hace un año, en el gobierno.
El presidente López Obrador ya piensa como Luis XIV, y no porque –como el Rey Sol– también viva en un Palacio y no en la casa de los presidentes de México que mandó construir el general Cárdenas.
Ahora nos dice que el secuestro y asesinato de los normalistas de Ayotzinapa no fue crimen de Estado.
¿Lo malinterpretaron? No, de ninguna manera.
Dijo el domingo: “en el caso de los jóvenes de Ayotzinapa y muchos otros casos, no se puede hablar de crímenes de Estado”. Entonces, ¿qué se pasó diciendo desde septiembre de 2014 hasta el día antes de su toma de posesión? Sobre la base de esa mentira, que “fue el Estado”, armó parte del discurso y creó el ánimo en la población para llegar a la Presidencia de la República.
¿Lo sacaron de contexto? No, aquí lo que añadió: “No se puede hablar de crímenes de Estado, porque ahora el representante del Estado mexicano, el comandante supremo de las Fuerzas Armadas, el Presidente de la República, el que les habla, no va a permitir ninguna injusticia, no va a permitir ningún acto autoritario”.
¿Ya ven como sí levitó?
Lo que nos dice López Obrador, cual Louis Dieudonné –Luis XIV–, es que “el Estado soy yo”. Si no hubo crímenes de Estado, es porque ahora él está en la silla de Palacio. Igual de extravagante y aún más perniciosa fue la corrección que intentó Alejandro Encinas, subsecretario de Gobernación, al afirmar que el Presidente fue sacado de contexto pues sí fue “un crimen de Estado”.
A ver: el subsecretario Encinas encabeza una investigación para que se conozca qué pasó en Iguala la noche del 26 de septiembre de 2014 y el día siguiente. Y apenas iniciada la investigación nos dice que “fue el Estado”.
Entonces, si ya investigó y sabe qué pasó, ¿qué investiga ahora? Gracias a la falacia de que “fue el Estado”, jueces ya han ordenado la liberación de cerca de cuarenta implicados en ese crimen que comandó Gildardo López, El Gil, a quien ya soltaron de la cárcel y ha vuelto a lo suyo: encabeza una banda de sicarios en Guerrero.
Por ocurrencias no paran:
El Presidente de la República sugirió que si tanto le duele a la oposición el recorte de presupuesto al Instituto Nacional Electoral, que los partidos donen parte de sus ingresos al instituto que organiza las elecciones.
Oiga no. La gran virtud del IFE, desde su fundación en 1990, es que los partidos no tienen injerencia, ni voto, en el instituto electoral. Ahora López Obrador propone que los partidos políticos mantengan al INE. O sea, que dependa financieramente de Morena, PAN, PRI, etcétera.
Con eso se acaba la independencia del INE: el que paga manda, solía decir AMLO en la oposición.
La otra ocurrencia que ha vuelto a tomar vuelo es la de que el Banco de México asuma mayores funciones en el terreno de la economía y no solamente en el control de la inflación. Curiosamente (o tal vez explicable porque quiere dejar de ser el payaso de las cachetadas de AMLO cuando habla de presupuesto en las conferencias matutinas), esa ocurrencia encontró eco en Agustín Carstens.
¿De veras le quieren meter mano al Banco de México?
¿Con un gobierno que abraza y asfixia a los organismos autónomos?
Los que aún conservan su autonomía están siendo acosados por el gobierno para cooptarlos, como el INE. Algunos no resisten tanto como Lorenzo Córdova. Tal parece ser el caso del INEGI, que de pronto ‘olvidó’ informar que en tres trimestres estuvimos en recesión. Pero no se preocupen, ahora sólo estamos ‘estancados’ en cero por ciento de crecimiento de la economía.
Vaya olvido. ¿Y así quieren entrar a modificar las tareas del Banco de México?
Ocurrencias, ocurrencias, ocurrencias.Así, hasta que su imaginación se desborde y en una de esas acaben con el país democrático, con equilibrio de poderes, bajo techo, en crecimiento, creador de empleos y soberano que, con todos los defectos por corregir (corrupción, desigualdad), recibieron en sus manos el 1 de diciembre de 2018.