En la actualidad, aproximadamente 6,8 millones de niños de entre 3 y 21 años de edad reciben servicios de educación especial en Estados Unidos. Por definición, la “educación especial es instrucción especialmente diseñada para cumplir con las necesidades únicas de los niños que tienen discapacidades. Esto se hace sin ningún costo para los padres y puede incluir instrucción especial en la sala de clases, en el hogar, en los hospitales o instituciones, o en otros ambientes”, según explicó ColorínColorado, una organización en línea dedicada a servir a padres y maestros de estudiantes cuya primera lengua no es el inglés.
Si un niño tiene dificultades, ya sea de concentración, de comportamiento o se le hace cuesta arriba leer o escribir, tiene derecho a recibir educación especial por parte del sistema escolar del gobierno, gracias una ley conocida como El Acta para la Educación de los Individuos con Discapacidades (Individuals with Disabilities Education Act, o IDEA).
IDEA ha sido enmendada varias veces. La más reciente data de 2004, cuando el Congreso añadió la Sección 504, la cual prohíbe que los programas que reciben fondos del gobierno federal discriminen en función de una discapacidad.
Aunque es obligación de las escuelas públicas brindar la ayuda pertinente a los estudiantes con necesidades especiales, es de vital importancia que los familiares aboguen por ellos. No obstante, hay padres “que piensan que, por ser de otro país, por no hablar inglés o por no tener su estatus migratorio definido, no tienen los mismos derechos que otras personas”.
¡Esto no es así! Al contrario, sin importar su lengua, su estatus migratorio o el país de origen, cada mamá o papá tiene que involucrarse en la formación educativa de sus hijos. De hecho, se estipula que la escuela busque la manera de acomodar a los padres. Por ejemplo, facilitando las reuniones a través de un intérprete.
Para Ramona Carrasco, la madre de una niña con síndrome de Down en Phoenix (Arizona), la experiencia de lidiar con la escuela pública resultó tan abrumadora que terminó haciendo uso de una Empowerment Scholarship Account (ESA). Blandiendo su derecho a retar las decisiones del distrito e inconforme con el clima del salón de clases de Byanca, optó por sacarla de allí y resolver la problemática individualizando la experiencia de aprendizaje de su niña, quien hoy día recibe sobre $20,000 dólares al año a través de la ESA.
“Los resultados no se hicieron esperar. Byanca pasó de temerle a la escuela, a querer ir [a la escuela] con entusiasmo. El aula donde le daban clases era un corral de niños con todo tipo de necesidades, desde las más severas hasta las menos complicadas. Byanca vivía sobre estimulada por los gritos y explosiones de sus compañeritos y no aprendía nada. Ahora, en la escuela privada que he elegido para ella y que puedo pagar gracias a la ESA, mi niña es otra, literalmente otra”, dijo Ramona atragantada por la emoción que le producían sus propias palabras.
Si sospechas que tu niño tiene una discapacidad o un especialista lo ha diagnosticado como tal, debes informárselo de inmediato al director de la escuela y solicitar una evaluación. Siguiendo las provisiones de IDEA, la evaluación debe ser efectuada dentro de los 60 días que siguen al consentimiento otorgado por los adultos responsables del estudiante.
Si tienes la dicha de vivir en uno de los seis Estados donde existen opciones como la ESA, y no estás de acuerdo con la forma en la cual la escuela gubernamental está supliendo las necesidades de tu hijo(a), haz como Ramona. Tienes el derecho a discrepar y decidirte por otra cosa.