Entra un nuevo jugador a la arena de las políticas públicas dirigidas a la educación escolar (K-12). Se trata de los padres, quienes hasta la fecha han estado en la mesa de negociaciones más como parte del menú que como agentes de cambio con voz y opinión propias.
Las encuestas políticas muestran la creciente importancia de la educación en la mente de los votantes, especialmente en los sectores más marginados de la sociedad norteamericana. En el pasado, la falta de conocimiento para organizase y movilizarse ha frustrado los intentos de hacerse sentir, pero ¡eso está a punto de cambiar!
Gracias a dos latinas frustradas con el sistema, se ha formado un sindicato de padres con todos los elementos estructurales del sindicato obrero. De hecho, Keri Rodrigues (Massachusetts) y Alma “La Comadre” Márquez (California) fueron en otros tiempos organizadoras de campañas políticas y movimientos sindicales.
La visión de estas mamás-ninjas es conseguir que el balance de poder se incline de una vez y por todas del lado de las familias. Para lograrlo, la National Parents Union (Sindicato Nacional de Padres, en español) aspira a capacitar a nuevos líderes y a compartir estrategias ya probadas que transformen la voz de los padres en un instrumento tan sofisticado como numeroso. Quieren nivelar la falta de equidad imperante dentro de la maquinaria de las escuelas públicas.
Ambas mujeres han tenido que batallar con la manera hostil en que fueron tratadas cuando tuvieron algún cara a cara con el distrito y las escuelas. Su situación era absurda. Por un lado, a los padres se les acusa de no involucrarse lo suficiente en la educación de sus hijos y, por el otro, algunos se molestan cuando están muy involucrados.
“Nos tratan como si fuéramos incapaces de pensar por nosotras mismas”, dijo Rodríguez en una entrevista. Históricamente, las prácticas y políticas públicas se han enfocado en crear nuevas escuelas, subir los estándares, pagar mejores salarios a los maestros, y otras decisiones que se toman entre tecnócratas, sin preguntar a las familias de escasos recursos. A estas últimas, a su vez, les preocupa la violencia y las armas, el acoso escolar, las necesidades especiales de sus hijos o el aislamiento que sufren los pequeños con enfermedades mentales. Al parecer, existe una profunda desconexión entre los que deciden y aquellos sobre quienes se decide.
“Los padres no queremos envolvernos ni mantener comunicación con gente irrespetuosa”, continuó Rodríguez. “Nosotros no vamos a marchar en pos de modelos gubernamentales. De la única manera que esto va a funcionar es si escuchamos auténticamente a los padres”. De lograrlo, serán ellos quienes propongan soluciones a los de cuello y corbata, y no al revés. Esto, en mi opinión, tiene mucho más sentido.