Los grandes innovadores de Latinoamérica

Quienes creen que el rezago latinoamericano en ciencia, tecnología e innovación es un fenómeno irreversible a corto plazo —tal como podría desprenderse de las últimas estadísticas internacionales de patentes de nuevas invenciones— tendrían que conocer a Luis Von Ahn.

Von Ahn, un científico y emprendedor guatemalteco de 34 años, es un innovador de talla mundial que ha vendido sus inventos a Google.

Entre otras cosas, inventó esas fastidiosas cajitas con letras distorsionadas que aparecen en la pantalla de la computadora cuando uno compra entradas para un concierto o accede a sitios web que quieren asegurarse de que uno es una persona, y no una máquina. El sistema de autenticación, conocido como CAPTCHA, es usado diariamente por alrededor de 180 millones de personas en todo el mundo.

Pero ese fue apenas su primer invento, cuando tenía 22 años. Tres años más tarde, tras obtener su doctorado en ciencias de la computación en la Universidad Carnegie Mellon, de Pittsburgh, Von Ahn y uno de los estudiantes de esa universidad desarrollaron RE-CAPTCHA, una versión mejorada de la prueba de autenticación. Von Ahn y su socio se la vendieron a Google por una suma de dinero no revelada que Von Ahn, citando clausulas de confidencialidad, solo dice fue de “entre $1 y $10 millones”.

La semana pasada conversé extensamente con Von Ahn acerca de su carrera, su último proyecto —un sistema de aprendizaje de idiomas gratuito llamado Duolingo— y sobre lo que deben hacer los países latinoamericanos para producir más científicos de nivel mundial.

Según datos revelados hace pocos días por la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI), una agencia afiliada a la ONU, los países latinoamericanos están entre los que producen menos patentes internacionales.

Mientras el año pasado Estados Unidos solicitó a la OMPI 57,200 patentes internacionales, Japón 43,600, China 21,500, Corea del Sur 12,300 e Israel 1,600, todos los países latinoamericanos y caribeños sumados solicitaron alrededor de 1,200. Es decir, Corea del Sur sola produjo 10 veces más patentes internacionales que todos los países de Latinoamérica y el Caribe juntos.

Von Ahn me contó que se fue de Guatemala a los 17 años para estudiar en Duke University, porque en ese momento no había en su país universidades con buenas carreras en matemática. Aclaró que no ocurre lo mismo en otros países latinoamericanos más grandes, donde desde hace tiempo hay buenas instituciones científicas y un creciente interés por la innovación.

“Todo lo que hice podría haberlo hecho en México, Brasil o Argentina”, me dijo Von Ahn, refiriéndose a los programas de computación que inventó. “Esto no requiere un programa de investigación científica de $500 millones, como los destinados a encontrar una cura para el cáncer. Lo que más necesita Latinoamérica es una cultura de emprendimientos.”

Duolingo, la empresa de aprendizaje de idiomas gratuito por internet, ya ha sumado 25 millones de usuarios desde su lanzamiento a mediados de 2012. Aunque hay muchos sitios de aprendizaje de idiomas —incluyendo Open English, fundado por el emprendedor venezolano radicado en Miami, Andrés Moreno, y otros como Voxy y Rosetta Stone— Duolingo es uno de los pocos que ofrece cursos gratuitos.

¿Cómo se financia la empresa, si los cursos son gratis?, le pregunté. Resulta que Duolingo se financia vendiendo las tareas de sus estudiantes.

Von Ahn me explicó que inventó un sistema por el cual Duolingo les da a los estudiantes documentos para traducir como parte de su tarea. Más tarde, los estudiantes comparan sus traducciones y, por medio de un proceso colaborativo eligen la mejor versión final, que Duolingo vende a empresas como CNN, para sus sitios web en varios idiomas.

“Usualmente, un traductor profesional cobra 10 centavos de dolar por palabra, mientras que nosotros dependiendo del volumen cobramos unos 3 centavos por palabra”, me dijo Von Ahn. “Y la calidad de las traducciones es suficientemente buena como para que nuestros clientes estén satisfechos”.

Mi opinión: Hay grandes talentos en Latinoamérica. Estoy terminando de escribir un libro sobre innovación en el que he estado trabajando durante varios años, y me estoy topando cada vez con más tesoros ocultos como Von Ahn.

La única razón por la que muchos de ellos florecen fuera de su país natal es porque en Estados Unidos y otros países encuentran lo que Von Ahn llama una “cultura de emprendimientos” que estimula y recompensa la innovación productiva.

No hay razones biológicas ni geográficas por las que Latinoamérica no podría hacer lo mismo, y aumentar drásticamente su insignificante número de patentes internacionales.

Corea del Sur era más pobre que la mayoría de los países latinoamericanos hace apenas cuatro décadas, y se ha convertido en una de las naciones más prósperas del mundo gracias a su obsesión nacional como la educación de calidad y la innovación. Es posible lograrlo, y más rápido de lo que se cree. Ya les contaré.

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