Las vacaciones de Obama en Cuba
marzo 18, 2016 - 11:09 am
Muchos de nosotros apoyamos en términos generales la decisión del presidente Obama de restablecer relaciones diplomáticas con Cuba. Sin embargo, su próximo viaje a la isla –incluyendo una posible asistencia junto al dictador cubano Raúl Castro a un partido de béisbol entre Estados Unidos y Cuba– es prematuro, y está mal planificado.
Uno podría preguntarse qué tiene de malo que Obama vea el partido amistoso de béisbol del 22 de marzo entre los Rays de Tampa Bay y el equipo nacional cubano durante la primera visita de un presidente estadounidense a la isla en 88 años. Bueno, hay varias cosas objetables.
Incluso varios activistas de los derechos humanos que apoyan el restablecimiento de las relaciones diplomáticas con Cuba y se oponen al embargo comercial estadounidense a la isla dicen que una fotografía sonriente de Obama junto con Castro, como si el dictador cubano fuera la reina de Inglaterra, enviaría un mensaje siniestro a las víctimas de los abusos a los derechos humanos en Cuba.
Obama debería limitarse a restablecer relaciones con Cuba, no hacerse amigo del régimen. Son dos cosas muy diferentes. Está bien que Obama vaya a la isla para mejorar las relaciones políticas y económicas, como Estados Unidos lo ha hecho con la dictadura china. Pero posar sonriente junto a Castro en un evento deportivo es otra cosa.
“Sería una bofetada en la cara a todos aquellos cuyas vidas han sido destruidas por la dictadura cubana”, me dijo José Miguel Vivanco, jefe del departamento de las Américas para el grupo de defensa de los derechos humanos Human Rights Watch en Washington D.C. “Esto hará que los cubanos se pregunten si Obama es sincero cuando habla de la defensa de los derechos humanos en Cuba”.
Imagínese si durante la dictadura de Augusto Pinochet, el presidente estadounidense Jimmy Carter hubiera viajado a Chile y asistido a un partido de fútbol junto con el general chileno. Esa fotografia habría llevado a muchos chilenos a dudar sobre el compromiso de Carter con los derechos humanos, dijo Vivanco.
El viaje de Obama a Cuba es prematuro, ya que él mismo había dicho en una entrevista el 14 de diciembre con Yahoo News que no iba a ir a la isla a menos que las condiciones de derechos humanos mejoraran. Bueno, no mejoraron, y en cierta medida empeoraron.
Hubo 2,555 detenciones arbitrarias de opositores pacíficos en enero y febrero de este año, contra 489 en diciembre del 2014, cuando Obama anunció por primera vez su decisión de restablecer los lazos con Cuba, según la no-gubernamental Comisión Nacional de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional de Cuba.
Incluso, el periódico oficial de Cuba, Granma, dijo en un editorial del 9 de marzo que Obama será bienvenido, pero que Cuba no va a “ceder un ápice” en “sus ideales revolucionarios y antiimperialistas”.
El viaje de Obama está mal planeado, porque el planeado partido de béisbol se robará los titulares. Obama debería asegurarse de que la atención de los medios se centre en su discurso público, donde debería enviar un fuerte mensaje a los cubanos de que los derechos humanos son valores universales, consagrados por las Naciones Unidas.
Y Obama no debería ceder ante las exigencias del régimen cubano de que no tenga una reunión separada y exclusiva con los líderes de la oposición pacífica. Los presidentes que visitan otros países se reúnen con los líderes de la oposición todo el tiempo. No hay motivo para que Cuba sea una excepción.
El consejero adjunto de Seguridad Nacional de Obama y arquitecto de la política de acercamiento con Cuba, Ben Rhodes, señaló el viernes en una reunión con la junta editorial del Miami Herald: “Si todo lo que estuviéramos haciendo fuera ir a un juego de béisbol, eso estaría mandando un mensaje equivocado. Pero vamos a hacer mucho más que eso [en Cuba]”.
Mi opinion: Obama está demasiado ansioso por visitar Cuba antes del final de su mandato, y sacarse la foto que le haga pasar a la historia –al igual que Nixon cuando fue a China– como el presidente de Estados Unidos que abrió los lazos con la isla.
Pero podría haber esperado unos meses, porque –salvo sorpresas de último momento– este viaje se parece más a unas vacaciones que a otra cosa, y contradice el propio compromiso de Obama el 17 de diciembre de 2014 de iniciar una nueva etapa con Cuba que “incluirá un apoyo continuo a una mejoría de los derechos humanos y las reformas democráticas”. Tomarse unos mojitos con Castro en un partido de béisbol envía el mensaje equivocado.