Comparado con la mayoría de sus vecinos, Perú sigue siendo una estrella económica en Latinoamérica, con una proyección de crecimiento de 4.5% para este año y una constante caída del índice de pobreza. Pero el hecho de que ya no esté creciendo a tasas anuales cercanas al 7% —como durante la década pasada— ha desencadenado una mini-crisis aquí.
Los funcionarios del gobierno, los líderes de la oposición y los economistas más conocidos coinciden en admitir que la economía se ha enfriado un tanto, pero difieren en cuanto a las razones. Mientras que el gobierno dice que se debe a factores externos — principalmente la caída de los precios de las exportaciones de minerales a China—, los críticos la atribuyen al exceso de regulaciones al sector privado impuestas por el presidente Ollanta Humala.
El ex presidente Alan García, a quien los medios locales suelen mencionar como el favorito para ganar las elecciones del 2016, me dijo en una entrevista que el gobierno de Humala ha “perdido el tiempo” durante los primeros tres años de su gestión.
“En vez de aprovechar la velocidad con que crecía el país y darle más facilidades al capital, se ha hecho lo contrario”, me dijo García. “Se han puesto más reglamentaciones, más obstáculos al ingreso de capitales, y hemos perdido la ocasión de compensar obstáculos globales mostrando un país con más voluntad de crecer”.
Entre otras regulaciones, García citó la “ley de consulta previa” del 2011, que hizo obligatorio, entre otros aspectos, obtener el consentimiento de los pueblos indígenas antes de empezar proyectos de minería y otros emprendimientos.
Debido a esa ley, un inversor inmobiliario que quiere construir un edificio o una empresa minera que quiera iniciar un emprendimiento deben demostrar primero que no son culpables de dañar reliquias arqueológicas, lo que se traduce en una pesadilla burocrática que puede durar años, dicen los críticos. Lo lógico sería que las empresas deban comprobar su inocencia solo si hay una acusación contra ellas, agregan.
Debido a ésta y otras leyes, muchos proyectos petroleros y mineros se han ido del país o han suspendido sus operaciones, lo que ha causado una caída en las inversiones extranjeras.
Para reactivar la economía, Humala anunció recientemente varias medidas para simplificar la burocracia y ofrecer a las empresas mineras y otros inversores mayor estabilidad impositiva. La mayoría de los economistas aplauden estas últimas reformas, pero señalan que el presidente pasó sus primeros tres años poniendo regulaciones, y que va a pasar sus últimos dos años del gobierno tratando de desmontarlas.
Sin embargo, contrariamente a lo que he visto en varios otros países sudamericanos en los últimos meses, la mayoría de los peruanos son optimistas sobre el futuro, aún cuando esté bajo el índice de popularidad de Humala.
Una encuesta de la firma GFK publicada esta semana revela que el 32% de los encuestados esperan que la economía mejore en los próximos 12 meses, mientras que solo el 15% espera que empeore, y el restante 53% espera que permanezca estable. No es una mala señal en un país que —aún con su mini-crisis— esté creciendo el doble del promedio del 2.5% de crecimiento de Latinoamérica.
“Lo que estamos viendo es una frenadita”, dice Juan Pablo Kuczynski, un ex primer ministro que también es mencionado como uno de los principales candidatos para las elecciones del 2016.
Kuczynski espera que la economía mejore en el 2015, porque Perú aumentará sustancialmente su producción de cobre el año próximo gracias a inversiones anteriores y gran parte de esa producción ya ha sido comprada por adelantado por China.
Cuando le pregunté al ministro de Planificación, Piero Ghezzi, si está preocupado por la desaceleración económica, admitió que el crecimiento ha caído “porque hemos sido demasiado complacientes” durante los últimos años de alto crecimiento. Dijo que Perú está iniciando importantes reformas educativas, de salud e institucionales que deberían lograr que el país vuelva a crecer a tasas del 7% anual.
“Creo que el promedio de crecimiento de los próximos años será 5% si no hacemos nada, y del 6% o el 7% si ponemos en marcha las reformas”, dijo Ghezzi.
Mi opinión: Puede que Perú tenga una mini-crisis, pero le va mucho mejor que a sus vecinos. El principal motivo de optimismo es que, más allá de la política, Perú parece tener una masa crítica de gente que quiere mantener el rumbo económico de los últimos 15 años porque la evolución ha sido mejor que la revolución para reducir la pobreza.
Según las cifras oficiales, la pobreza en Perú ha caído desde el 59% de la población al 24% en los últimos 10 años. Aún cuando la economía crezca un 4.5% este año, todo indica que la pobreza seguirá cayendo. ¡Es una mini-crisis que les encantaría tener a Venezuela, Argentina y otros países vecinos!