Hace aproximadamente un año que escuché por primera vez sobre Reiki. En esos momentos estaba batallando infructuosamente contra los síntomas prematuros del “cambio de vida.” Y para curarlos me había sometido a varios tratamientos de remplazo de hormonas tanto vía oral como cutánea.
Cansada de las subidas y bajadas de humor, la falta de sueño, los arrebatos de ansiedad y unos sudores muy vergonzosos, me fui a Sedona, Arizona, en busca de una solución alternativa, ya que la medicina tradicional no daba pie con bola. Temía que, de seguir así, iba a terminar un poco loca a fuerza de tantos ajustes en las dosis, los cuales me ponían de hoy para mañana o como una fiera malhumorada o como una llorona hiper-sensible.
Entonces encontré el Reiki, que es un sistema de sanación que trabaja con la bio-transmisión de energía aplicada a través de la imposición de manos. El Reiki restaura y armoniza los sistemas, desbloqueando las chakras, que son definidas como “centros de concentración de energía en el cuerpo”.
Durante el tratamiento sentí una relajación muy profunda y una gran sensación de paz. Casi me quedé dormida y experimenté calor o frío en diferentes partes según fluía la energía. Después de mi primera sesión, los síntomas del cambio empezaron a esfumarse. ¡De inmediato noté una mejoría! Estaba tranquila, dormía bien, no se me acaloraban ni el ánimo ni tampoco aquellos lugares recónditos del esqueleto.
En fin, ¡una maravilla! Intrigada sobre esta técnica japonesa, quise indagar más profundamente. Como resultado, y en vista de que tengo una de esas personalidades que se podrían describir como o todo o nada, terminé por matricularme en un centro de enseñanza Reiki en donde he aprendido a practicarlo. Como método de sanación natural complementa la medicina tradicional y no le representa al paciente ningún cambio en su forma de vida cotidiana porque es de carácter no religioso.
Es decir, no se basa en ningún dogma, fe o sistema de creencias. Muchos hospitales y doctores están incorporándolo dentro y fuera de los Estados Unidos, al considerar que es “una técnica inofensiva, sin efectos secundarios, eficiente y compatible con cualquier otro tipo de terapia”.
De hecho, en el documento Pautas de atención integral para personas que viven con VIH/SIDA en las Américas, preparado por el Programa Regional sobre VIH/SIDA/ITS de la Organización Panamericana de la Salud, se menciona el Reiki en el apartado de “Manejo del dolor y cuidados paliativos”.
Aquí entre nos, los beneficios que el Reiki me ha aportado, van más allá de la salud física. Gracias al él puedo decirles que me siento como nunca, mental y espiritualmente también.
Y es que “toda metamorfosis implica cierto grado de sufrimiento. Mediante el Reiki se reviven acontecimientos pasados que muchas veces son desagradables al producir una limpieza del el alma, dando lugar a crisis emocionales o catarsis”. Cuando le ocurra una catarsis, no se asuste. Es algo natural.