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Juegan con la economía, y eso cuesta

Si alguien piensa que el acuerdo en un privado del restaurante La Alcachofa entre el presidente electo y una decena de empresarios solucionó el problema económico derivado de la cancelación del aeropuerto en Texcoco, se equivoca por completo.

Tal vez arreglaron su problema, no lo sabemos, pero el del país se ahonda conforme pasan los días.

Después del error económico y político de parar la obra del Nuevo Aeropuerto Internacional con una consulta de bisutería, los mercados reaccionaron y el nerviosismo aumentó.

Banorte modificó sus expectativas de la relación peso-dólar y la puso, para el próximo año, en 22.50 pesos por dólar.

Y el crecimiento económico, según estima Citibanamex, será de un paupérrimo uno punto siete por ciento. Sí, 1.7% para el año entrante.

Menos inversión. Más cara la deuda. Más alzas en tasas de interés. Menos empleo. Es lo que sucede cuando los políticos juegan con la economía.

Al cancelar el aeropuerto, el presidente electo mandó una pésima señal que los mercados registraron y la prensa internacional lo tomó como algo insólito, por lo equivocado.

Peor señal es que López Obrador entendió el mensaje de los mercados e insiste en el error en lugar de rectificar.

Y los mercados no son unos señores de abrigo largo, flor en la solapa, cara de marrano y sombrero de copa, como los pintan en La Jornada.

El mercado somos todos.

El que deja de comprar un coche por temor a cómo venga la situación.

Los que prestan más caro porque se tienen que cubrir ante posibles impagos por falta de solvencia económica.

Los que deciden quedarse en casa en vacaciones en lugar de ir a Acapulco, porque ven incierto el futuro cercano.

O el que pasa sus ahorros a dólares porque desconfía del manejo responsable de la economía.

Entonces los mercados no previenen los errores económicos: los castigan.

Los mercados castigaron la medida autoritaria y sin lógica económica de cancelar el aeropuerto en Texcoco.

Para el próximo año, dólar a 22.50 y crecimiento de la economía de 1.7 por ciento.

Y a pesar de ello, nuestro presidente electo desafía a los mercados e insiste en implantar su voluntad por sobre la lógica económica.

Anunció que vienen más consultas fuera de la ley. Eso nos va a perjudicar.

Con tal obstinación de hacer su voluntad al margen de la ley y de la lógica económica, se explica la presencia estelar de Nicolás Maduro en su toma de posesión, algo que casi ningún presidente del mundo hace: invitarlo.

Tienen los mismos reflejos.

De acuerdo con el reporte de Citibanamex a sus clientes –se publica hoy en El Financiero–, “la decisión de cancelar el Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México llevó a una significativa reacción negativa de los mercados financieros, aun en el escenario favorable de los mercados emergentes”.

Es decir, vamos a crecer menos y las otras economías emergentes van a crecer más. Totalmente a la inversa de lo que ha venido ocurriendo.

Explica Citibanamex que “los vientos sobre la economía se exacerban” porque habrá menos inversión y primas de riesgo más altas (se encarecerá el crédito).

López Obrador prometió, y sigue prometiendo, que vamos a crecer a un promedio de cuatro por ciento anual en su sexenio.

Por ese camino vamos a estar muy lejos de esa meta.

En cuanto al tipo de cambio, Citibanamex dice a sus clientes que “en nuestra perspectiva, la reciente depreciación del peso no se revertirá”. Y espera que el Banco de México tenga que subir tasas a 8 por ciento la próxima semana.

Banorte, a su vez, dice que “internamente se ha dado un incremento en el riesgo país, después de los comentarios recientes de las calificadoras”. Es decir, por la cancelación del aeropuerto.

Apunta que el tipo de cambio, en lugar de terminar diciembre a 18.60 pesos el dólar como habían previsto, va a cerrar en 20.50.

Y que el próximo año no va a quedar en los 19.50 que habían calculado, sino en 22.50 pesos por dólar.

Es el resultado de jugar con la economía.

De la pérdida de la confianza.

De creer que las cosas se pueden arreglar en corto y en lo oscurito con un reducido grupo de empresarios.

De falta de transparencia en las políticas públicas.

Eso, ni modo, no lo aceptan los mercados.

Y las consecuencias las pagaremos todos. Los que menos tienen, en especial.

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