Durante este mes se está celebrado en EEUU la semana de las opciones escolares o National School Choice Week, como se le conoce en inglés. La opción escolar es el derecho que tiene cada padre a escoger el mejor ambiente de aprendizaje para sus hijos, puesto que cada estudiante es único y diferente.
El derecho a escoger permea todo lo que hacemos cada día. Somos libres de usar el modelo de teléfonos que se nos antoja, las compañías y planes de los celulares que más nos convienen, y lo mismo pasa con casi todos los demás aspectos de nuestra cotidianidad; ya sea la elección del supermercado, el banco, el gimnasio, el seguro médico o la universidad. No obstante, cuando se trata de la educación escolar (K-12), casi siempre usted no tiene otra opción que mandar a sus niños a la escuela que le han asignado en función de su código postal.
Para quienes viven en códigos postales dónde hay excelentes escuelas, este arreglo es ¡fenomenal! Para los que viven en áreas dónde las instituciones de enseñanza de bajo rendimiento, la realidad es muy triste y pesarosa. ¿Por qué? Porque si no tiene usted los medios para pagar por otra cosa, sus hijos estarán obligados a asistir a un plantel donde la excelencia académica brilla por su ausencia.
Desde luego, hay formas de darle la vuelta al sistema. Pregúntele a cualquier agente de bienes raíces y le dirá que una de las razones más contundentes para que una familia compre o alquile una propiedad, es mudarse a una zona donde están ubicadas las mejores escuelas. El que no pueda pagar por tal privilegio, se queda, como decimos en mi media isla tropical: “con una mano delante y otra detrás”.
Entonces, para resolver este dilema de segregación socio-económica, surge la opción escolar, cuyo propósito principal es dar una salida a aquellas familias con recursos financieros limitados. Así pues, la opción escolar, como derecho y como movimiento, es uno de los pilares más importantes en el avance de una agenda que defiende la igualdad social en las comunidades más desfavorecidas.
Las becas, las buenas escuelas gubernamentales, las cuentas de ahorro para la educación (ESAs), las escuelas magnets, chárter o privadas, la educación a distancia o desde el hogar, o la suma de todas las anteriores y sus múltiples posibles combinaciones, son salidas. Y son esas salidas las que sacarán de la pobreza a nuestros hijos y a todos los segmentos de la sociedad a quienes se les ha negado el derecho a escoger la excelencia, debido al lugar donde viven.
Y este es el dilema de justicia social más importante de esta generación: que todos los niños tengan acceso a una educación de alta calidad que los preparen para hacer realidad el sueño de un futuro mejor. Y es, precisamente, esa noción de equidad lo que se ha estado celebrando este mes.