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El problema, presidente, sí es el islam

Hace menos de un año Francois Hollande dijo que “el problema no es el islam, sino el terrorismo”, ante los atentados al semanario satírico Charlie Hebdo que dejaron doce muertos.

El problema, como puede ver ahora el presidente Hollande, es el islam, que camina al borde del terrorismo al considerar enemigo al que no se somete a la ley divina, la Sharia.

Si se entendiera lo que los mismos musulmanes dicen: “no hay más dios que Alá”, tal vez se habría evitado la matanza en la sala de conciertos Bataclan, en el restaurante Le Carillon y Le Petit Cambodge, así como en el Estadio de Francia el pasado viernes.

Fue obra del grupo musulmán más extremista, el Estado Islámico (ISIS), que está en guerra contra Occidente y sus valores y principios: el secularismo de las instituciones públicas, la igualdad ante la ley de hombres y mujeres, la democracia, la libertad religiosa y la libertad individual.

Pero el problema no es únicamente ISIS, sino el Islam. De ahí salen las ramificaciones extremistas que los llevan a matarse entre ellos en el Cercano y Medio Oriente y a efectuar actos terroristas contra los infieles que no se rigen por la Sharia.

A diferencia del cristianismo, que con una sola frase de Jesús zanjó el problema: “mi reino no es de este mundo”, el objetivo de la Ley Coránica es expandirse (militarmente lo hizo Mahoma) y crear califatos para que los gobiernos se rijan por la Sharia, y fusionan Iglesia y Estado.

Gran parte del mundo musulmán no admite que el mundo cambió desde el siglo VI, cuando Alá le dicta El Corán a Mahoma, y por tanto esa ley es intocable e inatacable.

Para los musulmanes “los dioses no cambian de ideas”, dice Anthony Pagden en Mundos en Guerra. Es decir, la Sharia es la ley de Dios, y como en Dios no hay tiempo, está vigente lo escrito en El Corán hace 15 siglos.

Esa es la razón por la cual (y por sólo citar un ejemplo) Bibi Sanubar, una viuda de 35 años en Afganistán, que había tenido una “relación ilícita”, fue condenada a 200 latigazos y luego ejecutada de un tiro en la cabeza por el mismo juez que la condenó. Y lo hacen porque El Corán establece los latigazos para el adulterio y “que la compasión no os impida realizar el cumplimiento de este precepto de Dios si vosotros creéis en Dios y en el Día Final. Que el suplicio tenga lugar en presencia de un número de creyentes” (capítulo XXIV).

Está muy bien que Hollande bombardee posiciones de ISIS en Siria e Irak, donde tienen instalado su califato criminal. Pero el problema no va a parar ahí porque en buena medida el islam milita contra la civilización occidental de nuestros días (subrayo de nuestros días, porque también pasamos por inquisiciones y quema de “brujas”).

Occidente debe cortar todo tipo de relaciones (sí, petróleo incluido) con países que financian el terrorismo islámico. Y aquel musulmán que viva en Occidente tiene que admitir el Estado laico. Y que puede haber más Dios que Alá, pues tan respetable es el Dios de las religiones monoteístas como los dioses de los yorubas e hindús, o el ateísmo.

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