Los jerarcas priistas deberían ser más humildes por los resultados de las elecciones del domingo 7, en lugar de engañarse con una victoria que no tuvieron.
Perdieron dos y medio millones de votos con respecto a las intermedias de 2009 y varios millones más en comparación con la presidencial de 2012.
Con el crecimiento económico más pobre de los últimos años, apenas de 1.76 por ciento en promedio de 2013 y 2014, tampoco podían aspirar a más.
La gente votó enojada contra el desempeño de la economía, la inseguridad y la falta de combate a la corrupción.
Es un éxito para el presidente que vuelva a tener mayoría en el Congreso, pero esa mayoría no la alcanzó el PRI, sino que va a llegar con las muletas del Verde y el Panal.
Obtener 29 por ciento de la votación nacional es una pésima cifra para el partido gobernante, y no pueden cantar victoria cuando fueron barridos en Nuevo León y perdieron Querétaro y en Jalisco, que eran suyos.
El PRI será la primera minoría en el país porque el voto opositor se atomizó en una amplia gama de partidos y candidatos independientes. Con 29 por ciento no se puede hablar de ningún aval a la gestión de gobierno, porque es engañarse con una fortaleza partidaria inexistente.
La derrota del PRI en Nuevo León fue espantosa: un independiente obtuvo 49 por ciento de los votos contra 23.5 de la abanderada priista. Por partidos, Acción Nacional los superó por más de 100 mil sufragios.
¿De qué victoria hablan, con 29 por ciento de la votación?
Recuperaron Sonora, donde dejaron la campaña en manos de Manlio Fabio Beltrones, que en realidad ganó los comicios en un duelo de tú a tú con el gobernador Guillermo Padrés.
El PRI ganó bien el Estado de México, donde doblegó en votos al PAN y al PRD, y en Veracruz.
Pero en las federales no hay tal triunfo ni aval al desempeño del gobierno. 29 por ciento por ciento es nada para cantar victoria, aunque suficiente para autoengañarse.
Al presidente le fue bien porque con la suma de diputaciones de partidos cercanos va a tener mayoría en el Congreso para sacar adelante leyes elementales.
Sin embargo, debería preocupar tan escasa votación de respaldo, luego de una exhibición de capacidad política para sacar adelante un ciclo histórico de reformas.
La jornada electoral fue buena para el presidente porque cumplió como jefe de Estado al dar al país elecciones en paz.
Al PRI, sin embargo, le fue mal. La economía no lo favoreció, sino que lo golpeó: apenas empieza a moverse luego de dos años perdidos (1.76 de crecimiento). Eso, en efecto, se reflejó en el raquítico 29 por ciento alcanzado el domingo 7.