Salvo que aparezca otro candidato de última hora, es probable que el ex canciller de Uruguay, Luis Almagro, sea elegido como nuevo Secretario General de la Organización de los Estados Americanos (OEA) en una votación secreta el 18 de marzo.
Recientemente entrevisté a Almagro, actualmente el único candidato para el cargo, para el cual afirma tener el respaldo de unos 20 países miembros de la OEA. Y me quedé con varios interrogantes sobre si es un candidato que podría sacar a la organización regional de su irrelevancia actual.
Para ser justos, la OEA sigue siendo una institución más grande y potencialmente más importante que la Unión de Naciones Sudamericanas (UNASUR), un grupo de países sudamericanos que fue creado para excluir a Estados Unidos y México de las decisiones regionales, y que a juzgar por su actuación en Venezuela se ha convertido en una sociedad de protección mutua para gobiernos represivos.
La OEA tiene una Carta Democrática, y tiene una respetada Comisión de Derechos Humanos. Además, cuenta con más de una docena de agencias especializadas en drogas, seguridad ciudadana y educación.
Pero en los últimos años, la OEA ha sido eclipsada por la UNASUR en las principales crisis regionales.
Cuando el gobierno venezolano ordenó recientemente la detención del alcalde de Caracas, Antonio Ledezma, y la oposición llamó a protestas masivas, los países de América del Sur — a petición de Venezuela — invitaron a UNASUR, y no a la OEA, a enviar una misión de mediación a ese país.
Iguamente, cuando las protestas estudiantiles en Venezuela dejaron un saldo de 43 muertos el año pasado, y el gobierno venezolano detuvo al líder opositor Leopoldo López, los países sudamericanos amigos de Venezuela también pidieron a UNASUR enviar una misión de mediación.
Como era de esperar, esa misión no logró prácticamente nada. Los críticos de UNASUR dicen que, por el contrario, la misión de mediación solo ayudó al gobierno de Venezuela a ganar tiempo y debilitar las protestas callejeras.
Cuando le pregunté a Almagro qué haría de ser electo Secretario General de la OEA, respondió que trabajará para fortalecer la democracia y los derechos humanos — no hay gran sorpresa en eso, ya que hasta las peores dictaduras dicen apoyar la democracia y los derechos humanos — y que propondrá varias iniciativas nuevas, incluyendo una “Escuela de Gobierno de las Américas” y una “Organización Panamericana de la Educación”.
En cuanto a cómo financiaría estos proyectos, teniendo en cuenta que la OEA está teniendo problemas financieros, Almagro dijo que restauraría la salud financiera de la OEA mediante la reducción de costos y asociándose con el Banco Mundial e instituciones financieras regionales para proyectos específicos conjuntos.
Pasando a temas políticos, le pregunté a Almagro si — de ser electo en la OEA — pedirá la liberación de López y otros presos políticos venezolanos, tal como lo han hecho el actual Secretario General de la OEA, José Miguel Insulza, y las Naciones Unidas.
“Nosotros hemos trabajado este tema en el marco de UNASUR”, respondió Almagro, y agregó que “en el marco de UNASUR vamos a ajustar las variables” en la medida en que sea necesario.
Cuando le comenté que no estaba respondiendo a mi pregunta, Almagro dió una respuesta alambicada, pero sin decir mucho. Básicamente, dijo que no podía responderla hasta ser elegido como jefe de la OEA. Señaló que, como canciller de Uruguay, había solicitado a Venezuela las “máximas garantías judiciales” para López y otros detenidos, pero agregó que “no nos podemos meter en una decisión del poder judicial de otro país”.
Días más tarde, tras el arresto del alcalde opositor Ledezma, le pedí a Almagro su reacción ante ese hecho. En un email enviado por un portavoz, Almagro repitió que no puede hablar “ni siquiera en forma hipotética” antes de ser electo en la OEA. Agregó que hay un proceso de mediación en marcha “liderado por la UNASUR, y que confiamos en que rinda frutos”.
Mi opinión: Hmmm. Lo más preocupante de Almagro no es que sea un cultor del “cantinfleo” — como llaman en México al arte de usar palabras difíciles para eludir respuestas claras — sino algunas de las cosas que dice.
Por ejemplo, no estoy seguro de que la OEA podrá recuperar un rol de liderazgo bajo un Secretario General según el cual la crisis de Venezuela deberá resolverse “en el marco de la UNASUR”.
Por otra parte, para ser justos con Almagro, no tendría sentido que en su calidad de candidato critique duramente a Venezuela, y corra el riesgo de perder varios votos en las elecciones de la OEA, incluyendo los de una docena de países del Caribe y Centroamérica que aún dependen de los subsidios petroleros de Venezuela.
Si no hay sorpresas, deberemos esperar hasta después del 18 de marzo para saber si Almagro en verdad tiene colmillo, y un compromiso real con la defensa de la democracia.