La captura de El Chapo Guzmán reestablece la confianza perdida en las instituciones de seguridad y reafirma que nadie, ni el narcotraficante más poderoso del mundo, puede contra el águila de frente.
Teníamos (y seguimos teniendo) instituciones débiles, que supieron reaccionar con eficacia ante la magnitud del reto que significó la fuga de Guzmán Loera.
Cuando se escapó, en julio del año pasado, hicimos el ridículo ante el mundo y se esparció la certeza de que nunca volvería a ser recapturado porque tenía la protección de las más altas autoridades del país.
Hasta una película estaba en marcha para encomiar la sagacidad del capo y la ineptitud y corrupción de las autoridades mexicanas.
Muñecos, piñatas y máscaras festivas de El Chapo Guzmán se vendían por doquier, en una señal de admiración por el capo que supo echarse a la bolsa a las instituciones y con ellas poner a su servicio a sus encargados.
El viernes quedó demostrado que no era así. No había tal colusión. En 180 días fue vuelto a capturar y la imagen internacional es de eficacia para lavar un error que nos había costado carísimo en imagen pública.
Hizo bien el presidente al no hacer caso a las voces que pedían la salida del secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, como chivo expiatorio por la fuga del Chapo hace seis meses.
Fue Osorio el que coordinó los trabajos que llevaron a la recaptura del capo en un tiempo récord, que nos debe enorgullecer pues sí era posible volverlo a capturar y las máximas autoridades estaban empeñadas en detenerlo, no en protegerlo.
Cuando El Chapo se fugó de Puente Grande, en enero de 2001, nadie pidió la salida del secretario de Gobernación de aquel entonces, Santiago Creel, sino que cayeron mandos medios de las áreas de seguridad.
Ahora, curiosamente, querían que se fuera Osorio Chong por la fuga. Habría sido un error. Osorio no estaba involucrado en la huida y fue él quien coordinó los trabajos para encontrar a esa aguja en un pajar.
El Ejército y la Marina demostraron de forma palmaria que su compromiso estaba con México, y no con la libertad de un bandido.
Por eso molesta y hasta duele que algunos políticos amargados y sus seguidores en redes sociales minimicen lo logrado por el gabinete de seguridad nacional.
Soldados, marinos, agentes encubiertos, pilotos y ciudadanos que colaboraron, se jugaban literalmente la vida en la persecución de El Chapo, un narcotraficante que a la postre resultó ser un cobarde.
Hace dos meses estuvo a punto de ser detenido. Lo tenían apuntado para que se rindiera, y se cubrió con una niña pequeña para fugarse.
En esta ocasión cinco guardaespaldas suyos murieron enfrentados con comandos de la Marina, para darle tiempo al capo a huir por el drenaje.
Ni así pudo escapar. El operativo fue perfecto y hay que estar orgullosos de ello. Aunque parece ser inevitable que a algunos les moleste la captura porque desdibuja su discurso de que las autoridades mexicanas estaban al servicio del capo.