Alienta que haya un horizonte, 30 de mayo, para el fin de la cuarentena en el país, salvo dos consideraciones esenciales: no se le puede creer a un gobierno que ha hecho de la mentira un hábito y del engaño su principal ‘virtud política’, y cientos de miles de empresas medianas y pequeñas no resisten sin ingresos hasta mediados de junio.
No se puede confiar en el gobierno que no ha tenido estrategia para enfrentar la epidemia de coronavirus, ni tiene estrategia para paliar los efectos de la crisis económica, de desempleo e inseguridad en que nos adentramos, la más grande en casi un siglo.
Sí tienen, y de sobra, mentiras para vender falsas ilusiones y denostar a quienes expresan opiniones críticas.
Ayer una multitud de cuentas electrónicas, organizadas por personajes ligados al gobierno, le cayeron encima a Joaquín López-Dóriga por haber dicho que se anunciaría el inicio de la fase 3. Pidieron internar al periodista en un manicomio por decir “una mentira”.
Todo estaba preparado para lanzar la fase 3, en la que de hecho ya deberíamos estar según el subsecretario López-Gatell, que no se manda solo: su jefe, el Presidente, decide en función de razones políticas, y no de salud pública.
Y si de internar en un manicomio al que miente (en este caso sólo falló un pronóstico, pues no se contaba con la renuencia política de AMLO a aplicar una medida de control indispensable), cuidado con lo que piden, pues los primeros en ser internados serían los gobernantes cuyas mentiras matan gente.
Veamos lo que informaba el presidente de la República el 28 de febrero, cuando estaban encendidas las alertas mundiales por la pandemia: El coronavirus “no es algo terrible, fatal, ni siquiera equivale a una influenza”, señaló respaldado en sus amplios conocimientos de medicina, por todos conocidos.
Esas mentiras matan. Y decirle a los habitantes del país, el 2 de marzo, cuando ya se comenzaban a sentir los efectos fatídicos de la pandemia en nuestro continente: “Miren, lo del coronavirus, eso de que no se puede uno abrazar, hay que abrazarse, no pasa nada, o sea, y así, o sea, nada de confrontación”.
Así es que cuidado con promover que encierren en manicomios a periodistas que se equivocan, o fallan en un elemento imponderable. Eso no mata a nadie. Las mentiras oficiales sí.
“Estamos preparados”, dice el Presidente y se ufana que “vamos muy bien”. No es verdad.
Los médicos, enfermeras y paramédicos en distintas zonas del país no tienen el equipo mínimo para protegerse y atender a los contagiados. Y se contagian. Algunos mueren. Un crimen.
El director del IMSS anunció la compra de respiradores artificiales a China. Y resulta que, como publicó Bloomberg, la empresa que los vende no tenía el pedido en sus registros. Otra mentira.
El Presidente anunció que habrá otro paquete de créditos de 25 mil pesos para un millón de beneficiarios que “incluye a empresas familiares del sector formal e informal”.
Y añadió: es un nuevo crédito “a otro millón de pequeños empresarios, en este caso, todos los que tienen trabajadores (menos de cierta cantidad) en el Seguro Social”.
Y por esas mentiras, que no son errores, hay personas contagiadas y tal vez muertas.
Ahí hay responsabilidad oficial. Mentiras que matan. No es el caso de un periodista que, apoyado en una primicia que obtiene de un funcionario, da una fecha para la fase tres y se pospone por motivos políticos.
Por esa razón, una jauría cibernética operada desde la 4T exige, como en los regímenes comunistas, que manden al periodista a un manicomio.
Cuidado con lo que piden.
No pasa nada, o sea, y así, o sea, nada de confrontación.