Aquí entre nos

Pues le cayó fatal, que era precisamente lo que Aracelis temía. Pero no se puede culpar al pobre hombre, porque las expectativas que él se había formado de este proyecto, que fueron las que Aracelis le comunicó con anticipación, estaban a cincuenta mil años luz de cómo se estaban desarrollando los acontecimientos.

En otras palabras, entre lo dicho y lo hecho había un trecho abismal. Aracelis había dicho que su ingreso a la universidad no se convertiría en un obstáculo para su patrón; sin embargo, había pedido tres permisos en el transcurso de una semana para atender los asuntos relativos a la matrícula. – Estuvo fuera de mi control, objetó, la chica. Aunque de nada le valió, el jefe estaba disgustado…y con razón.

Cabe mencionar que la maestría elegida había sido diseñada, en teoría, para ajustarse a las exigencias de adultos que trabajaban tiempo completo; mas, resulta y viene a ser, que en realidad sólo se ajustaba a individuos que trabajan day-shift (7 am -3 pm) o a estudiantes full time.

Luego Aracelis se enteró, que las clases empezaban a las cuatro de la tarde.

Ella tenía un horario de oficina; es decir, que tomar las cátedras a las cuatro requería de una excepción. Y, a pesar de proclamar que acomodaba las necesidades de sus empleados, la empresa en cuestión no era conocida por hacer muchas excepciones. Siempre era su personal quien debía doblarse a las exigencias del momento:

–Aracelis, debes ser flexible como el tallo del bambú, le decía su jefe. ¡Qué bonito sonaba! Empero, a la hora de la verdad, no había de allá para acá. Era la ley del embudo, lo ancho para ellos y lo estrecho para uno.

En fin, mientras rumiaba las circunstancias de su vuelta a la escuela, Aracelis se culpaba por no haber insertado en su contrato una cláusula que incluyera las palabras tan emotivas que pronunció el chico de Recursos Humanos durante la pseudo bienvenida a las filas de la organización: “Nosotros queremos verlos crecer y triunfar”.

“Queremos que se desarrollen en toda su potencialidad. Seremos sus aliados en la carrera hacia el éxito que emprenderán”.

Al final, con pataletas y refunfuños, le dieron el consentimiento para salir temprano una vez por semana.

Esto implicó que adoptara una carga académica equivalente a tres créditos, una materia. A este paso, se dijo, voy a terminar graduándome dentro de 7 años.

Esa idea la entristeció. ¿Por qué no se le ocurrirá a alguien estructurar los horarios de manera tal que gente como ella, esclava del 9 a 5, pudiera asistir a clases? ¡En México D.F., Santo Domingo y Bogotá lo hacían y lo hacen! ¿Y por qué no se le ocurrirá a alguien agilizar los procesos, automatizar los servicios, servir con eficacia, funcionar sin tanta BURROcracia?…Aquí entre nos, Aracelis nada de esto lo entendió.

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