Bajo la Constitución de Nevada, la Junta de Regentes del Sistema de Educación Superior de Nevada (Nevada System of Higher Education, o NSHE) controla el sistema universitario.
Pero eso no siempre le sienta bien a todo el mundo, incluyendo a algunos de los grandes donantes de la universidad, esa lista incluye a la filántropa Kris Engelstad McGarry, fideicomisaria de la Fundación de la Familia Engelstad.
Hay que decir desde el principio que los donantes son totalmente libres de hacer o no contribuciones a la educación superior según lo consideren oportuno. No están obligados a dar, y merecen elogio y agradecimiento por cualquier regalo que hagan. En el caso de Engelstad McGarry, eso incluye millones para varios programas y becas.
También hay que decir que los donantes pueden pedir las condiciones que deseen al donar dinero, y aceptar esos dólares significa que la universidad y su fundación de recaudación de fondos deben cumplir con esas condiciones. Pero mientras que algunas condiciones son completamente apropiadas (nombrar un edificio en honor a alguien o modificar un programa específico, por ejemplo) otras no.
Y los registros muestran que Engelstad McGarry ha ido repetidamente más allá de lo que debería ser aceptable para un donante, tratando de dictar no sólo el uso de una donación, sino también las decisiones de personal, y no sólo aquí en Nevada.
En 2018, Engelstad McGarry declaró que su fundación ya no daría dinero a la Universidad de Dakota del Norte mientras su entonces presidente, Mark Kennedy, estuviera en el cargo.
Las raíces de la tensa relación de Engelstad McGarry con la universidad se centran en la administración del estadio de hockey de la escuela, construido por su difunto padre, Ralph Engelstad. Ella dijo que Kennedy había sido “bastante hostil a veces” sobre la arena. También hubo una disputa sobre si el nuevo logo de los Fighting Hawks de la universidad debería aparecer en la cancha central de una instalación separada que lleva el nombre de su madre, Betty Engelstad.
(La universidad abandonó en 2015 su polémico logo de los Fighting Sioux después de enfrentarse a la presión de la NCAA y a una larga batalla legal y política, aunque el logo sigue siendo omnipresente en el interior de la arena de hockey).
“No tendremos una relación con la Universidad de Dakota del Norte mientras el actual presidente esté sentado allí, y él está muy consciente de ello”, afirmó Engelstad McGarry en una entrevista con el periódico Grand Forks Herald en 2018. “Seguimos apoyando a los estudiantes, apoyamos las becas, apoyamos el programa de hockey, pero hasta que no haya un cambio de administración en la universidad, no los apoyaremos”.
Y, por supuesto, después de que Kennedy partiera para dirigir la Universidad de Colorado, Engelstad McGarry anunció que la fundación financiaría las instalaciones de hockey de la escuela y el estadio hasta septiembre de 2030.
Pero eso no fue nada comparado con lo que Engelstad McGarry trató de hacer en Las Vegas en 2018.
En un memorando de entendimiento escrito, trató de condicionar una donación de 14 millones de dólares para construir una nueva facultad de medicina a la permanencia en el cargo del entonces presidente Len Jessup y la entonces decana de la escuela de medicina, Barbara Atkinson.
El memorándum (firmado por Jessup y Atkinson) llegó justo días después de que el canciller de educación superior Thom Reilly hubiera discutido una revisión de trabajo negativa con Jessup. El acuerdo habría mantenido a Jessup en la oficina presidencial hasta el 2022.
Engelstad McGarry dijo que ella insistió en la condición porque no confiaba en que los regentes no se inmiscuyeran en el uso de su donativo; su solución irónica fue usar su donativo para inmiscuirse en la administración del sistema.
Un bufete de abogados externo encargado por el sistema universitario encontró preocupante la conducta de Jessup.
“El comportamiento reciente del doctor Jessup, independientemente de sus deficiencias de desempeño preexistentes, plantea serios problemas de estándares éticos, así como la potencial violación de las políticas y pautas internas del sistema”, concluyó el informe. “Independientemente de que el sistema opte por iniciar procedimientos con la Comisión de Ética de Nevada, tendrá que decidir si el doctor Jessup ya no es apto para servir como presidente de la UNLV”.
Nunca llegó a eso: Jessup se retiró para dirigir la Claremont Graduate University in California. Engelstad McGarry retiró su donación de 14 millones de dólares y otros donantes cuestionaron si seguirían su ejemplo. Brian Greenspun, fideicomisario y director ejecutivo de la Fundación UNLV, editor y redactor del Las Vegas Sun, arremetió en sus páginas contra los regentes por obligar a Jessup a salir, en vez de contra Jessup por sus propios defectos. Fue una situación de confusión moral.
Esto nos lleva a hoy, donde Engelstad McGarry está proponiendo una vez más una donación para financiar el edificio de la facultad de medicina, el cual sería diseñado y construido de forma privada bajo la dirección de los donantes.
“No estamos terriblemente interesados en la opinión de los funcionarios de la UNLV”, le dijo a Aleksandra Appleton, del Review-Journal. “Por supuesto, quienquiera que sea el próximo presidente de la universidad, nos gustaría ser inclusivos y escuchar lo que tiene que decir, pero se agradece un regalo, no se espera que se digan todas las cosas que no les gustan de él”.
O, podrías decir, “No, gracias”.
De hecho, los regentes deben decir precisamente eso en ciertas circunstancias. Deben adoptar inmediatamente una política que especifique que cualquier donación que venga con una condición que se inmiscuya en la prerrogativa constitucional y legal del consejo, el canciller o la Legislatura para administrar el sistema debe ser rechazada, sin excepción. La política también debe aplicarse a la Fundación UNLV.
Si los donantes quieren tener voz y voto en el funcionamiento del sistema o en quiénes desempeñan determinados trabajos, hay una vía para ello, se llama “postularse para ser regente”. Pero no se debe permitir que nadie use sus chequeras para hacer que los regentes o los funcionarios de la universidad que no tienen dinero, bailen a su ritmo.
Hasta ahora, no parece que la oferta de diseño y construcción de Engelstad McGarry cruce ninguna de esas líneas, pero la UNLV y los regentes deberían tener especial cuidado al aceptar su dinero e insistir en un acuerdo por escrito que describa específicamente lo que los donantes pueden y no pueden exigir a cambio de su aportación. Si los donantes se niegan a firmar, eso es una enorme bandera roja.
La alternativa, desafortunadamente para los contribuyentes, es emitir bonos para cubrir los estimados 125 millones de dólares en costos de construcción, lo que Engelstad McGarry cuestiona como innecesario.
“¿Por qué querrían emitir bonos y hacer obras públicas y que los contribuyentes lo paguen cuando cuentan con un grupo que puede hacerlo en privado y hacerlo también de manera más rentable? preguntó en su entrevista con el Review-Journal.
La respuesta: Evitar las donaciones que vienen no sólo con cuerdas, sino con cadenas atadas.