La desaparición de cinco jóvenes en Veracruz, a manos de la Policía Estatal, nos recuerda que los gobiernos que no hacen la tarea de certificar a sus cuerpos de seguridad lanzan a la calle a potenciales asesinos con charola.
Veracruz ha sido reiteradamente omiso en su obligación de certificar a sus policías. Fidel Herrera no le hizo caso a Calderón y Javier Duarte no le hace caso a Peña Nieto.
Unos señores feudales que han puesto a ese estado extraordinario como el segundo con más desapariciones forzadas en el país.
Ahora que vienen las elecciones para renovar el gobierno local, el PRI se apresta a pedir el voto para continuar en el poder estatal.
Se necesita tener la cara muy dura para ostentarse como la mejor opción cuando se ha puesto a esa entidad como la segunda en el país con más desapariciones forzosas.
El PRI de Veracruz está como el PRD de Guerrero y su policía: los campeones nacionales de desapariciones de personas.
¿Así quieren conservar el poder? ¿Qué no haya alternancia?
Por lo menos deberían arrancar su campaña con un mea culpa y distanciamiento de los que han puesto a Veracruz en una situación trágica en materia de seguridad y derechos humanos.
El país ya no puede cargar con los lastres del despotismo bárbaro en varias entidades.
Son años y años de indolencia de gobiernos estatales para con sus policías, y el saldo es que se acumulan los muertos, secuestrados, extorsionados y desaparecidos.
¿Cómo es posible que a estas alturas del siglo, con democracia avanzada y alternancia en el poder federal, con miles de millones de dólares gastados en seguridad, sean las propias policías las que secuestren y maten?
El caso de los desaparecidos en Tierra Blanca va a terminar siendo uno más en la larga lista de los crímenes cometidos por policías contratados por los gobiernos estatales, que no pasan un examen de confianza ni controles mínimos.
Una charola, uniforme, pistola y a la calle. ¿Qué es eso?
Los muchachos viajaban del puerto de Veracruz a Playa Vicente el pasado día 11 de este mes, cuando fueron interceptados por una patrulla de la Policía Estatal en Tierra Blanca (en la maravillosa cuenca del río Papaloapan) y los desaparecieron.
¿Cómo que los desaparecieron? Sí, los policías ya están detenidos, el delegado de la Policía Estatal en Tierra Blanca también, pero los jóvenes no aparecen.
Ya comenzaron a rastrear y excavar. Salen y salen cadáveres que no son los suyos.
Cadáveres en entierros clandestinos. Es decir, producto de homicidios cometidos por grupos criminales o por la Policía.
Hace unas semanas, en vacaciones, el chofer del shuttle que nos llevaba del aeropuerto al hotel cerca de Cancún, comentaba que él había llegado hacía un año a Quintana Roo. Era de un poblado cercano a Martínez de la Torre, Veracruz.
Tenía un negocio –heredado de su papá– que debió abandonar porque no le alcanzaba con el derecho de piso que debía pagar a los extorsionadores. Esperaba juntar algo de dinero para traerse a su familia.
Familias divididas, desaparecidos, asesinados, secuestrados… todo eso pasa en Veracruz (y otros estados) donde la Policía y los bandidos son la misma cosa, sin que la autoridad se haga responsable de nada.
Y piden el voto para reelegirse.