SAN SALVADOR, El Salvador (AP) — El miércoles12 fue especial en El Salvador: en uno de los países más violentos del mundo, el día llegó a su fin sin que se cometiera un solo asesinato.
Sin embargo, la noticia pasó desapercibida ante gran parte de la población. Algunos ya se habituaron a la violencia; otros no creen que pueda existir un cambio. “Yo ya me acostumbré a tantas muertes. Ya no le presto mucha atención; sólo trato de evitar problemas”, dijo Manuel Tejada, un hombre de 60 años que se dedica al comercio informal, a The Associated Press.
Durante un encuentro con la prensa, el director general de la Policía Nacional Civil, comisionado Howard Cotto, confirmó la reducción en los homicidios durante los primeros días del año: hasta el 11 de enero se habían contabilizado 99 muertes violentas con un promedio de nueve homicidios al día y en esas mismas fechas, un año atrás, la cifra era de 250 y 24 respectivamente.
Aunque el miércoles sí falleció una persona en el país, la muerte fue a causa de heridas perpetradas dos días atrás. De acuerdo a registros de AP, la última vez que se registró un día sin homicidios fue el 22 de enero de 2015.
Tejada recuerda la tregua de 2012, cuando se llegó a un acuerdo con los líderes de las pandillas en tiempos en que las cifras alcanzaban al menos 14 asesinatos al día, y las muertes violentas bajaron hasta cinco homicidios diarios. “Cuentan que cuando hicieron la famosa tregua siempre mataban, pero que los sepultaban en las fincas”, agregó el comerciante.
La paz duró poco. En septiembre de 2013, las autoridades retiraron algunos beneficios otorgados a los pandilleros que se encontraban presos y la tregua se rompió. En respuesta, las pandillas intensificaron sus ataques contras las fuerzas de seguridad y los grupos rivales a finales de ese año. Desde enero de 2015 y hasta finales de 2016, las cifras volvieron a crecer: casi 14 homicidios diarios.
Iniciar 2017 con un día libre de muertes violentas es noticia en un país que en 2016 registró el fallecimiento de 47 policías, la mayoría de los cuales fueron asesinados mientras se encontraban de licencia.
Las pandillas han intentado acercarse al gobierno para pactar una nueva tregua, pero el presidente Salvador Sánchez Cerén les ha cerrado las puertas y ha dicho que no negociará. Por el contrario, advirtió que los perseguirá para llevarlos ante la justicia.
El Salvador cerró 2016 con 5.278 homicidios y un promedio de 81,2 muertes violentas por cada 100.000 habitantes. Es implica una mejoría en la situación en comparación con 2015 -cuando se registró un promedio de 104 homicidios por cada 100.000 habitantes-, pero el país aún se considera uno de los más violentos del mundo.
Aunque se ha especulado que la reducción en la cifra de homicidios se debe a que las maras o pandillas sepultan a sus víctimas “para mantener el crimen en la impunidad”, los responsables de la seguridad pública del país rechazan esos rumores.
El ministro de Justicia y Seguridad Pública, comisionado Mauricio Ramírez Landaverde, afirmó que la baja en el número de homicidios es producto del trabajo de las fuerzas de seguridad y la implementación de medidas extraordinarias desde abril tras la matanza de once trabajadores que se atribuye a las pandillas.
Éstas tienen presencia en barrios y comunidades populares y están integradas por más de 60.000 jóvenes y adultos a los que las autoridades responsabilizan de la mayoría de homicidios. Más de 13.000 están presos y sus cabecillas han sido enviados a una cárcel de máxima seguridad, donde están completamente incomunicados con el exterior.
Las pandillas están involucradas en el narcotráfico y el crimen organizado, extorsionan y cobran derecho de piso a comerciantes y empresarios del transporte, y asesinan a los que se niegan a pagar.