A medida que los médicos y los proveedores de atención a la salud aprenden más sobre el reto de salud que supone el COVID prolongado, los expertos en enfermedades infecciosas afirman que es posible que hayamos estado viendo esta tendencia desde el principio, con la influenza.
La persistencia de los síntomas tras una infección por COVID-19, denominado COVID prolongado, ha supuesto una presión extraordinaria para el sistema de atención a la salud, ya que los proveedores atienden no solo a las personas hospitalizadas la primera vez, sino también a las que tardan meses o más en recuperarse.
Pero lo que parece un reto novedoso puede llevar años añadiendo presión a las clínicas de todo el país, según un estudio publicado este mes en The Lancet Infectious Diseases.
“Creo que lo hemos ignorado durante mucho tiempo, y la pandemia del COVID-19 lo puso en el punto de mira”, declaró a Live Science el doctor Ziyad Al-Aly, autor del estudio y epidemiólogo clínico de la Universidad de Washington en St. Louis. Solo que, como en el caso del COVID-19, “la influenza puede provocar problemas a largo plazo”.
La influenza prolongada comenzó antes de la pandemia
El estudio, respaldado por bases de datos de atención a la salud del Departamento de Asuntos de Veteranos de Estados Unidos, analizó los casos de más de 80 mil personas que habían sido hospitalizadas por una infección por el COVID-19 entre el 1° de marzo de 2020 y el 30 de junio de 2022, y los comparó con más de 10 mil casos de hospitalización por influenza estacional entre el 1° de octubre de 2015 y el 28 de febrero de 2019.
En los 18 meses posteriores al ingreso inicial de los pacientes en el hospital, los investigadores descubrieron que tanto los pacientes con el COVID-19 como los pacientes con influenza tenían síntomas persistentes y significativos que dieron lugar a una nueva hospitalización u otro tratamiento.
Durante la fase “post-aguda” de la enfermedad, los investigadores descubrieron que los pacientes tenían una “mayor carga de pérdida de salud” en los meses posteriores a la parte más grave de su enfermedad que cuando esta estaba en su punto álgido.
“Tanto la infección por (COVID-19) como la influenza estacional provocan una mayor carga de pérdida de salud en la fase post-aguda que en sus respectivas fases agudas”, afirman los investigadores.
Según el estudio, esto significa que las tasas de mortalidad, ingreso hospitalario, ingreso en la unidad de cuidados intensivos y otras 94 consecuencias para la salud siguieron siendo elevadas en los 18 meses posteriores a la infección, tanto en el caso de la influenza como en el del COVID-19.
Esto también significa que ya existían casos de lo que podría llamarse “influenza prolongada” años antes de que comenzara la pandemia del COVID-19, según afirma Al-Aly en un comunicado de prensa de la Universidad de Washington.
Sin embargo, la diferencia en la gravedad de las dos enfermedades persistentes es significativa.
“El exceso de carga por cada 100 personas ingresadas en el hospital por el COVID-19 frente a la influenza estacional debe interpretarse en el contexto de un número dos o tres veces mayor de personas ingresadas en el hospital por el COVID-19 frente a la influenza estacional en Estados Unidos durante el mismo periodo”, señalan los investigadores en el estudio.
Según el estudio, los síntomas persistentes de la influenza (tos, dificultad para respirar, enfermedad pulmonar, etc.) permanecieron principalmente en el sistema pulmonar del organismo.
Los síntomas a largo plazo del COVID-19, en cambio, afectaban a múltiples sistemas corporales, desde el corazón hasta los intestinos, señalaron los investigadores.
Diferencias entre el COVID y la influenza
A partir de los síntomas por sí solos, puede ser difícil diferenciar entre las dos enfermedades respiratorias que dominan la temporada de resfriados.
Ambas enfermedades pueden causar fiebre, tos, dificultad para respirar, fatiga, secreción nasal y dolores musculares, según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC).
Lo que es diferente es el tiempo que transcurre tras la exposición para sentir estos síntomas.
Una persona expuesta a la influenza suele experimentar los síntomas entre uno y cuatro días después de haberse infectado.
Las personas expuestas al COVID-19 podrían tardar de dos a 14 días en mostrar síntomas, según reportan los CDC.