COMAYAGUA, Honduras — La niña de tres años viajó durante semanas acunada en los brazos de su padre cuando él se dispuso a buscar asilo en Estados Unidos, ahora, ella ni siquiera quiere verlo.
Después de ser separada por la fuerza en la frontera por funcionarios del gobierno, abusada sexualmente en hogares de guarda y deportada, la niña una vez brillante y radiante llegó a Honduras exhausta, ansiosa y llena de coraje, convencida de que su padre la abandonó.
Él teme que su vínculo se rompa por siempre.
“También pienso en el trauma que ella carga, ya que el mismo se ha quedado en mí y aún no se ha desvanecido”, comentó, días después de su reunión.
Este mes, nuevos datos del gobierno muestran que la niña es una de los 69 mil 550 niños migrantes sin precedentes detenidos por el gobierno de EU durante el año pasado, suficientes bebés, niños pequeños y adolescentes para desbordar un estadio de la NFL. Según investigadores de las Naciones Unidas, hay más niños detenidos lejos de sus padres que cualquier otro país, y está sucediendo a pesar de que el gobierno de EU ha reconocido que estar en detención puede ser traumático para los niños, poniéndolos en riesgo de daños físicos y emocionales a largo plazo.
Algunos de estos niños migrantes que estaban bajo custodia del gobierno este año ya han sido deportados. Algunos se han reunido con familiares en EU, donde intentan ir a la escuela y reconstruir sus vidas. Alrededor de cuatro mil aún están bajo custodia del gobierno, algunos en refugios grandes e impersonales y llegan más cada semana.
Hasta 42 por ciento desde 2018
Los casi 70 mil niños migrantes que estuvieron bajo custodia del gobierno este año (un aumento del 42 por ciento en el año fiscal 2019 desde 2018) pasaron más tiempo en refugios y lejos de sus familias que en años anteriores. La serie de estrictas políticas de inmigración de la administración Trump ha aumentado el tiempo que los niños pasan detenidos, a pesar del propio reconocimiento del gobierno de que les hace daño. En 2013, Australia detuvo a dos mil niños durante una oleada de llegadas marítimas. En Canadá, los niños inmigrantes se separan de sus padres solo como último recurso; 155 fueron detenidos en 2018. En el Reino Unido, 42 niños migrantes fueron puestos en refugios en 2017, según funcionarios de esos países.
“Las primeras experiencias están literalmente integradas en nuestros cerebros y cuerpos”, anunció el doctor Jack Shonkoff, quien dirige el Centro para el Desarrollo del Niño de la Universidad de Harvard. A principios de este año, le informó al Congreso que “décadas de investigación recabada por compañeros” muestran que arrestar a los niños lejos de sus padres o cuidadores primarios es malo para su salud. Es un problema de cableado cerebral, advirtió.
“Las relaciones estables y receptivas promueven una arquitectura cerebral saludable”, mencionó Shonkoff. “Si se interrumpen estas relaciones, los niños pequeños son impactados por el doble golpe de un cerebro que se ve privado de la estimulación positiva que necesita y es atacado por una respuesta al estrés que interrumpe su circuito en desarrollo”.
Los niños más pequeños corren un mayor riesgo, porque sus sistemas biológicos están menos desarrollados, apuntó. El daño previo y la duración de la separación también tienen más probabilidades de provocar un trauma.
“Desesperación en todas partes”
Un adolescente hondureño que estuvo recluido en un gran centro de detención durante cuatro meses antes de reunirse con su madre, informó que, a medida que pasaba el día, su miedo y ansiedad aumentaban.
“Había algo allí que nos hizo sentir desesperados, era la libertad, queríamos ser libres”, recordó. “Había desesperación en todas partes”.
Otro adolescente hondureño, que llegó a Estados Unidos a los 16 años y estuvo detenido en una serie de refugios cada vez más seguros durante más de un año, indicó que vio a sus compañeros hacerse daño.
“A veces lloraban solos o se golpeaban contra la pared”, reportó. “Pensé que se debía a que estaban aquí por mucho tiempo”.
Los adolescentes hablaron bajo condición de anonimato por preocupación por su seguridad.
Grito de ira
La niña hondureña de tres años fue separada de su padre cuando los funcionarios de inmigración los atraparon cerca de la frontera en Texas en marzo de 2019 y la enviaron a hogares de acogida financiados por el gobierno. El padre no tenía idea de dónde estaba su hija durante tres semanas de pánico. Pasó otro mes antes de que un cuidador la pusiera al teléfono, pero la niña, que cumplió cuatro años bajo custodia del gobierno, se negó a hablar, gritando de ira.
“Ella me dijo que la había dejado sola y que estaba llorando”, relató su padre durante una entrevista con AP y Frontline en su casa en Honduras. “‘ No te quiero papi, me dejaste sola”, le dijo. El padre acordó hablar sobre su caso bajo condición de anonimato por razones de seguridad.
Lo que la niña no le dijo o no pudo decirle a su padre fue que otro menor en su hogar de acogida la despertaba y comenzaba a abusar de ella, según registros judiciales. A medida que pasaban los días, comenzó a orinarse sobre sí misma y parecía incapaz de comer o beber, mencionó un padre adoptivo en los registros.
“Ella es tan pequeña como para que algo así le suceda”, afirmó su padre, quien se enteró del abuso de su hija mientras estaba detenido. “Sentí que no podía hacer nada para ayudarla”.
Desesperado por ver a su hija, pidió una prueba de ADN que, cuatro meses después de su detención, demostró su relación. Aún así el gobierno los mantuvo separados. En junio, se rindió y le pidió a un juez que lo reuniera con su hija y los deportara. El gobierno lo envió de regreso a Honduras solo, su hija lo siguió un mes después a mediados de agosto.
En una tarde de agosto en su ciudad natal, la niña tenía el pelo recogido en coletas. Su vestido era de color lavanda y sus zapatillas rosas estaban decoradas con lazos, jugaba con su hermana menor y se acurrucó junto a su abuelo, pero ignoró las súplicas de su padre y se negó a tomar su mano, convencida de que intentó dejarla para siempre.
“Cuando quise acunarla en mis brazos, ella comenzó a llorar”, indicó.
No hay ayuda para la salud mental
No sabía de ningún apoyo psicológico en su ciudad para ayudarla a procesar el abuso que sufrió.
“Por ahora vamos a tratar de darle más cariño, más amor y luego, si no hay un cambio, vamos a tratar de encontrar ayuda”, subrayó.
El gobierno de Estados Unidos llama a los niños migrantes retenidos sin sus padres “Niños Extranjeros no Acompañados” (UAC en jerga burocrática). La ley federal requiere que la Oficina de Reasentamiento de Refugiados (ORR, por su sigla en inglés) del Departamento de Salud y Servicios Humanos (HHS, por su sigla en inglés) les proporcione alimentos, refugio, atención médica y de salud mental. Pero la Oficina del Inspector General del HHS descubrió que no hay suficientes médicos ni atención especializada en los refugios que albergan a niños migrantes.
El vocero del HHS, Mark Weber, declaró que, con el mayor número de niños migrantes en la historia de su programa, “debe dar crédito a la ORR y al personal de la red de refugios por administrar un programa que pudo expandir y unificar rápidamente el mayor número de niños, todo en un ambiente increíblemente difícil”.
En una solicitud urgente para financiar un refugio de emergencia a principios de este año, el HHS advirtió: “Sin una forma de proporcionar estos servicios, existe un riesgo inaceptable de que miles de UAC se queden sin sus necesidades humanas básicas, lo que resultaría en lesiones y muerte de los niños”.
En la edición de septiembre de la revista Pediatrics, la Academia Estadounidense de Pediatría apunta que los niños migrantes que están detenidos “enfrentan historias traumáticas casi universales”. El grupo recomienda terapias específicas para ayudar a los niños a recuperarse y reunirse con sus familias, advirtiendo sobre graves consecuencias si no se tratan, pero pocos de los miles de niños separados de sus padres están recibiendo terapia después de ser deportados a América Central. Muchos son de comunidades empobrecidas donde hay pocos recursos de salud mental accesibles, si es que hay alguno.
EU demandado por millones
Estados Unidos ahora está siendo demandado por millones de dólares por algunas familias que aseguran que sus hijos fueron perjudicados por estar detenidos, y el 5 de noviembre, un juez federal ordenó al gobierno que proporcionara de inmediato exámenes de salud mental y tratamiento a familias inmigrantes traumatizadas por las separaciones. El juez encontró que los abogados de familias separadas presentaron evidencia de que la política del gobierno “causó un trauma mental severo a los padres y sus hijos” y que los funcionarios del gobierno de Estados Unidos estaban “conscientes de los riesgos asociados con la separación familiar cuando la implementaron”.
El experto en trauma infantil, Ryan Matlow, de la Universidad de Stanford, explica que el estrés tóxico en los niños se asocia con tasas más altas de depresión, ansiedad, síndrome de estrés postraumático, enfermedades cardíacas, cáncer e incluso muerte prematura.
“¿Entonces queremos ser un país que inflija más trauma a las personas que están experimentando adversidades intensas y que buscan refugio y ayuda en una nación vecina?”, cuestionó Matlow, quien se ha reunido con niños migrantes detenidos en varios de los centros de detención de migrantes más grandes. “¿Estamos de acuerdo con las implicaciones de hacer daño a los niños vulnerables, a los niños de dos y tres años y también a los adolescentes? ¿Es algo que podemos aceptar?”
Este año, el presidente Donald Trump firmó una ley que aprobó 2.8 mil millones de dólares para que el gobierno aloje, transporte y cuide a los niños migrantes. Nueve de cada 10 provienen de Guatemala, Honduras y El Salvador, con menos del tres por ciento de México. Huyen de América Central a menudo para salvar sus propias vidas, porque la violencia y el abuso, incluso el asesinato, se cometen con impunidad bajo gobiernos corruptos que Estados Unidos ha apoyado durante décadas.
Si bien los niños han estado llegando solos a la frontera de EU durante más de una década, el número de menores bajo custodia del gobierno ha crecido considerablemente en los últimos dos años, en gran parte porque han estado detenidos por periodos más largos. Unos meses después de que Trump asumió el cargo, la agencia federal se hizo cargo de unos dos mil 700 niños, reuniéndolos con familiares o patrocinadores en espera en aproximadamente un mes. En junio, eso superó los 13 mil, y permanecieron bajo custodia durante aproximadamente dos meses.
Las autoridades de inmigración de Estados Unidos han separado a más de cinco mil 400 niños de sus padres en la frontera de México, antes, durante y después de que se promulgó una controvertida política de “tolerancia cero”, que terminó en la primavera de 2018.
Toda una vida buscando soluciones
Eskinder Negash, quien dirige el Comité sin fines de lucro para Refugiados e Inmigrantes de EU (USCRI, por su sigla en inglés), conoce muy bien el trauma de la separación y la detención, y ha pasado su vida buscando soluciones.
“Yo era un refugiado, sé por lo que han pasado”, destacó Negash, quien huyó solo de Etiopía cuando era un adolescente después de que su país fue arrojado al caos por un golpe militar.
Negash también sabe lo que es tener que cuidar de repente a decenas de miles de niños migrantes atrapados en la frontera. Dirigía la Oficina de Reasentamiento de Refugiados en 2014 bajo la administración de Obama cuando más de 60 mil niños arribaron a la frontera, en su mayoría no acompañados. Negash y su equipo se apresuraron a refugiarlos en una variedad de establecimientos, incluso en bases militares. Las consecuencias, en ese momento, fueron duras: los defensores de los derechos humanos que hoy denuncian la forma en que se trata a los niños bajo custodia del gobierno estaban (bajo Obama) frustrados con su cuidado e instaron a que los niños recibieran rápidamente asilo.
Negash dejó el gobierno para dirigir la agencia sin fines de lucro de apoyo a los refugiados USCRI y quiso tratar a los niños, tanto en Estados Unidos como en el extranjero.
En El Salvador, USCRI ahora ejecuta el proyecto Livelihoods, enseñándole a los adultos jóvenes que fueron deportados, las habilidades de Estados Unidos para poder mantenerse. En una visita reciente, los estudiantes se agruparon en pequeños grupos alrededor de bancos de trabajo para practicar la construcción de circuitos que harían funcionar motores pequeños. Aprenden todo, desde la instalación eléctrica residencial y comercial hasta la construcción de subestaciones y transformadores. Otras carreras profesionales incluyen mecánico de automóviles, chef y barman. Desde 2016, unos 400 adultos jóvenes se han graduado del programa, que es una asociación con el gobierno de El Salvador.
“Ya no pienso en migrar”, confesó José Fernando Guillén Rodríguez, de 21 años, quien fue detenido en Estados Unidos a los 18 años y pasó un tiempo en detención de adultos antes de ser deportado. Ahora, ya ha completado un año de clases diarias de electricidad y trabaja como aprendiz en una empresa de construcción eléctrica.
Refugio modelo cerca de Mar-a-Lago
Mientras tanto, en Estados Unidos este verano, USCRI también abrió lo que Negash espera que sea un refugio modelo financiado por el gobierno en el sur de Florida, justo en el camino del Club Mar-a-Lago de Trump. “Rinconcito del Sol” es diferente a otras instalaciones que albergan a niños migrantes.
No hay guardias de seguridad uniformados en la entrada. Los residentes, niñas de 13 a 17 años, pueden llamar a sus familias según sea necesario, según el personal, y hay más servicios terapéuticos, incluido el tratamiento intensivo para víctimas de trata y abuso, durante toda la semana. Duermen dos en una habitación, y son libres de pasear por un área grande al aire libre o “comprar” en una tienda llena de artículos donados. Los trabajadores sociales se apresuran a reunirlos con su familia en Estados Unidos rápidamente, con un promedio de cuatro semanas, y los costos para los contribuyentes son un tercio de los costos de 775 dólares por día en grandes refugios de emergencia donde los niños duermen 100 por habitación.
“Aquí, cambiamos vidas”, afirmó la directora de refugio Elcy Valdez, quien trabajó como especialista de campo federal de ORR visitando una variedad de instalaciones durante seis años. Ella vio una variedad de operaciones y tomó nota de las mejores prácticas. Hoy esperan compartir sus prácticas con unos 170 programas de refugio en 23 estados.
“Las chicas llegan muy tristes, nerviosas, sin saber qué esperar, inseguras de lo que les depara el futuro”, concluyó. “Les damos esa sensación de seguridad y protección por primera vez”.