CIUDAD DE MÉXICO — Una imagen más completa comenzó a surgir del ex carnicero aparentemente afable de 72 años que descuartizó a una mujer en el sótano de su casa y es sospechoso de asesinar a muchas más.
El individuo, fornido y de baja estatura, sólo ha sido identificado como “Andrés”, de acuerdo con las leyes mexicanas que protegen la identidad de los sospechosos.
El jueves pasado se ordenó que sea enjuiciado por el asesinato de una mujer de 34 años cuyo cadáver presuntamente desmembró con una sierra de carnicero y otros utensilios el 14 de mayo.
Fotografías filtradas desde el lugar de los hechos mostraban la espeluznante escena. También surgieron fotos del sospechoso tomado del brazo con otros miembros de un grupo político local del vecindario. Fue elegido representante vecinal hace años, y aparentemente tenía la afabilidad suficiente para ello.
Pero tal vez las fotografías más inquietantes no son las del sitio del asesinato —un par de pies cortados cuidadosamente a la altura del tobillo, y un brazo al que se le habían seccionado músculos-, sino las tarjetas de identificación halladas entre los montones de trebejos acumulados por el sospechoso.
“Hemos encontrado, desgraciadamente, diferentes indicios humanos, restos óseos, ropa de mujer, credenciales de elector y otros elementos que nos hacen suponer que pudiese ser un feminicida serial”, dijo Dilcya García Espinoza de los Monteros, fiscal especial para la Atención de Delitos Vinculados a la Violencia de Género en el Estado de México, el cual colinda con la Ciudad de México.
Los fiscales distribuyeron fotografías de la vivienda situada en un suburbio de mal aspecto y bajos ingresos al norte de la capital mexicana, y sus interiores daban la impresión de que se trataba de la casa de una persona aficionada a acumular cosas. Pero entre las sillas rotas había cosas que no concordaban: zapatos y bolsos de mujer, maquillaje y una pila de casetes de audio marcados con nombres.
“Son varios los casos de feminicidio en los que esta persona se encuentra probablemente involucrada”, dijo Ricardo Sodi Cuéllar, presidente del Tribunal Supremo de Justicia del Estado de México.
Fotografías publicadas por medios locales mostraban que una de las credenciales de elector estaba a nombre de Flor Vizcaíno Mejía, una camarera de 38 años que desapareció en 2016.
Su tía, Silvia Mejía Molina, aguardaba afuera de la casa donde los investigadores han levantado los pisos con martillos neumáticos, desmantelando la vivienda parcialmente. También trajeron perros entrenados y expertos forenses para buscar restos humanos enterrados.
Mejía Molina tenía esperanzas de recibir noticias. Pero a pesar de que sabía que probablemente su sobrina estaba muerta, rompió a llorar al percatarse de la realidad.
“Lo que más puedan encontrar, sí se les va a agradecer que me lo entreguen para que le dé una sepultura como ella se merece y sepa dónde está ella, porque no sabíamos”, manifestó la tía.
Pero aparentemente tendrá que aguardar mucho tiempo incluso para ver cumplida esa modesta esperanza. Un video distribuido por los fiscales mostraba a equipos forenses utilizando palas para retirar la tierra debajo del piso de la casa del hombre, donde de repente aparecía una vértebra por un lado y un pedazo de un fémur por otro. Los restos parecían muy fragmentados, y los fiscales han dicho que será necesario efectuar pruebas de ADN.
En los últimos años ha habido una ola de asesinatos de mujeres en México, pero sigue sin aclararse por qué ese tipo de homicidas no son capturados antes de que se acumulen tantas víctimas.
En 2018, un hombre fue arrestado en otro suburbio de la Ciudad de México y confesó haber matado a cuando menos 10 mujeres. Los fiscales dijeron entonces que podría haber vendido los huesos de algunas de sus víctimas.
Ese caso espeluznante no fue descubierto sino hasta que el hombre y su novia fueron sorprendidos transportando restos humanos por la calle en un cochecito para bebé.