ALBUQUERQUE, N.M. – Una bolsa de Cheetos cae y se deja en el piso. Parece intrascendente, ¿verdad?
Pues no.
Los guardaparques del Carlsbad Caverns National Park, en el sur de Nuevo México, lo describen como un suceso que “cambia el mundo” para los diminutos microbios e insectos que llaman hogar a este entorno subterráneo especializado. La bolsa quizá haya estado allí un día o dos, o tal vez solo unas horas, pero esos bocados salados de maíz procesado, reblandecidos por la espesa humedad, desencadenaron la aparición de moho en el piso de la caverna y en las formaciones cavernosas cercanas.
“Para el ecosistema de la cueva tuvo un impacto enorme”, señaló el parque en una publicación en las redes sociales, explicando que los grillos, los ácaros, las arañas y las moscas de la cueva pronto se organizaron para comer y dispersar el desorden extraño, esencialmente extendiendo la contaminación.
Un guardaparques descubrió la bolsa naranja brillante fuera del sendero durante uno de los recorridos diarios que el personal del parque realiza al final del día por el Big Room, la cámara cavernosa más grande por volumen de Norteamérica. Buscan visitantes rezagados y cualquier resto de basura o desechos que puedan haber quedado en el camino pavimentado.
El Big Room es un lugar muy popular en las Carlsbad Caverns. Se trata de una extensión mágica repleta de estalagmitas, estalactitas y agrupaciones de rosetas.
Desde este paraíso subterráneo de Nuevo México hasta las orillas de los lagos de Nevada, los afluentes del Gran Cañón y las lagunas de Florida, guardaparques y voluntarios recogen cada año toneladas de basura dejada por los visitantes en una lucha constante por evitar que se pongan en peligro ecosistemas únicos y, al mismo tiempo, permitir el acceso a los visitantes.
‘No dejar rastro’
Según el Servicio de Parques Nacionales, más de 300 millones de personas visitan los parques nacionales cada año, trayendo y generando cerca de 70 millones de toneladas de basura, la mayoría de la cual acaba en su sitio, en cubos de basura y contenedores de reciclaje.
Pero para el resto de las bolsas de aperitivos y otros desechos, a menudo hay que trabajar para recoger los residuos, y organizaciones como Leave No Trace han estado impulsando su mensaje en las entradas de los senderos y en internet.
En Carlsbad Caverns, los voluntarios peinan las cavernas para recoger desechos. En una campaña de cinco días se recogieron 50 libras. Los guardaparques también cuentan con mochilas de barrido y kits de derrame para el trabajo más delicado y a veces desagradable que puede incluir la limpieza de desechos humanos a lo largo del sendero.
“Es una zona tan oscura que a veces la gente no se da cuenta de que está ahí. Así que caminan a través y arrastran por toda la cueva”, dijo Joseph Ward, un guía del parque que se dedica específicamente a difundir el mensaje de “no dejar rastro” entre los visitantes y las aulas del parque.
Los kits de los guardaparques pueden incluir guantes, bolsas de basura, agua, mezclas de lejía para descontaminar, aspiradoras e incluso cepillos de dientes de bambú y pinzas para los lugares de difícil acceso.
En cuanto a los Cheetos derramados, Ward dijo a The Associated Press que se podía haber evitado porque el parque no permite la comida más allá de los confines del histórico comedor subterráneo.
Tras descubrir la bolsa en julio, los especialistas en cuevas del parque decidieron la mejor forma de limpiarla. Se recogió la mayor parte de la suciedad y se usó un cepillo de dientes para eliminar los anillos de moho y hongos que se habían extendido a las formaciones cavernosas cercanas. Fue una tarea de 20 minutos.
Algunas tareas pueden durar horas e implicar a varios empleados del parque, dijo Ward.
Daños en el ecosistema
Robert Melnick, profesor emérito de la Universidad de Oregón, ha estado estudiando el paisaje cultural de Carlsbad Caverns, incluidos elementos como una histórica escalera de madera que se ha convertido en otro caldo de cultivo de moho y hongos exóticos. Esta semana, él y su equipo han presentado al parque un informe en el que se detallan estos recursos y se hacen recomendaciones sobre cómo gestionarlos en el futuro.
Según Melnick, los gestores del parque de Carlsbad y de otros lugares deben encontrar el equilibrio entre la conservación y la protección de los paisajes y la accesibilidad a los mismos.
“No sé muy bien cómo monitorearlo, salvo recordando constantemente a la gente que el subsuelo y las cuevas son un entorno natural muy, muy sensible”, dijo.
En todo el parque hay carteles que invitan a tratar las cavernas con respeto, los guardaparques orientan a los visitantes antes de que se adentren en ellas y en el reverso de los talones de las entradas se recuerda lo que se debe y lo que no se debe hacer.
Pero a veces hay una desconexión entre la concienciación y la responsabilidad personal, dijo JD Tanner, director de educación y capacitación de Leave No Trace.
Mucha gente puede ser consciente de la necesidad de “mantenerlo prístino”, pero Tanner dijo que el mensaje no siempre se traduce en acción o hay una falta de comprensión de que las pequeñas acciones –incluso dejar un trozo de basura– pueden provocar daños irreversibles en un ecosistema frágil.
“Si alguien no siente un interés personal por la conservación de estos entornos, es posible que no se tome las reglas en serio”, dijo Tanner.
Diana Northup, microbióloga que lleva años estudiando el entorno de las cuevas de todo el mundo, subió una vez a gatas por el pasillo principal de Carlsbad Caverns para registrar todo lo que los humanos dejaban atrás.
“Así que esto es solo una cosa de muchas”, dijo sobre los Cheetos.
Hasta 2 mil personas recorren las cavernas un día cualquiera durante la temporada alta. Con ellos llegan cabellos y fragmentos de piel, y esos fragmentos pueden tener sus propios microbios a bordo.
“Así que puede ser muy, muy malo o solo podemos ser nosotros y todo lo que estamos desprendiendo”, dijo Northup sobre la contaminación humana dentro de los ambientes de las cuevas. “Pero esta es la otra cara de la moneda: la única forma de proteger las cuevas es que la gente pueda verlas y experimentarlas”.
“Lo más importante”, dijo, “es conseguir que la gente valore y quiera preservar las cuevas y hacerles saber qué pueden hacer para que eso ocurra”.