Hace algunas décadas, los centroamericanos que atravesaban México en busca del “sueño americano” tenían que enfrentar los peligros del desierto o las engañosas aguas del Río Bravo pero desde hace varios años a las agrestes condiciones climáticas se ha sumado la peor amenaza: la del crimen organizado.
La suerte de los migrantes está intrínsecamente relacionada con los grupos criminales y las cifras de centroamericanos que pierden contacto con sus familiares durante su paso por México crecen descomunalmente.
En este contexto, los organismos defensores de indocumentados se han convertido en una pieza clave en la búsqueda de pistas sobre el paradero de inmigrantes desaparecidos en México y en una esperanza para miles de madres centroamericanas, ante unas autoridades omisas.
Una de ellas, Ana Enamorado, perdió el rastro de su hijo en 2010 cuando se encontraba en el estado occidental de Jalisco, pero ya sabe dónde está gracias al trabajo del Movimiento Migrante Mesoamericano (MMM).
“A mi hijo lo tiene retenido el crimen organizado”, “sabemos dónde está”, pero el problema es que “no podemos llegar ahí (…) porque el lugar es muy peligroso”, dijo a Efe.
La coordinadora del MMM en México, Marta Sánchez Soler, explicó que en este como en otros casos de centroamericanos que desaparecen en territorio mexicano el movimiento lleva a cabo “las pesquisas” para dar con su paradero.
“Así los hemos localizado, siguiendo la pista de la última llamada, por ejemplo, (si) tienen un teléfono, un recibo de dinero que les mandaron, así seguimos la pista en campo”, declaró.