La directora de deportes de la UNLV, Desiree Reed-Francois, pensó que al invitar a la presidenta en funciones Marta Meana y al candidato a entrenador de fútbol Marcus Arroyo a su casa a primera hora de la mañana del 9 de diciembre, estaría cubriendo cualquier posible rumor.
Pero entonces, Arroyo llegó antes de lo esperado, antes de que el hijo de Reed-Francois, Jackson, se fuera a la escuela en Bishop Gorman.
“Vino a mí y me dijo: ‘Mamá, el coordinador de ofensiva de Oregón está en nuestra sala, ¿qué tienes que decirme?’” comentó Reed-Francois, riéndose. “Pensé que lo tenía todo muy en secreto, pero me atrapó mi hijo de 15 años”.
Reed-Francois hizo jurar a Jackson que no tuitearía ni le diría a nadie sobre la presencia de Arroyo, permitiendo que el secreto durara dos días más, hasta que la UNLV le ofreció el trabajo a Arroyo y él aceptó.
Arroyo, de 39 años, es el último entrenador que ha tratado de dar un giro a un programa de la UNLV que ha experimentado sólo tres temporadas de victorias en los últimos 27 años.
Inicio del proceso
Es esa historia de pérdidas la que ha llevado a Reed-Francois a analizar en profundidad el programa y no sólo a buscar un nuevo entrenador. Incluso antes de anunciar el 25 de noviembre que había despedido a Tony Sánchez, Reed-Francois hizo el trabajo de campo para prepararse en caso de que tuviera que tomar la decisión de dejar a su entrenador.
“Realmente queríamos averiguar por qué no hemos tenido un patrón de éxito continuo”, señaló Reed-Francois. “No sería suficiente con cambiar de líderes y esperar tener un éxito automático. No quería crear esta puerta giratoria de entrenadores y estar en esta situación en cinco años, queríamos arreglar los cimientos primero”.
Observó cómo Cincinnati, el estado de Kansas, Virginia Tech y el rival de Mountain West, Boise State, construyeron sus programas y qué lecciones podrían aplicarse en el programa de la UNLV. Reed-Francois tenía conocimiento de primera mano por haber trabajado en los departamentos de atletismo de Cincinnati y Virginia Tech, y habló con el ex director de atletismo de Kansas, State Steve Miller, sobre la contratación del entrenador Bill Snyder en noviembre de 1988 y sobre cómo provocar lo que muchos consideran el mayor cambio en el fútbol universitario.
Reed-Francois también consultó con los ex mariscales de campo de los Rebels Randall Cunningham, Steve Stallworth y Glenn Carano, así como con Michael Lombardi, quien cubre la NFL para The Athletic y ha trabajado en varias oficinas, incluyendo la de los Raiders.
“Creo que hubo muchas idas y venidas sobre diferentes temas antes de que (Reed-Francois) llevara a cabo la búsqueda”, comentó Lombardi. “Hizo un gran trabajo identificando los rasgos de las personas y utilizando el éxito de otras escuelas”. Fue una verdadera clave para entender lo que ella necesitaba”. Una persona puede tener X, Y y Z, pero se necesita C, D y E”.
De su investigación, surgieron tres puntos clave para Reed-Francois:
■ Dirección. ¿Cuál es la visión del programa? Eso era algo que ella quería escuchar de los candidatos.
■ Alineación. ¿Están el entrenador, el director atlético y el presidente en la misma página? El éxito en otros lugares subrayó la importancia de que esto ocurra. Reed-Francois insistió en que no hay problemas en ese sentido en el programa de la UNLV, aunque Meana está temporalmente en su puesto.
El propio futuro de Reed-Francois ha sido objeto de especulaciones sobre si se trasladará a una escuela de Power Five, pero señaló que su contrato se extiende hasta el año 2022 y que su hijo es estudiante de segundo año de preparatoria. “Somos realmente felices en esta comunidad”, confesó Reed-Francois.
■ Recursos. El programa de la UNLV ya había hecho grandes progresos con la construcción del complejo de fútbol Fertitta de 34.8 millones de dólares, y los Rebels comenzarán a jugar en el Estadio Allegiant de dos mil millones de dólares la próxima temporada.
Reed-Francois anunció que el presupuesto de reclutamiento de fútbol de la UNLV (que el año fiscal pasado fue de 503 mil dólares) supera al de Mountain West. La UNLV también se encuentra en la mitad superior de los salarios de los asistentes de los entrenadores, que ascienden a 1.98 millones de dólares, que se elevarán a 2.2 millones de dólares para el nuevo personal. Arroyo recibió un contrato de cinco años que bate récords, desde 1.5 millones hasta 1.6 millones de dólares.
La realización de la búsqueda
Armada con la información que obtuvo y después de despedir a Sánchez, Reed-Francois se puso a trabajar. Su lista incluía 10 entrenadores, a pesar de que los agentes trataban de forzar sus maneras de hacer que sus clientes fueran considerados.
“Hizo un trabajo increíble”, afirmó Lombardi. “Empezó con una lista, se quedó con ella, tenía planes de contingencia en marcha”.
Reed-Francois no hablaba de otros candidatos aparte de Arroyo, y tenía cuidado con los detalles, incluso con el proceso que llevó a su contratación.
Aunque Reed-Francois jamás dijo que Arroyo era el candidato principal desde el principio, resultó ser el que mejor encarnaba lo que ella quería en un entrenador. Arroyo fue el único entrenador, detalló, al que le ofrecieron el trabajo y el único que se reunió con Meana.
Arroyo voló a Las Vegas la noche del 8 de diciembre y recorrió el campus y el complejo Fertitta. Se reunió con Reed-Francois y Meana a la mañana siguiente en la casa del director atlético, con el encuentro sorpresa con Jackson Francois lanzado a la mezcla.
El proceso estaba llegando a su fin y Reed-Francois estaba casi exhausto, tras haber permanecido despierto 40 horas seguidas. Para el 11 de diciembre, el trato estaba hecho.
“Pasamos por un proceso realmente exhaustivo”, concluyó Reed-Francois. “(Arroyo) tenía que ganarse esto, y era un campo muy talentoso. Al final, todo se dio, y él encajó en lo que estábamos buscando”.