Ahora desapareció el temor de que su nueva vida pudiera ser arrancada sin previo aviso.
Exactamente a las 5 p.m. el 12 de agosto, Michael Russell completó oficialmente un perIodo de prueba de un año como empleado a voluntad del Departamento de Correcciones de Nevada (NDOC), una hazaña que algunos habían dudado de que pudiera lograr.
“Recibí mucho rechazo de otros empleados”, comentó la semana pasada.
Russell (ahora de 40 años) pasó tres periodos como recluso en las cárceles de California y Nevada antes de cumplir los 35. Pero ahora, se ha mantenido fuera de la custodia policial y sobrio durante casi 5 años
En una entrevista telefónica el jueves, Russell recordó el año pasado desde junio de 2018, cuando se convirtió en el primer delincuente en ser contratado por el Departamento de Correcciones, la misma entidad que en dos ocasiones mantuvo al ex drogadicto tras las rejas.
Como oficial de programa para el departamento, Russell enseña dos clases a los reclusos en Casa Grande Transitional Housing, una instalación en Las Vegas que alberga a reclusos no violentos y sin delitos sexuales que están dentro de los 18 meses de elegibilidad para libertad condicional.
Su historia de rehabilitación fue documentada por primera vez por el Review-Journal en enero.
“Nunca pensé en un millón de años que alguna vez trabajaría en una prisión”, expresó Russell en ese momento durante una entrevista dentro de su oficina en Casa Grande. “Hay días en que vengo a trabajar y pienso: ‘¿Es esto un sueño?’”
Desde entonces, además de completar su periodo de prueba, Russell obtuvo la certificación nacional para capacitar a otros empleados del departamento que quieran enseñar terapia de reconocimiento moral, un programa de modificación de comportamiento de 16 pasos que ha acreditado como el catalizador del cambio en su vida durante su último tiempo en prisión en 2014, en la Prisión Estatal High Desert en Indian Springs. Había regresado a prisión por una violación de libertad condicional después de dar positivo en múltiples pruebas de drogas.
Al acercarse el final de su libertad condicional, sus estudiantes, algunos de los cuales habían sido encarcelados con él en High Desert, también lo alentaron a cruzar la línea de meta. Russell sospecha que fue tanto una victoria para ellos como lo fue para él, un rayo de esperanza de que algún día espera ellos vean también.
“Muchos de mis estudiantes han estado conmigo por algún tiempo, y el día que terminó el periodo de prueba, me preguntaron: ‘¿Lo lograste? ¿Lo lograste?’”, le informó al Review-Journal la semana pasada. “Fue realmente agradable que recordaran, que les importara”.
Aún así, a pesar del apoyo de sus alumnos, algunos días fueron más difíciles que otros durante el último año, cuando sintió que tenía que trabajar el doble para demostrar su valía ante el departamento. Pero Russell indicó que ahora cree que se ha ganado la confianza de la mayoría de sus colegas y otros empleados del departamento.
“Parece que muchos empleados están llegando ahora sabiendo que estoy aquí por las razones correctas”, destacó. “Me hablan como si fuera un empleado regular ahora, me ayudan mucho cuando lo necesito, y me piden ayuda; creo que esa es la mayor diferencia, es que ahora me piden ayuda”.
En enero, su jefa, Elizabeth Dixon-Coleman, mencionó que el empleo de Russell estaba provocando un cambio muy necesario en la cultura del departamento.
“Se está haciendo historia”, declaró en ese momento. “Estamos trabajando para ser más rehabilitadores y brindar a las personas más oportunidades”.
Russell ahora ha cambiado su enfoque para completar su licenciatura en justicia penal con una concentración en servicios humanos y administración de correcciones.
En el futuro, planea trabajar con delincuentes juveniles y ayudar a alejarlos del tipo de vida que vivió durante tanto tiempo.
“Siempre está tratando de ayudar a cambiar la vida de todos”, concluyó su madre, Jill Drysdale, la semana pasada. “No podría estar más orgullosa de él. Siempre supe que haría cosas importantes”.